Mensaje

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La noche arreciaba su manto oscuro sobre la ciudad flotante de los ángeles.

Nayarit subió las escaleras abandonando la estancia más sagrada del palacio. Se detuvo frente al vasto pasillo tapizado por una impecable alfombra carmesí, la tentación de estudiar los cuadros que adornaban sus paredes fue muy fuerte. Desde la profundidad de su corazón oía el eco de una voz que la empujaba a encontrar respuestas. ¿Quién había sido aquella princesa adorada por todos y que alguna vez, por una misteriosa casualidad, tuvo que desaparecer?

Posando sus ojos bermellones en el lienzo de una elegante y trabajada pintura descubrió un sutil detalle que le impresionó. Maurielle encabezaba el lugar central vestida con la misma armadura que exhibía en su escultura tallada en piedra blanca, mientras que, escoltando su flanco derecho, yacía una figura familiar: era ella.

Nayarit se vio reflejada en la imagen de la acompañante de la diosa suprema, el delicado y encantador semblante felino estaba impreso en su rostro, quizá un poco más maduro y consumido que el suyo. Se creía más joven que la mujer representada en la pintura, sin embargo, le parecía imposible confundir su apariencia con la de una persona que no fuese ella.

Pensó en la posibilidad de que Maurielle la hubiese rejuvenecido, pero no estaba segura. De hecho la intención del artista pudo haberse involucrado en el motivo del cuadro. Otro detalle asombroso era el aspecto extravagante de su propia armadura, no era la que actualmente se enfundaba sino un conjunto más revelador y clásico compuesto por piezas de reluciente oro, el precioso metal armonizaba perfectamente con sus emplumadas alas doradas.

Le obsesionó la evidencia de haber sido una persona muy diferente en el pasado, incluso creyó experimentar por primera vez la culpa del que usurpaba indebidamente una posición muy importante. Pero, si no era ella, entonces ¿quién más podría ocupar el lugar de gobernante supremo de La Ciudadela? Hasta que no tuviese la certeza de que existía una verdadera princesa angélica exiliada en algún rincón del mundo, no cedería el gobierno a nadie y haría prevalecer su propia voluntad por encima de cualesquiera aspiraciones que extraños quisieran imponer.

De pronto escuchó el ritmo paciente de unos tacones acercándose, volteó y vio a Alice, la sirvienta espíritu, como una silenciosa observadora que no quería interrumpir su abstraído debate con la pintura. Nayarit se dirigió a ella con una sonrisa.

—Es francamente admirable el cuidadoso y atento trabajo de limpieza que se practica aquí —dijo con un tono muy de elogio.

Alice bajó la cabeza.

—No podría este lugar bendecido por su presencia ser ofendido con la más insignificante partícula de polvo. Siempre nos esforzaremos para que reluzca tanto como su noble figura, alteza.

Su mirada se distrajo en el rostro inclinado de la sirvienta. ¿Me perdonará si le desordeno ese adorable flequillo?, pensó con cierta malicia juguetona.

—Quiero comunicarle, alteza, que hemos hecho los preparativos para que usted pueda disfrutar de un baño caliente —continuó Alice—. Si me permite, yo le indicaré el camino.

Nayarit no podía negarse a la invitación, si bien no compartía la preferencia de una vida rodeada de lujos materiales, se había ganado merecidamente el derecho a beneficiarse de las oportunidades para descansar y recrearse en compensación por su laborioso, y a veces estresante, trabajo.

Sabes que lo merezco, Maurielle, pensó.

Libre del posible cargo de conciencia, Nayarit siguió a la sirvienta a través del pasillo de las obras pictóricas, cuando llegaron a un cruce tomó una dirección diferente a la del comedor en el que temprano había compartido con Morfradite sus últimos momentos. Recordaba a la diosa con insólita melancolía, como si se tratara de una antigua amiga. Quizá esa nostalgia que experimentaba era justa y razonable; hasta donde entendía, ellas se habían conocido en un pasado lejano teniendo en común la obediencia que le profesaban a Maurielle, Morfradite como diosa del panteón, y ella como princesa de los ángeles.

Arcángel de la guerraWhere stories live. Discover now