Capitulo 98: American Visitors

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-Visitas en las salas para el maestro Severus y Harry-, dijo Dobby, dirigiéndose a Harry, que estaba ocupado con el resto de la correspondencia, Severus estaba en el laboratorio de pociones, para consternación y envidia de Harry. No poder elaborar pociones había sido el mayor golpe hasta ahora, sinceramente lo odiaba. Era como perder una extremidad o algo así, era difícil de explicar pero odiaba, no detestaba, no poder elaborar pociones. Antes había empezado a ponerse de pie, dispuesto a bajar con él y a elaborar pociones, cuando la mirada punzante de Sev hizo que volviera a sentarse muy disgustado. Por suerte, a Sev no le hizo ninguna gracia, de hecho se compadecía, pero era por su propio bien... y por el de su bebé, claro. No por ello era menos molesto, estaba aburridísimo, por eso estaba revisando de mala gana otra caja de cartas de completos desconocidos. Por suerte, no le enviaban tantos contratos de matrimonio, no podía creer que la gente estuviera tan dispuesta a casarse con un desconocido o a casar a sus hijas con un completo desconocido. Era realmente diabólico, y menos mal que él no era un auténtico psicópata o alguna mujer desprevenida podría haber acabado recibiendo la noticia de que se iba a casar. Algunas de ellas ni siquiera tenían diecisiete años, no podían casarse legalmente.

-¿Quién?- frunció el ceño Harry, saliendo de su carta para mirar a Dobby con curiosidad.

-¡Alec Selwyn-Warren y Daniel Fawley, señor!- explicó el elfo doméstico. -¿Les pedirá Dobby que se vayan?-.

-¿Ya es esa hora?- se quedó boquiabierto Harry, mirando su reloj sorprendido, maldita sea llevaba más de tres horas leyendo estas cosas? Bueno, la caja estaba casi vacía pero aun así, le sorprendía lo rápido que había pasado el tiempo. -Dobby ve y avísale a Sev, luego deja pasar a nuestros invitados por las salas-. No sólo era un signo de riqueza y poder que los elfos domésticos invitaran a los invitados a entrar, sino que también era más rápido que ir hasta el final de los pabellones e invitarlos a entrar. Los pabellones habían sido cambiados y triplicados desde el final de la guerra; no querían ser molestados por la prensa, así que ésta era la única manera de asegurar una completa privacidad. Nadie podía pasar sin ser invitado primero.

-¿Rose?- llamó Harry, una vez que Dobby hubo desaparecido.

-¿Sí, señor?- preguntó la elfa doméstica, respondiendo a la llamada de su amo.

-Trae unos refrescos, estamos a punto de tener dos invitados- pidió Harry poniéndose de pie, mirando a su alrededor asegurándose de que no estaba desordenado. Normalmente no le importaría, pero estos dos hombres eran los purasangres de todos los purasangres. No tenía ni idea de cómo serían sus personalidades. Aunque la mansión era absolutamente impresionante... técnicamente ni él ni Sev eran sangre pura, y la gente como ellos se criaba sabiendo que su sangre era supuestamente superior. No, pensó Harry para sí mismo con severidad, no podía pensar así. No era justo para ellos que los juzgara antes de conocerlos. Miraba a Viktor, sangre pura, famosa estrella de Quidditch, y el tipo con más pies en la tierra que había conocido. Fleur también se había criado con mucha riqueza y con unos padres influyentes que estaban muy metidos en el mundo de la política en Francia y tenían muchas conexiones. Frunce el ceño, profundamente perturbado por su pensamiento irracional. No le importaba lo que la gente pensara, así que ¿por qué de repente pensaba así?.

-¿Estás bien?- preguntó Severus, acercándose a Harry, preocupado tanto por él como por el niño y por la conversación que se avecinaba. Su mano acercó el rostro de Harry para que se encontrara con el suyo, con ojos negros que indagaban y se preocupaban.

-Estoy bien, es sólo... nada-, dijo Harry negando con la cabeza haciendo que Severus bajara la mano.

-¿Estás seguro?- inquirió Severus, Harry se lo diría cuando estuviera preparado, como siempre. A veces le costaba entender lo que sentía, y peor aún tratar de explicarlo. Lo que haría que este embarazo fuera peor, sobre todo teniendo en cuenta que Harry no estaba acostumbrado a las emociones que vendrían con él. Las mujeres a veces no eran capaces de sobrellevarlas, pero como decía su madre -tuvo muchos años para acostumbrarse a montar el dragón- ella estaba más acostumbrada a las emociones, sobre todo más acostumbrada a algo así de lo que estaría Harry. Había descartado la conversación que tuvieron hace dos noches, mientras Harry estaba con sus amigos, pero tal vez ella tenía razón.

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