Objetos

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Ver el contenido del anillo me hunde en un estado de extrañeza.

Es una combinación muy rara de objetos, algunos que no guardan relación y otros totalmente fuera de contexto. ¿Unas gafas de cristal y una trompeta en un mundo medieval?

Lo primero que estimula mi atención es el espejo, no porque tuviese algo fuera de lo común, recuerdo que no he visto mi reflejo desde que pisé este mundo. Tengo una patente curiosidad por conocer mi nueva apariencia, intuyo cómo soy, es solo que mi rostro todavía representa un misterio para mí.

Una orden mental me permite extraer el espejo del interior de la dimensión del anillo, el objeto se materializa en mi mano. Comienzo a entender este proceso, resulta muy conveniente tener que pensar en lo que quiero para que inmediatamente venga a mí.

El espejo posee un marco plateado con una sencilla decoración en forma de alas, es muy liviano y de una superficie ovalada. Lo acerco a mi rostro, y cuando veo mi reflejo asomarse contengo el aliento.

Con total perplejidad puedo admirar unos rasgos muy finos y atractivos: unos pómulos suaves, una nariz pequeña y respingada, unos labios carnosos de un rojo intenso y unos ojos grandes color bermellón. Y todo ello envuelto en una piel clara de la tonalidad del marfil.

Suprimo todo deseo de acariciarme, con estos guantes gruesos sería imposible percibir la suavidad al tacto. Sin embargo, esta belleza me abruma, me consterna saber que se trata de mí mismo, de mi propio cuerpo que ha cambiado y que ahora exhibe una perfección digna de las musas.

Un detalle que encuentro muy extraño es mi cabello, posee un efecto llameante que sugiere que está cubierto de fuego. Lo había notado ayer, pero no experimenté ninguna incomodidad, quizá por eso me familiaricé rápido con él.

Alejo el tentador objeto de mi vista, antes intento aprovechar mi memoria para retener al milímetro los detalles de mi rostro. Vuelvo a colocarlo en el espacio del anillo, y su ausencia me provoca una sensación de tristeza y soledad, en verdad, podría pasar todo el día admirándome, pero necesito evitar convertirme en un narcisista enfermizo.

Hay objetos que no merecen ninguna inspección, como la trompeta, me recuerda a aquellas que se usan en conciertos sinfónicos, aunque esta posee unos acabados muy particulares, pero no parece que tenga mayor importancia, además luce muy gastada. Lo mismo pasa con las gafas de cristal, tiene una montura blanca sin ningún detalle. El ovillo está hecho de un hilo largo y resistente de color azul; mientras que la túnica es una prenda marrón con capucha, me sorprende que tenga una altura como la mía, pero tiene un aspecto tan estropeado y viejo que lo mejor que podría hacer por ella es enterrarla. Parecen artículos que dejaron aquí para que se oxiden olvidados, no sé si la diosa usaba este anillo como su desván personal.

Los libros representan otro enigma y un sinsabor más: ¡no puedo leerlos!

Veo tres voluminosos libros, también viejos y deteriorados, aunque eso no quiere decir inservibles, sé que podría sacar partido de ellos si tan solo encontrara la manera de entender esos extraños caracteres.

Para aliviar mi disgusto decido probarme las gafas, solo por la curiosidad de contemplar cómo me veo con ellas. Introduzco los mapas y la bolsa de frutas al interior del anillo con otra orden mental. Incluso mi espada puedo depositarla allí; con esto, mis manos se han librado de la extenuante responsabilidad de cargarla todo el tiempo.

Esbozo una risueña expresión.

Ahora puedo extraer las gafas. Las acoplo a mis ojos, son muy cómodas y parece que tienen la graduación correcta, como si hubiesen sido hechas para mí. No sé por qué ahora todo me resulta como hecho a mi medida, parece que la diosa quiere mostrarse atenta conmigo, sin embargo, si todo lo que recibo de ella son reliquias envejecidas no va a comprarme fácilmente.

Arcángel de la guerraWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu