Correspondencia

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Un intenso aroma de rosas embalsamaba aquel espacio exterior del palacio.

Nayarit sostenía una hoja de pergamino mientras devolvía una sonrisa cómplice a su pequeña invitada. Ambas se hallaban sentadas en torno a una mesita acondicionada con sencillez y en la que se podía advertir diversos bocadillos y postres de olor irresistible.

Se encontraban en un sector del jardín rodeado de árboles florales y macizos de arbustos. Más allá había un sendero de rocas que conducía a la torre más cercana y por el que de vez en cuando se veía pasear a una sirvienta.

—Ese ha sido el más dulce que he oído hasta ahora, mi princesa —dijo Aysha, la directora del Coro angélico, con la ternura escrita en todo su rostro— ¿podría repetirlo, por favor?

Nayarit transmitió un poco de su magia al pedazo de manuscrito, y este recitó las palabras con una clara y suave voz masculina.

—Adorada princesa del cielo, comparto con usted la inmensa emoción que siento por su regreso, y extiendo la más cariñosa de las bienvenidas que soy capaz de ofrecerle como su humilde ángel admirador, con la esperanza de que sea de su completo regocijo. Espero que permanezca con nosotros siempre. Besos de adoración.

De pronto aquella voz adolescente se volvió musical. Entonaba con mucha soltura y potencia las notas agudas de una canción, sosteniéndola a lo largo de varios minutos en los que, incluso Aysha con su esbelta e impecable voz de diva quiso acompañarle. Al terminar de interpretar aquel tema romántico, el remitente de la carta se despidió muy sensiblemente conmovido por su propio talento, deseándole un eterno reinado soberano del cielo, y ya no le quedó ninguna duda a Nayarit de que bien podía tratarse de un niño de doce años.

Aysha aplaudió para llenar ese silencio incómodo posterior a la lectura de cada correspondencia.

La princesa depositó la carta en una bandeja de porcelana que había en la mesa, y en la que además se advertía una pila rebosante de pergaminos, muchos de ellos ya abiertos y leídos. Nunca habría imaginado que apenas llegar a la ciudadela se encontraría con un largo inventario de mensajes por leer, dirigidos no solo del mismo reino angelical sino de otros territorios de la superficie, cuyos gobernantes mantenían con los ángeles relaciones diplomáticas y militares muy estrechas.

En el alto de cartas había no solo aquellas de carácter oficial, saludos formales de reyes y caudillos, paladines y princesas, que en otro tiempo comparecieron ante los ángeles y juraron lealtad y respaldo al sistema único de dominación que desplegaron sobre el mundo; aparte de las bienvenidas y las reiteraciones de devoción, había otro tipo de correspondencia más personal en la que cabía todo, desde las sensibles muestras de adoración que le profesaban sus propios ángeles, hasta solicitudes de matrimonio y amenazas de muerte de especies misteriosas.

Se podría decir que hasta ese instante Nayarit había permanecido completamente ignorante de la forma en que los demás la veían, y que la lectura de ese sorpresivo correo le había abierto los ojos desengañándola de la presencia inspiradora e idolatrada que creía ser, pues era bastante obvio que también infundía en algunas gentes sentimientos de odio y de lujuria.

Por suerte Aysha se encontraba con ella, así procuraba gastar su magia solo para leer en voz alta lo que le habían enviado otros ángeles. No quería que la pequeña escuchara lo repulsivo y siniestro que eran los mensajes de aquellos que solo deseaban satisfacer sus fantasías.

—Yo lo conozco —aseguró Aysha acariciándose los cordones dorados que colgaban de su precioso vestido púrpura— se llama Remi, es la tercera voz del Coro, pero también es candidato a centinela, alardea de ser el único de nosotros que se convertirá algún día en caballero. No me sorprendería, después de todo es hijo del capitán.

Arcángel de la guerraOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz