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¡Muy buenas, criaturitas del señor!
Como cada semana ya estamos aquí, listos para presentar a los ganadores del Desafío #65. Es verdaderamente emocionante ver la participación y el cariño que nos demuestran cada semana, la participación de ustedes nos da la vida y nos motiva a poder desarrollar cosas que puedan gustarles.
Pero basta, no nos pondremos más sentimentales. Es momento de presentarles a los ganadores de esta semana.
¡Nos vemos el día viernes para un nuevo desafío!
*La forma en la que se muestran los participantes no tiene un orden en específico.
Recrimine enojada a la pantalla de la laptop. La emoción era fuerte en mí, tanto, que agarré un lápiz de mi cartuchera para empezar a morderlo.
¿Hacer eso estaba mal? ¡Sí, pero ahora no importaba!
Era media tarde, mi hermana estaba durmiendo y no podía, cómo hago al ver películas o leer, liberar mis emociones gritando o saltando.
Desde siempre, mis emociones solían controlarme. Claramente, a diferencia de mí yo del pasado, mejoré en el manejo de estas. Pero cuando se trataba de películas o libros, me liberaba de ese control.
Mis padres siempre se extrañaban cuando de la nada, llegaba llorando por la muerte de un personaje o estaba feliz porque el personaje había logrado su objetivo.
Me fascinaba lo fácil que era, para nosotros los lectores o cinéfilos, empatizar con un personaje. El maravilloso trabajo que...
— ¿'mana? ¿Por qué tienes un lápiz en la boca? — Cuestionó mi hermana.
Wow.
Estaba tan sumida en mis pensamientos que me perdí quince minutos de la película.
Cuando saque el lápiz de mi boca, para así limpiarlo, este se terminó quebrando en mis manos.
En verdad, ¿estaba muy frustrada por esa escena, eh?
Creía tener la capacidad de crear incluso las historias más creativas con tan solo una palabra,sin importar cuál fuera. Mi mente divagaba y viajaba a lugares que quizá ni existían,creaba personajes que cuál fuera mi intención, amar u odiar, conseguían la forma de arrancar tu atención de dónde fuera y centrarla en ellos, transmitía emociones a través de oraciones que, muchos llamaron,no tenían sentido.
Las utopías eran mi escena favorita.
Nunca tuve un problema con las letras, pero desde que puse mi puño y mi corazón en esa historia,supe que estaba jugando con fuego,no me importo.
La historia avanzaba, no comía, a veces no dormía, desconocía mi nombre en ocasiones, por estar tan metida en el personaje que me encontraba narrando. Necesita un psiquiatra, o mínimo un psicólogo, según mamá.
Desvelos, mis calificaciones bajaron de golpe y me percate que, ya no estaba en mi realidad.
El clima, el aire, incluso había extraños monumentos que solo mi mente podía haber creado, y luego estaba ella.
El único chico con la capacidad de jugar con mi mente, y no estaba lista. Pase de controlarlo yo con tinta, o a través de las teclas de mi ordenador, a ser controlada por él
Tengo veintisiete años y heme aquí, frente a la pantalla de mi laptop mordisqueando un pobre lápiz que agarré de mi escritorio. ¿Tiene la culpa? No, claro que no. Pero es lo único que está conteniendo mis nervios y le estoy profundamente agradecida.
Han pasado dos largos y eternos minutos desde que mi hermana metió sus dedotes en mi ordenador. ¡Le envió un email a Daniel! ¡A Daniel Garrido!
Él ha sido... digamos que "mi crush" desde el momento en que coincidimos en la oficina. Traía café para mi jefa, mientras él salía de la puerta del elevador para presentarse en su primer día. Fue tan romántico... excepto por la parte en que lo baño en cafeína y le pido doscientas disculpas.
Desde ese día, me saluda y sonríe. Probablemente sea recordando mi torpeza; pero no importa, su sonrisa es perfecta.
El demonio quinceañero le mandó un: "¿Estás libre este sábado?" con una carita sonriente. ¡Una carita sonriente!
Quinientas excusas han pasado por mi mente durante estos dos minutos. Pero, cuando el reloj marca el tercero, su respuesta llega: "Claro, ¿te podría recoger a las ocho?"
No sé si oyeron eso, pero fue el sonido de mi corazón infartándose emocionado.
