Pacto

2.3K 251 83
                                    

La magnífica criatura fantástica se posa en la hierba.

Todo el bosque se ha silenciado de pronto, como si la presencia de aquel animal fuese profundamente advertida. Incluso yo me quedo en un agudo estado de conmoción que parece no tener remedio. ¿Qué ven mis ojos?

Es un caballo alado de pulido pelaje blanco, alto y robusto, sus llamativas alas emplumadas se extienden a lo largo de nuestro campo de visión, son más grandes que las mías. El curioso animal nos observa tranquilo, y de la nada, exhala un fuerte relincho que me despierta de mi asombro.

Me gusta su temperamento calmado y a la vez enérgico, se nota que está en la plenitud de su vida. No sé si acercarme, tengo pánico de que sus alas sean tan afiladas como las mías.

—Adelante, alteza, no le hará daño —Nixie parece haber leído mi temor y me consuela— ese precioso pegaso es suyo. Aunque, por ser la primera vez que se conocen, tiene que formar un vínculo con él.

—¿Cómo hago eso? —pregunto, ocultando mi nerviosismo.

—Acérquese lentamente, cuando él descubra que no tiene malignas intenciones le ofrecerá su cabeza. Debe posar su mano en ella y compartirle parte de su magia.

—De acuerdo.

Apenas pude comprender el procedimiento, temo equivocarme en algún paso y fastidiarla. Si eso ocurre no solo haré reír a una niña, sino que me veré como una inútil ante sus ojos. No sé si ella se decepcionaría de mí, pero no quisiera que pierda la confianza que me tiene.

Avanzo con cautela, el gran corcel alado adivina mi propósito y retrocede, su recelo me preocupa. Pero continúo adelante, y consigo situarme frente a él. Percibo, para mi sorpresa, que inclina la cabeza y doblega sus temibles alas. ¡Funciona!

Elevo mi mano temblorosa hacia su frente, y con sumo cuidado coloco la palma de mi guantelete. El espesor de este no me permite distinguir la sensación de su tacto, pero yo sospecho que es muy suave. Como último paso, trato de sentir mi propia magia fluyendo, es muy difícil concentrarse cuando te atemoriza la repentina reacción que puede revelar esa criatura. Hago un esfuerzo considerable para no huir espantado.

Siento mi magia brotar hacia él, como discurre el agua del río hacia el mar. La bestia emite un sereno resoplido, parece que ha bajado la guardia. No sé si es momento de sentirme aliviado, rápidamente Nixie lo confirma.

—¡Felicidades, mi princesa, ha domado a su pegaso!

¿Me darán un aumento por esto, cierto? Es verdad, no me pagan ni un cobre.

La pequeña aplaude con entusiasmo, y sus ojos insinúan un brillo de admiración. Es idea mía, o es demasiado sencillo domar un caballo con alas por estos lares; la emoción de Nixie me dice que quizá no muchos puedan hacerlo. Desconozco si otras especies también los montan. Tal vez sea una montura reservada solo para los ángeles.

Satisfecho por mi inesperado éxito me dispongo a montarlo, pero me detiene la mirada inquieta de Nixie.

—¿Desea algo más, alteza? Sé que mi trabajo consiste en servirle con empeño y diligencia, pero ahora deb-

—Te entiendo, Nixie —le interrumpo calmándola— no te preocupes por mí, puedes continuar con tus quehaceres personales. Agradezco tanto tus valiosos consejos. Yo terminaré mi misión.

—¡Muchas gracias! —la pequeña se regocija de júbilo y me abraza como la primera vez que nos vimos, hunde su cabeza en mi abdomen y el contacto provoca que su cabello en forma de torre se tambalee, acaso pidiendo que lo acaricie.

La vergüenza me lo impide, no debería corresponder sus deliberadas muestras de afecto, podría ocurrir lo mismo que pasó con Margot. Quizá lo estoy llevando demasiado lejos, después de todo es solo una niña, lo único que siente es cariño y fascinación. Es que su actitud me confunde, yo no quiero comenzar a extrañarle...

Arcángel de la guerraWhere stories live. Discover now