19. Retorno a las murallas - parte II

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Retorno a las murallas – parte II

No había sido fácil, en realidad nada de esa maldita misión había sido fácil, incluso el retorno a las murallas no había salido como esperaban, como resultado de la irresponsabilidad de un par de soldados.

El cuerpo estaba cansado, la mente confundida y el corazón perturbado.

Muchas cosas habían acontecido durante esa misión de reconocimiento, muchas escuadras habían dejado de existir, muchas vidas habían sido perdidas para proteger al chico titán y aún no habían conseguido nada, ni siquiera que Eren obtuviera el control completo de ese extraño titán.

Sin mencionar que los cuerpos de los soldados fallecidos en combate habían sido perdidos para siempre en la gran explanada de Paradis, sin la oportunidad de una despedida decente o un entierro digno. Solo quedaban algunas insignias que Levi había cortado de los uniformes de sus subordinados caídos, algo que intentó hacerlo en completo secreto, sin éxito.

Giselle, quién se mantuvo en silencio todo el viaje de regreso a los muros, logró observar aquel extraño gesto del capitán Levi, con la mirada enternecida y confundida, asociándolo, de inmediato, a la insignia y carta que una vez fue enviada a ella en el subterráneo.

Había sido él, de eso ya no tenía dudas.

El paseo de la derrota por las calles de la ciudad había sido demasiado vergonzoso y lastimoso para la legión. Muchos de los soldados llevaban vendas sobre sus cabezas, brazos y muñones, algunos incluso iban sobre carretas con lagrimillas en los ojos deseando haber muerto en combate, o de plano, inconscientes.

Giselle llevaba a su yegua luna de las correas, fielmente a un lado de Levi, quién había perdido todo color del rostro, no solo por la gran herida de su pecho, sino por toparse con el padre de Petra.

El pobre hombre parloteaba de los planes de vida de su hija, y de como deseaba casarla pronto, ninguno de los dos tuvo corazón para revelarle la muerte de su primogénita, o al menos, interrumpir su feliz parloteo, al fin y al cabo, era lo último que le quedaba de la joven y valiente Petra Ral.

Unos pasos antes de llegar al cuartel general, Levi se devolvió con paso cansado hacia el viejo hombre y, con una mano firme, estiró la insignia que logró cortar del uniforme de su subordinada.

-Lo lamento -fue lo único que dijo antes de desaparecer por el tumulto de gente.

No hubo tiempo para conversaciones profundas o miradas lastimosas una vez en el castillo, Giselle simplemente se dedicó a cepillar y alimentar a Luna, mimarla y agradecerle por el arduo trabajo de mantenerla con vida durante la misión.

Ella no lo quería admitir, pero tenía pavor volver al cuartel general y verlo totalmente vacío, aquel antiguo lugar en donde antes las conversaciones y tardes de té eran la orden del día, ahora solo serían el capitán y ella, encerrados en esas abandonadas paredes.

Sin embargo, debía volver, era su trabajo, al fin y al cabo.

Lavo su rostro con la fría agua de la fuente, sin siquiera detenerse a observar su cansado reflejo, solo quería ingresar rápido por las puertas dobles del cuartel general.

El aroma de cada uno de sus compañeros aún permanecía plasmado en los silloncitos del salón, una de las chaquetas de repuesto de Erd Gin yacía sobre una mesa lejana, la taza de café de Gunter estaba a un lado del espejo de mano de Petra, sus esencias habían quedado plasmadas para siempre, incluso se podía escuchar sus voces a través de los infinitos y oscuros pasillos del lugar.

Sueños de libertad - Levi Ackerman.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora