Confirmación

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¿Cómo actúa una mujer?

Me pregunto mientras recorro el prado con paciencia. El sol todavía no se oculta, hay una fresca brisa que acaricia la hierba y mi cabello, procede de las montañas. Aunque su lejanía no ha cambiado, a pesar de que ya he andado un buen rato, y no es ahí adonde me dirijo. De hecho, no sé hacia dónde voy. Persigo instintivamente el destino más próximo, lo que sea que encuentre, siempre y cuando no signifique un peligro o un riesgo.

Volviendo a mi mente, tengo serias dudas de mi papel en ese mundo; principalmente, de lo que soy ahora. Fui un hombre en mi vida anterior, conservo con integridad los recuerdos y experiencias que viví, es una locura pedirme que actúe como una mujer. No solo porque es evidente que no sé hacerlo, sino que, además, mi contacto con ellas fue muy pobre. Jamás conocí a una chica con quien haya podido desarrollar un lazo cercano e íntimo.

Entonces, ¿cómo puedo pretender ser una de ellas?

Me duele la cabeza. No quiero seguir pensando en eso, así que trato de escoger rápidamente la opción más trivial. No puedo exigirme actuar como una mujer, tampoco trataré de actuar como un hombre: iré por el mundo sin una identidad.

No sé lo que eso implica, pero lo tomaré.

Lo siguiente es...

No terminé de entender cuál era mi misión, es decir, debo controlar los conflictos entre especies pero, no tengo la menor idea de quiénes son o en dónde se encuentran. Aunque puedo aprovechar esta ambigüedad y hacer lo que me plazca, después de todo, si me llama la atención, me excusaré diciendo que no me ha suministrado la información completa.

Suena justo, además, desde el primer momento me pareció muy molesta la actitud de esa diosa, cree que su divinidad la autoriza a comportarse como una engreída. Aunque, no voy a negar que posee una belleza de antología.

Es cierto, si soy una ángel, ¿me habré apropiado de una belleza similar? No hay una fuente de agua próxima para apreciar el reflejo de mi rostro; los espejos tal vez no estén disponibles aquí sabiendo que es un mundo en desarrollo, como mencionó Maurielle.

Me pregunto qué tan subdesarrolladas estarán las civilizaciones, ¿podría compararlo con algún período histórico de mi mundo? Si lo pienso bien, visto como un caballero medieval con armadura y espada, por lo tanto, no es una ligereza decir que estoy viviendo en una época semejante.

A lo lejos veo que una porción del prado se interrumpe para dar pie a un campo de cultivo, la verde y plana hierba es reemplazada por una espesura amarillenta y elevada. Desconozco qué tipo de plantas son, pero sospecho que han sido labradas por alguien, es decir, que un núcleo de inteligencia superior puede encontrarse cerca. Noto que no he pensado inmediatamente en seres humanos, a pesar de que ese sembradío me recuerde mucho a los de mi mundo. Abrigo inconscientemente la posibilidad de encontrarme con otras especies.

Si la diosa hubiese sido más atenta conmigo y me hubiera mencionado con qué especies tendré que lidiar. Ella dijo que nos volveremos a ver, así que aguardaré con estoicismo. Aunque en el fondo quisiera que no regrese. Comienzo a acostumbrarme a este grado de libertad.

Sé que no soy plenamente libre, pero la contemplación de este majestuoso paisaje es suficiente para que mi voluntad y determinación se independicen de toda ley o mandato, olvidar que tengo una misión, olvidarme de todo.

Es cierto, ¿puedo volar? Tengo un par de alas que se extienden en mi espalda, su tamaño me impresiona, no ejercen un peso considerable en mi cuerpo, son tan livianas. Acerco una de ellas a mi rostro, están formadas por blancas plumas largas y filosas, su contacto parece peligroso, evitaré tocarlas. Pruebo agitarlas despacio y veo cómo se forman remolinos en la hierba, me da miedo intentarlo pero quisiera elevarme un poco del suelo.

Agito con mayor intensidad, mi cuerpo sale disparado hacia arriba, sin querer solté la espada pero veo que cae en la hierba. Me habré elevado unos siete metros antes de precipitarme directo al suelo, cierro los ojos. Me sorprendo, la caída no fue dolorosa, apenas sentí un roce incómodo que no me produjo moretones o heridas. Y lo único que hice fue agitarlas una vez, no me imagino si mantengo el aleteo por más tiempo.

Me incorporo con lentitud, trato de limpiar mi armadura, pero esta no recibió ninguna marca o abolladura, mantiene su reluciente aspecto. Eso me alegra, he comprobado su resistencia. Recojo mi espada y vuelvo la vista hacia los cultivos.

No he pensado en las medidas que tomaré si me encuentro con alguien. Lo más importante es analizar si representa una amenaza para mí. Si su comportamiento es hostil me veré en la obligación de actuar, de intimidarlo con mi espada, o mis alas. Tengo la sospecha de que mi condición de ángel me proporciona algunos beneficios. Parece que tengo mucha resistencia física, no dudaré en aprovecharla llegado el momento. Y como alternativa final, si todo se torna difícil e insuperable, siempre puedo desbocarme contra el cielo. Sería muy arriesgado, pero también, muy emocionante.

Estoy a pocos pasos del campo de cultivo, creo que es trigo, eso significa que es creíble la existencia de seres humanos en estas tierras. Aunque parece que estoy sesgando mi perspectiva porque bien puede haber en este mundo una especie que siembre este tipo de planta.

No quiero dudar ahora.

Me sumerjo en la multitud de tallos con precaución, pierdo de vista mis pies, toda la parte inferior de mi cuerpo. Los tallos de trigo alcanzan mi pecho, no sabía que fueran tan altos. Por suerte, todavía puedo ver desde una posición cómoda y despejada. Escucho que mis alas rasgan algunos tallos solo con el contacto. Usaría mi espada para cortarlos y limpiar el camino, pero sé que estos cultivos le pertenecen a alguien y no quisiera meterme en problemas.

Anduve un tiempo sin que se terminara, no me encuentro cansado, pero en mi estómago siento que hay un sutil vacío. No sabía que los ángeles podían tener hambre.

Exijo una explicación, Maurielle.

Me detuve porque mi viaje no está progresando. El sol ha chocado con el horizonte, y presenta su característico color rojizo: está atardeciendo. No siento frío, sin embargo, la reminiscencia de mi vida anterior me empuja a buscar un cálido y acogedor refugio para abrigarme, tal vez, esa también sea la explicación de mi hambre.

Inesperadamente, escucho un sonido lejano que no logro identificar. Vuelvo a caminar para localizar su origen, agudizo mis oídos y confirmo que recorro el camino correcto, la intensidad de ese ruido se incrementa, así como su duración. Sé que no es el viento, más parece un ruido artificial producido por los tallos de trigo cuando se quiebran. Advierto que una sección de los tallos se tambalea y cae, alguien oculto por debajo los está segando.

Me detengo, sé que estoy de pie en la proximidad inmediata de la fuente. Pero ahora ya no se escucha, intuyo que reparó en mi presencia y se detuvo.

Pensando más en mi seguridad que en la negligencia, balanceo mi espada y de un corte arraso con la parte del cultivo que esconde al dueño de los ruidos. No me pregunto por la sorpresiva fuerza que poseo, porque estaba más involucrado en la situación.

Veo su figura bañada por el rojo luminoso del atardecer, como si se estuviera incendiando. Ella me observa sin atreverse a hacer algún movimiento, yacía sentada, apoyada con sus brazos que temblaban sin control. Era una chica de cabello castaño, piel tostada, vestía un uniforme de agricultor muy anticuado y polvoriento. A su lado había un costal lleno de trigo y una hoz.

El examen de sus rasgos y su anatomía me permite concluir que sí es humana. Es un alivio saber que hay otros de mi especie, porque eso ayudará a que me acostumbre con mayor rapidez a este mundo.

Ambas aguantamos la mirada, no decide si moverse o no, y yo no sé qué decirle.

Oh, no el dolor de cabeza, no ahora.

Arcángel de la guerraWhere stories live. Discover now