Escape

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La presencia de Eleanne (al menos por intermedio de un sujeto sobre el que ella ejercía cierto control mágico) extinguió todos los horrores que se habían apoderado de sus pensamientos desde que la trajeron a esa siniestra prisión subterránea.

Margot sintió un brusco renacer del alma, un rejuvenecimiento de la voluntad, de todas sus capacidades físicas atenuadas por el presentimiento de un final atroz. Sabía que con el apoyo de aquel hombre gobernado por la dríada volvía a tener la esperanza de soñar con la conclusión de su viaje. Aunque lo primero y más importante descansaba en asegurar su escapatoria, y en aquel trámite, se dijo, orientaría todos sus esfuerzos.

De pronto, percibió el roce de una mano impertinente que husmeaba con curiosidad la parte interior de su pierna. El extraño contacto le hizo pegar un brinco de la sorpresa.

—¿Eleanne? —llamó con un escalofrío que amenazaba recorrer su cuerpo.

—Shh, calla. No te dije que nos iríamos tan rápido, ¿o sí? —contestó el hombre con la voz desfigurada de una Eleanne dominada por el fuego de la lujuria —sabes, cariño, desde que te vi en el bosque, con esa desenvoltura de fresca madurez para una mujer de tu edad, sentí un deseo insaciable de poseerte. Puedes tomar esto como una declaración amorosa, o lo que sea. Me gustas, te deseo. Y ahora que vuelvo a tener la oportunidad no la desaprovecharé —puso una mano sobre su cabeza, acariciando suavemente esa sedosa melena color café— te voy a violar así que no te muevas.

—¿Eleanne? —repitió la joven que aún no se recuperaba de su incredulidad.

—¿Qué? Llámalo sexo de reconciliación.

—¡Basta! —gritó con una fuerza inusitada pese a su desfalleciente energía. El ruido resonó en la oscuridad de la habitación y posiblemente en las que compartía más allá de sus paredes.

—Ya te oí, está bien, lo haremos a tu modo, pesada —respondió Eleanne, como si toda su confesión hubiera sido tan solo una incómoda broma. Repentinamente se puso seria.

Entonces tiró de las cadenas que sujetaban las manos de Margot, pero el esfuerzo fue inútil pues estaban aseguradas de ambos extremos y se perdían en los oxidados engranajes de un mecanismo tan alto y alejado como el techo. Con esto, descubrió las costosas limitaciones de prescindir de la magia feérica cuando controlaba de forma remota a un ente vivo.

Ahora tenía que idear otra cosa para liberarla. Por suerte, no tardó en darse cuenta de los instrumentos de tortura que había desperdigados en una mesa apartada, destacaban una maza de clavos, un trinche de dos dientes y un hacha. Tomo esta última y con el vigor del guerrero humano que era partió un par de eslabones limpiamente. El ruido metálico pareció ser suficiente estímulo para apresurarse, pues ya se oían los botines de los guardias rechinando por el pasadizo.

Eleanne efectuó otros tres cortes, y así Margot, viéndose rescatada de sus ataduras de hierro, comenzó a entusiasmarse con la oportunidad de una huida fácil, que no entrañara un gran desafío. Ahora que las cosas parecían milagrosamente conducirse bien, ¿era mucho pedir una sucesión de buenos resultados?

La puerta fue abierta con estrépito. La vertiginosa intrusión de los mismos guardias armados que la encerraron impidió que pusiera claridad sobre sus planes. El temor le hizo flaquear las piernas, no obstante, a diferencia de la desolada situación en que estaba cuando no había nadie a su lado para ayudarle, ahora tenía un modo de hacer frente a aquellos aborrecibles seres y triunfar por encima de la maldad que encarnaban.

Pero estos exhibieron un comportamiento dócil, inesperadamente tranquilo y manso. No había ningún señal visual de que estuviesen preparándose para atacarles, al contrario, parecían moverse con sumo cuidado, con la intención de no incurrir en un gesto estúpido o provocaciones innecesarias. ¿Qué estaba ocurriendo?

Arcángel de la guerraWhere stories live. Discover now