Capítulo 62: Investigation

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Severus se congeló durante un nanosegundo, con lo que se sintió como si el mundo entero se congelara en ese segundo con él antes de que su cerebro se pusiera en marcha. Sacando su varita más rápido que un rayo, disipó el humo e iluminó la habitación, echando su primera mirada a Harry y su estómago se rebeló peligrosamente. En cuestión de segundos, se acercó a Harry, escudriñándolo, sin intentar moverlo o tocarlo para no empeorar la situación. Su respiración se entrecortó, cuando lo leyó, y de repente retrocedió conmocionado.

Un grito ensordecedor e impío atravesó el aire, mientras el humo empezaba a salir de la cabeza de Harry. Al mismo tiempo, la marca de Severus ardía dolorosamente, pero no le prestó atención. Estaba acostumbrado al dolor que le producía llevar la marca; había estado ignorando la llamada desde que el malvado mago había regresado.

"¡¿Qué demonios?!", chilló Eileen tapándose los oídos.

Pronto se hizo evidente que no era sólo humo, ya que comenzó a tomar forma, un rostro, uno que Severus conocía demasiado bien. Los ojos de Severus se movieron mientras lo miraba fijamente, los chillidos no parecían penetrar en su shock. Pronto empezó a disminuir, hasta que tan rápido como empezó se detuvo de nuevo. Severus y Eileen miraban a Harry sin poder creer lo que veían, mientras que Eileen estaba desconcertada y confundida... Severus tenía algunas ideas de lo que era, pero no entendía CÓMO había sucedido.

-¿Está bien?- susurró Eileen apoyándose en la puerta sacudida más allá de las palabras.

-¡Dobby!- gritó Severus sin importarle cómo sonaba en ese momento.

Eileen entró en el laboratorio, con los ojos desorbitados y demasiado preocupada como para llorar en ese momento, saltando ante la fuerte voz de Severus. ¿Qué había pasado? ¿Era eso lo que habían escuchado antes? No, había sido Harry, ella conocía su voz.

-No te muevas, las pociones te han provocado quemaduras de segundo grado-, gruñó Severus con el corazón latiendo por las nubes, mientras el terror le consumía.

-¿Si señor?- preguntó Dobby apareciendo, su boquita se quedó abierta mientras miraba a su alrededor horrorizado.

-¡Trae un sanador de San Mungo, AHORA!- exigió Severus, gritando la última palabra cuando Dobby no se movió lo suficientemente rápido. Se levantó y corrió hacia su armario de pociones, abriéndolo de un tirón, y más de la mitad de sus pociones estaban tiradas en un charco en el suelo. Sin duda era lo que había provocado el fuerte temblor, pero eso no ayudaba a Harry en ese momento. Desterrando todo, sin querer que ocurriera otro accidente, más que agradecido por su suministro de pociones de emergencia. -¡Accio kit de pociones!-

Eileen se hizo a un lado justo a tiempo, de lo contrario se habría quedado sin aliento en el estómago por la caja voladora. Se acercó más, queriendo hacer algo, cualquier cosa para ayudar. Asegurándose de dar esquinazo a cualquier resto de poción, respirando agitadamente, su mano se cerró automáticamente sobre su boca al ver bien a Harry. De cerca era diez veces peor. Su túnica estaba derretida sobre la piel, pero parecía que los hechizos que llevaba habían evitado un desastre peor. Otra parte de ella se preguntaba si podría haber sido peor. Lo único que le impidió caer en la desesperación fue el hecho de que su hijo parecía estar tan tranquilo. Por un momento, luego se sintió espectacularmente enferma en todo el suelo de la mazmorra. 
-¿Qué diablos estás...? ¡Oh, Dios!-, dijo el sanador Walsh, entrando instintivamente en modo profesional. Evaluando la situación, asegurándose de que era seguro para ella acercarse. -Ve a mi oficina y recupera mi bolsa de emergencia, está debajo de mi escritorio. Apresúrate-, le exigió a Dobby, quien inmediatamente se fue a hacer lo que ella quería.

-La sanadora Walsh, ¿verdad?- preguntó Severus entregándole apresuradamente los resultados del escáner, cerrando las manos en puños al darse cuenta de que le temblaban. Había pasado por muchas cosas en su vida y sabía que el pánico no era la respuesta. Sin embargo, Severus sentía que toda su vida se estaba saliendo de control. Tragando con fuerza, cogió una porción de pasta para quemaduras y la extendió inmediatamente por el pecho de Harry. Casi se estremece ante el sonido chisporroteante que le llegó a los oídos y el ardor que le llegó a las fosas nasales.

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