Emergencia

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I do not look for danger

Danger is never too far away

Nayarit esperó.

Sus movimientos precavidos en aquel cómodo asiento revelaban una tranquilidad de espíritu envidiable, en consonancia con su posición regia. Se sentía confiada pues hasta ahora había dirigido la reunión con sorprendente seriedad y delicadeza. Ninguna palabra pronunciada había escapado de su control, creyó superada la difícil prueba de adaptarse al ritmo natural de sus ángeles.

Entonces Apolouna cedió la intervención al vicecapitán de la Caballería Celeste, Azdraud; el ángel guarecido en una imponente armadura plateada parecía adensar el aire del recinto con la gravedad de su voz.

—La operación que invoca su necesaria participación, alteza, tiene que ver con un descubrimiento ocurrido hace treinta años. Los omniespejos de la Sala de Observación detectaron la influencia terrenal de un dios pagano, en concreto uno del Panteón Negro, localizado en el corazón de una ciudad humana aislada en medio del desierto.

Como imaginé, pensó Nayarit, solo un dios puede ser más importante que un objeto divino. Pese a que anticipó aquel hecho evidente, las declaraciones de Azdraud le generaban otras preguntas insalvables para su escasa comprensión del mundo. ¿Qué es un omniespejo? ¿Qué es el panteón negro? ¿Por qué es necesaria mi participación? ¿Acaso quieren que me enfrente a él?

Sin embargo, persistió en su impávido y dulce rostro de porcelana una mirada de absoluta atención, como si a medida que se enteraba de la situación examinara todas las posibilidades, todos los desenlaces posibles.

—De acuerdo, ¿y se ha determinado su identidad? —cuestionó con una profunda inflexión de interés en su voz.

—En efecto, el aura divina analizada coincide con el patrón mágico de un dios del panteón negro. Se trata del número nueve de nuestra clasificación mundial de amenazas, Shri Ganisan, el triturador de barreras y resistencias. Desde que lo ubicamos en aquel remoto asentamiento hemos estudiado sigilosamente el rastro mágico de sus mantras, pero sus movimientos apenas perturbaron nuestros sistemas de detección. No se ha desplazado más allá de un radio kilométrico, tampoco desapareció por completo de la superficie, por lo que llegamos a la conclusión de que se encuentra a la expectativa, a la espera de un acontecimiento, una señal, o el retorno de alguien.

¿De quién?, fue la primera incertidumbre que asalto su cabeza, pero poco importaba, pues de cualquier modo la amenaza se hallaba allí, y erradicarla a toda costa se convertía en su única y más grande responsabilidad. Sin embargo, no pudo eludir las severas interrogantes que convergían para abrumarla psíquicamente, ¿qué tan peligrosa puede resultar una divinidad cuyo título lleva la intimidante etiqueta de triturador? ¿Era suficiente el poder divino de la diosa suprema para encararlo con igualdad de fuerzas?

—¿Qué es ese lugar en donde se oculta? —se apresuró a interrogar Nayarit, para liberarse del trance.

Azdraud manipuló el tablero de holografía mágica, como instantes atrás lo había hecho Apolouna, con la misma inexplicable habilidad recuperó las imágenes pertinentes y proyectó para la contemplación de la princesa y los caballeros el detallado mapa de una región desértica. Luego de ajustar apropiadamente la escala, el limpio panorama de una ciudad se hizo visible.

Mezquitas, palacios, mausoleos, fuertes y cúpulas, construcciones de gran envergadura con las que ni siquiera la exquisita arquitectura angélica podía rivalizar. Poseía un esplendor que cualquiera atribuiría fundadamente a la codicia y soberbia de sus gobernantes, más que a la fecundidad y riqueza de sus tierras. Era una de esas ciudades que florecían a expensas de la descomposición natural del entorno, pues más allá de sus límites todo era un inmenso páramo desolado e infértil, inconquistable y abandonado.

Arcángel de la guerraWhere stories live. Discover now