Desafío #79: Resultados

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¡Buen miércoles sensuales seguidores!

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¡Buen miércoles sensuales seguidores!

Al igual que todas las semanas les traemos los resultados de nuestro último desafío. Muchas gracias por su participación, amamos siempre leer sus relatos.

*La forma en la que se muestran los participantes no tiene un orden en específico.

***

LizbethPrtielesSanch

Título El camino a Roma


Cuando me quedé tirada en la carretera, deseé no abrir los ojos. Hacerlo significaba enfrentarme a la realidad, y yo prefería flotar entre las nubes.

—Alana, ¿estás viva? —preguntó mi hermana pequeña, zarandeando mis huesos ya maltrechos.

Quise gritar que no, porque el auto que se dio a la fuga tras atropellarme, no solo se había llevado mi visión; también me arrebató los sueños. Sombras grises me acecharon por dentro y por fuera y amordazaron las palabras. Apenas logré llorar y maldecir. ¿Para qué contar a Karla que no era más que un zombi andante, un despojo humano?

En la recuperación se emplearon recursos, tiempo, esfuerzo, lágrimas y trozos de mi alma. Cuando me dieron de alta médica, no tenía un objetivo. Creía que jamás sería capaz de alcanzar la gloria olímpica; aunque me esforzase como nunca antes, no vencería a una tortuga en la pista. Todos los años de duro entrenamiento habían perdido su razón.

Cada tarde, caminaba apoyada en mi bastón y me sentaba en un banco del parque. Allí, escuchaba las risas de los transeúntes y me nutría de su felicidad. Hasta que, un día, un hombre se me acercó.

—Siento el dolor de tu espíritu —me dijo. Por su voz, supe que era un anciano y, por el sonido de su bastón en el asfalto, que también era invidente.— Este consejo te doy: «Todos los caminos llevan a Roma. Si no eras capaz de volar, anda».

Luego, me compartió su testimonio y sembró en mí la llama de la fe. La noche en que el periódico local en que trabajaba como cronista se incendió, él rescató a varios de sus colegas del fuego, pero sufrió graves quemaduras y golpes en la cabeza. Así fue sepultado en un mundo sin colores. Lejos de considerarlo una traba, aprendió Braille y continuó regalando sus escritos a los lectores.

¿Cómo llegaría a mí Roma? ¿Habría una manera de alcanzar la victoria deseada? Llorar no me traería beneficio alguno. ¡Estaba aún viva! Debía arrancar de mi interior las raíces de amargura y aprender a agradecer a Dios en las buenas y malas.

Aquella noche apenas dormí. Al igual que una niña pequeña, alimenté mis ilusiones. No más amaneció, convencí a mi hermano de que me llevase al estadio.

El olor del sudor, la brisa batiendo mi camiseta... Aunque ya no era capaz de ver la línea de meta, una nueva ilusión recorrió mis nervios oxidados. El mundo no se había acabado. También personas con discapacidades prueban la gloria olímpica.

Sí, muchos caminos llevan a Roma. Por eso, he echado gasolina a mis sueños y corro de la mano de mi guía. El infinito me espera.


***

carolgv_

Título: Un juego al azar.

La vida, dos palabras, un significado: simplemente es el tiempo que transcurre un ser vivo desde su nacimiento hasta su muerte. Pero es más que eso, la vida es... Un juego al azar.

A veces te recompensa, puedes disfrutarla al máximo y gozar de todos sus privilegios, otras veces no es como queremos y llega a ser injusta y muy cruel.

Hace dos años, la vida me jugó una mala pasada. Solía ser un chico alegre, lleno empatía y con un gran sueño en mente, correr en las Olimpiadas. Sin embargo, todo se fue a la borda cuando un automóvil que venía en dirección contraria a la mia, perdió el control de sus movimientos y, en cuestión de segundos estaba impactando mi auto brutalmente.

Sufrí un par de fracturas y una que otra herida, nada que no sanara con el tiempo, ah claro y... El golpe de la cabeza, ¿Cómo podría olvidar el golpe que me dejó totalmente ciego? Mis padres no descansaron hasta encontrar una solución para mi ceguera durante un año, lamentablemente los doctores terminaron por decir que ya no había ninguna, estaría ciego de por vida.

Caí en depresión cada que el tiempo iba pasando, mi sueño se había ido a la basura y mis ganas de vivir... Ni hablar.

Mi madre decidió llevarme a terapia el siguiente año, y realmente no funcionó, aún seguía sin encontrarle sentido a la vida, ¿Qué podría hacer un ciego como yo? Era un inútil.

Hasta que conocí a Melody en una de mis sesiones. Melody era una chica que, al igual que yo había sufrido un accidente y le amputaron una pierna, ¡Y aún así iba feliz por la vida! Admirable, lo sé, aunque tenía un sentido del humor terrible, je.

Llegamos a mitad de ese año y gracias a Melody mis esperanzas volvieron, ella me ayudó con mi recuperación y a familiarizarme con las cosas poco a poco, yo diría que Melody fue mi Ángel.

—Adrián... —Pronuncia llamando mi atención, por lo que yo asiento—. Hace un tiempo, me contaste sobre tu sueño, lo que querías hacer antes del... Accidente. —Sí, quería correr en los Juegos Olímpicos. —Suelto una risa nasal—. Vaya sueño... —¿Sabes que aún estás a tiempo de lograrlo? No dejes que tu condición no te deje cumplirlo, recuerda, tú puedes llegar a donde quieras. —Noto su cálida mano sobre mi mejilla y acaricia de esta. Hago una mueca al escuchar. —No, Melody, ya no. —Vamos, no te rindas, no después de lo que has pasado, eres una persona fuerte y puedes lograr lo que te propongas, yo estoy segura... Yo te ayudaré.

Me quedo en silencio unos segundos, pensándome lo que acaba de decir y de repente una chispa de emoción llena mi pecho, Mel tiene razón, siempre la ha tenido.

Sonrío y coloco mi mano sobre la de ella.

—Bien Mel, hagámoslo. —Ese es mi chico.

Y así fue como volvió mi deseo por correr, ¿Y quién dice que no puedo?

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