Capítulo 67: Near Misses

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Severus corrió como nunca antes había corrido hacia Hogwarts. Rezando por no llegar demasiado tarde, el viejo estúpido. Si le ponía las manos encima lo mataría, ir tras los Horrocruxes sin saber cómo derrotarlos, estaba en el colmo de la idiotez. Aunque no había dicho que fuera un Horrocrux, pero por su forma de hablar, Severus sabía en el fondo que lo era. Llevando a Lupin de todas las personas con él, sí era un Hombre Lobo, pero no conocía el Arte Oscuro como él. Albus debía saber que el Señor Tenebroso no los dejaría desprotegidos. Necesitaba a alguien que fuera experto en las Artes Oscuras. No estaba presumiendo pero era el mejor de los mejores, se había empapado de ellas durante años. Cuando perdió a Lily por completo a manos de Potter, eso lo hundió aún más en ellas. Ella había sido la que le hizo renunciar a la oscuridad y espiar para Dumbledore a pesar de que nunca le habló después de su estúpido error. Lo había intentado, querido Merlín, había hecho de todo para intentar conseguir el perdón de Lily pero ella no había cedido. Había sido su mejor amiga desde los ocho años; la había querido más que a nadie en su vida. A sus padres los había detestado y no quería tener nada que ver con ellos con todos los gritos y el maltrato. Aunque él y su madre se habían reconciliado, más tarde, una vez que Tobías se había ido, y la quería como debía ahora... Lily, sin embargo, nunca lo había perdonado.

-¡Minerva!- gritó Severus subiendo corriendo los escalones del vestíbulo, tan contento de ver al menos a un profesor.

-Severus, me alegro de verte... ¿cómo estás? Cómo está Harry?- preguntó Minerva con auténtica preocupación.

-No hay tiempo para cumplidos, ¿dónde está Dumbledore?- preguntó Severus.

-Acaba de irse- dijo Minerva preocupada por la mirada oscura y la preocupación que brillaba en los ojos de Severus, obviamente Albus había hecho algo estúpido para que el hombre normalmente estoico mostrara emoción. -¿Qué pasa, Severus?-.

-Te lo explicaré más tarde-, dijo Severus dándose la vuelta y huyendo de nuevo, no tenía intención de decirle nada había sido simplemente una mera frase de rutina. Debería haber ido primero a las ruinas de Gaunt en Little Hangelton. Maldiciendo en silencio, respirando erráticamente, estaba fuera de forma, muy fuera de forma. Se detuvo derrapando, las piedras volaron por todas partes y continuaron haciéndolo a pesar de que el propio mago ya había aparecido.

Mirando a su alrededor no pudo ver nada, ¿quizás no habían venido aquí? El cementerio, donde Harry había sido herido y torturado, era un alivio que Harry no tuviera que venir aquí. Si hubiera estado lo suficientemente bien, no habría sido cuestión de que exigiera venir. Pudo ver una pequeña choza a lo lejos, si es que podía llamarse así. Sinceramente, la Casa de los Gritos en las afueras de Hogsmeade estaba en mejores condiciones.

Respirando hondo, comenzó a caminar en esa dirección, decidido a poner fin al descabellado plan de Dumbledore. Deseó tener un frasco de la poción de Harry, para poder teletransportarse al interior del edificio. Mirando por los cristales que faltaban en las ventanas, vio el borde de una capa antes de que desapareciera. Escuchando atentamente, no oyó nada más y se dirigió apresuradamente hacia el otro lado, casi tropezando con las zarzas, las ramas y la hierba crecida. No llevaba el calzado adecuado para ello, había llovido y además estaba resbaladizo. Lo mejor habría sido llevar botas, o zapatos de montaña. ¿Aturdió a Dumbledore y a Lupin y tomó el Horrocrux? ¿O dejó que Dumbledore lo creyera inconsciente?.

Al entrar por la puerta, se relajó al oírlos hablar, estaban aquí y obviamente no había pasado nada. Irritado por Dumbledore y preocupado sacó su varita a punto, no quería ser maldecido por ninguno de los dos.

-¿Estás seguro de que es seguro?- preguntó Remus, con la voz llena de preocupación. -Albus ¿me estás escuchando?-.

Todos los pensamientos de aturdirlos y tomarlo lo abandonaron como el agua que baja por un tapón. La furia se extendió por el rostro de Severus ante la visión que tenía delante; Albus parecía encantado, mirando la caja como si contuviera la respuesta a todos sus problemas. Nunca había visto al viejo mago perder la concentración de esa manera. ¿Qué estaba haciendo? ¿Tocándola sin comprobarlo? Y Lupin estaba ahí parado como un extremo de repuesto.

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