Vínculo

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Detesto cuando comienza a dolerme la cabeza en situaciones complicadas.

La mujer de cabello castaño y piel tostada sigue arrodillada delante de mí, a su alrededor yacen dispersos los tallos de trigo que mi espada decapitó.

¿Debo disculparme por eso? Es decir, segué de un corte todo el trigo que la cubría, más bien debería agradecerme porque ese es su trabajo. Aunque, en verdad fui muy irresponsable; si ella se hubiese encontrado de pie, le habría seccionado la cabeza limpiamente.

Me mira con un gesto de incredulidad y desconcierto. No sé exactamente por qué, pero puedo adivinar que se debe a mi indumentaria, ¿serán mis alas?, es cierto que son muy grandes y llamativas, o tal vez... mi rostro. Recuerdo que todavía no me he visto.

—Un ángel... —dijo, su voz deslizó lentamente las palabras, como si quisiera purificarse a sí misma pronunciándolas.

¿Debo asentir o saludar? Demoro unos segundos en decidir.

—Así es, aunque, en realidad soy un poco más que un ángel —le respondo con timidez. Me extraña escuchar mi aguda voz, aunque la siento más clara, nítida y ágil que la anterior—. Me presento, mi nombre es Nayarit, soy un arcángel de la diosa de todo.

No recuerdo que Maurielle me haya prohibido revelar mi identidad, o debo decir, la identidad que me ha concedido. Creo que en algún momento me vería en la obligación de hacerlo, es imposible esconder estas alas y fingir que soy humana.

Quiero reírme después de decir diosa de todo; es lo que ella me dijo, así que no debería importarle que la presente de esa manera.

—Oh —la confusión de su rostro es reemplazada por el asombro—. ¡Bienvenida a estas tierras! —dice con energía, luego se apresura a inclinar la cabeza contra el piso.

No me explico el comportamiento sumiso que demuestra, ¿son tan respetados los ángeles? Esto me va a traer más de un momento incómodo. Puedo acostumbrarme, e incluso, no sé si es debido a una arrogancia latente en mí, pero podría disfrutarlo.

—Está bien, puedes incorporarte. Muchas gracias por la bienvenida.

Ella se levanta como controlada por el timbre de mi voz, trata de limpiar su atuendo polvoriento, la evidencia de una larga jornada de trabajo. Se queda otra vez con la mirada absorta, no sabe si caminar hacia mí o alejarse. No quiero que se asuste, no merece una intimidación como la que provoco, después de todo, aparenta ser una persona inofensiva. Dije que no me confiaría, pero, voy a tratar de mostrarle una actitud pacífica y amable.

—Tranquila, no voy a hacerte daño.

Como si fuera otra orden de mi voz, ella relaja la tensión de sus músculos, deja de temblar, aunque aún mantiene la misma mirada de alerta.

—¿Qué es lo que su alteza desea de mí? —responde con encogimiento.

Debo aprovechar esto, necesito indicaciones, y ella parece inclinada a dármelos. No sé cómo argumentar que estoy perdido. Soy un ángel que se pierde, ¿es eso posible? Pero no es mi culpa, si Maurielle, me hubiese señalado la dirección que debo tomar, las acciones que ejecutaré, no estaría en esta situación, pidiendo consejos de desconocidos.

—Sí, ¿puedes decirme en qué lugar me encuentro?

No tengo otra alternativa, lo mejor que puede suceder es que me tome por una forastera, y lo peor, sería que descubra mi desorientación y me engañe.

—Uhmm —ella se encierra en sus pensamientos, pero luego prosigue— usted ha llegado a la tierra del señor barón de Casovor, no sé si eso es lo que deseaba saber.

Arcángel de la guerraWhere stories live. Discover now