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¡Feliz jueves, hermosos seguidores! Al igual que todas las semanas venimos trayéndoles los resultados del último desafío que publicamos por el mes del amor. Siempre es un verdadero placer el poder leer sus relatos, agradecemos de corazón la acogida que tiene este apartado y la buena onda y las ganas que le ponen para poder participar.
Sin más preámbulos, aquí están los ganadores.
*La forma en la que se muestran los participantes no tiene un orden en específico.
Luego de varias semanas armando conjeturas dentro de mis pensamientos, llegué a la conclusión que tanto me aterraba: lo que sentía por él ya no puede considerarse como "afecto entre amigos", porque en lo que a mí respecta, había rebasado los límites.
Amaba todos y cada uno de sus estúpidos chistes, sus intentos por fastidiarme cuando no obtenía las notas que creía merecer, lo seguro que se mostraba respecto de su filosofía de vida, así como nuestras intensas "discusiones" sobre temas banales. Cuando empecé a añorar las seis horas pasábamos juntos a diario, supe que había perdido la batalla contra mí misma.
Llegó un momento en el que fui incapaz de contenerme y decidí contárselo a mi mejor amiga, Lilian, a quien no le pareció extraño en lo absoluto. Bajo la premisa de que estábamos a unos cuantos meses de graduarnos de la secundaria, me alentó a confesarle lo que sentía. Al principio me mostré renuente, pues el viento no soplaba a mi favor y tenía miedo de quedar a la deriva en medio de aguas turbulentas.
No obstante, el viernes era 14 de febrero, fecha que establece un ambiente ideal para este tipo de declaraciones. De inmediato pensé en You belong with me de Taylor Swift, por ser un vívido reflejo de nuestra situación actual. Y entonces se me ocurrió una idea.
Ese día, esperé a que el salón quedara vacío. Lilian me guiñó el ojo antes de desaparecer por el umbral de la puerta, lo que contribuyó a aumentar mi nerviosismo.
La única forma de ponerle fin a la incertidumbre que me estaba consumiendo se había presentado delante de mí, era menester aprovecharla.
—Oye, Gus. Antes de irnos, quisiera darte esto. —Extendí mi mano y le entregué una carta que había escrito durante la noche anterior.
En ella escribí la historia de una chica incondicional hacia su mejor amigo, quien eventualmente termina enamorándose de él, pero este no alcanza a percibirlo, tal como dice la canción. Me tomé el atrevimiento de leerla en voz alta, y antes de si quiera preguntárselo, emitió su veredicto.
—Tú eres esa chica, ¿no es verdad? —Pues... —bajé la mirada. Mis mejillas se tornaron calientes y mi pulso se aceleró a un ritmo inhumano—. Creí que había sido lo suficientemente explícita.
Apretó los labios y suspiró. Tuve un mal presentimiento de lo que se avecinaba.
—Siempre me temí que esto sucediera. —¿A qué te refieres? —indagué. —Creo que yo también tengo algo qué decirte, Meli. Sé... sé que te va a doler, pero sería peor si te dejase alimentar esas falsas ilusiones. —Alzó la vista y me vi en sus pupilas, que brillaban como consecuencia de la humedad que amenazaba con desprenderse en forma de lágrima. —Espera —dije con voz apagada, tratando de contener el cúmulo de emociones que hacían estragos en mi pecho—. Déjame adivinar. Tú no me quieres como yo a ti.
