Espejo

1.4K 149 43
                                    

Los lívidos rayos del sol inflaman lentamente el cielo.

El amanecer me encuentra despierto, contemplándolo desde la agradable sombra de un árbol. A pesar de la completa carencia de fatiga o debilidad, me causa un poco de lástima no poder dormir. Siento que ya comienzo a olvidar aquella sensación que uno experimenta cuando sueña profundamente.

Sin embargo, me da cierto alivio estar despierto, porque así puedo vigilar el entorno con mucha atención, y prevenir el acercamiento peligroso de cualquier criatura salvaje. No quisiera que me hallasen en una posición vulnerable e indefensa mientras duermo como un tronco.

Quizá bajo el refugio de una casa me podría conceder el lujo de distraerme del entorno y forzar una breve siesta. Pero en mi actual condición no resulta sencillo encontrar un lugar así, a menos que visite una ciudad y busque alojamiento.

Ahora que sé que tengo una capa que me protege de las miradas sospechosas, no parece una mala idea. El problema está en que no tengo dinero ni recursos para solventar los gastos de mi estadía. Todavía no recibo de Maurielle ni un cobre, tampoco sé si cobraré una remuneración por mi trabajo, o es que solo represento un peón desechable para sus planes, uno de sus esclavos.

Creo que volveré a negociar el acuerdo...

Mi otra opción había sido regresar al pueblo, pero después de haberme alejado demasiado ya no recuerdo en qué dirección se ubica. Por el momento no me queda de otra más que cobijarme debajo de las frondosas ramas de los árboles, lejos de las ciudades y de los caminos donde algún transeúnte curioso pudiese verme.

Respiro hondamente.

Y pensar que ha pasado una semana desde que llegué a este mundo. Tengo la impresión de haber hecho muchas cosas, aunque la falta de cansancio me sugiera lo contrario. Salvé a un pueblo del incendio, me enfrenté a un mago, ejecuté mi primer hechizo exitosamente, me escabullí en un reino hereje, y derroté a un minotauro.

Quizá lo habría disfrutado más si la manifiesta sensación de peligro hubiese desaparecido. Estuvo presente durante todo mi recorrido. A pesar de ello, al final pude regocijarme de haber realizado un buen trabajo.

Incluso si me despojaran de todos esos momentos, aún conservaría el efecto electrizante que me produjo el beso de aquella mujer. En verdad, no puedo olvidarlo, nunca antes había tenido un contacto similar, en donde alguien se esforzara apasionadamente por arrebatarme el aliento.

Sin embargo, el instante tuvo una magia que nada tiene que ver con mi inexperiencia. Presiento que intervino algo más, aquel beso tuvo que haber sido influido por un encantamiento, como si durante él se activara un hechizo poderoso cuyas sutiles consecuencias nunca alcancé a descubrir.

Tal vez si me hubiese quedado más tiempo, habría averiguado su verdadera magnitud. Ahora es imposible saber.

Me incorporo de un salto y estiro mis brazos para relajar los músculos, mis robustas alas se agitan probando la suavidad del viento. Dentro de poco volveré al cielo, volar es mi única salida, quedarme en la superficie solo incrementará las posibilidades de que alguien me encuentre.

Además, prolongar mis vuelos hará que me acostumbre al uso constante y eficaz de mis alas. También me proporciona una sensación indescriptible de serenidad y de ansiada libertad.

Me detengo un segundo porque empiezo a recordar los hechos del día anterior, y solo una pregunta naufraga en la isla de mis preocupaciones. ¿Qué habrá ocurrido con Tesius y su pequeño acompañante?

Cuando nos despedimos, me esforcé por tomar una ruta distinta al trayecto marcado por el carruaje en que escapaban. Desconozco el destino que la princesa dispuso para ellos. Quizá ordenó que los enviasen a la frontera, o a alguna ciudad próxima en donde pudiesen esconderse temporalmente, adoptar otras identidades.

Arcángel de la guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora