Espero en silencio la llegada del tercero, pues hace mucho que el primero se perdió. Lo perdí. Tú con tu móvil, yo resentida. ¿Qué hice en esta vida para esperar tan pronto una salida?
Tú y yo, antes las mejores de las amigas. Hoy apenas conocidas, juntadas por obligación esperando la llegada de aquel que nos haga recordar, nuestra perdida hermandad así dejándonos respirar en paz. Pero sé que tú y yo no nos volveremos ni a saludar. Ni como amigas, ni como nada. Jamás. Ya no somos lo que éramos... Aunque en secreto deseo que nuestra amistad vuelva a ser, pero el odio, el orgullo, el rencor... no nos deja ver. Tú en tu móvil. Yo resentida. ¿Qué hice en esta vida para esperar tan pronto una salida?
Siempre está con su mirada enfocada en el móvil, siempre en el móvil. A dónde vayamos, en dónde estemos, su teléfono siempre interrumpe la tranquilidad del lugar.
¿Quién le habla? ¿Quién le escribe?
Todos, es la respuesta.
Una chica linda, popular. Una chica a la cual todos quieren hablarle.
¿Por qué no puedo ser así? ¿Por qué no es a mí a quien le escriben?
Me enoja, me enfurece escuchar el característico sonido. Quisiera decirle, gritarle al mundo que ella no es tan buena como todos creen, que la bonita, linda y popular, no es lo que todos piensan.
Yo sé la verdad, yo la conozco, pero debo callar y seguir ocultando mi rabia cada vez que la veo frente a ese celular.
Algún día, todos descubrirán su verdadero ser y ahí yo seré feliz, todos me hablaran y todos querrán estar conmigo.
Siempre he creído que no hace falta estar presente físicamente para estar con alguien. Lo juro. Siempre he creído eso.
Pero algo sucede con mi mejor amiga, Anne.
No me responde los mensajes ni las llamadas. Y no es como si pudiera ir a su casa a preguntarle qué es lo que sucede. Ella vive a cientos de kilómetros.
Me preocupa, porque por lo general, responde mis mensajes rápidamente. Me fascina hablar con ella, generalmente hablamos varias horas al día.
Pero ahora, ni siquiera ha leído mis múltiples mensajes. Nada. Mis llamadas, tampoco los atiende.
¡No sé qué pude haberle dicho para que se enfadara! ¡La última vez que hablábamos, todo estaba genial!...
Estoy tan ensimismada en mis pensamientos, que no presto mucha atención a lo que Diana, mi hermana mayor, comenta sobre una nueva noticia en la televisión.
Algo sobre una joven, de otra ciudad... Al parecer un feminicidio.
Como ya dije antes, no le estoy prestando demasiada atención. Estoy más preocupada en descubrir por qué Anne no me responde.
Aún sigo esperando noticias sobre él, veo los chats, ni Cris, ni Alex, ni Marisol, me han respondido para saber si él está bien; quitó la vista del teléfono y veo como Carla mira a todos en la cafetería del hospital con preocupación; si ella y yo no nos hubiéramos encontrado en ese momento, ya no sabría qué sería de mí en éstos momentos.
—Creo que... —comencé a hablar para que no nos sintiéramos más incómodas—; tu café ya está frío.
—Tu té de canela igual —contestó ella frívolamente, y sin dirigirme la mirada—. ¿Por qué lo hiciste?
—Aún no lo sé —respondo—, realmente, sólo, quería verlo; después de tantos años sin saber de él.
Carla frunce el labio inferior, a manera de que vea lo molesta que está conmigo, pero yo no tengo la culpa de que él, haya regresado con su ex pareja; y al vernos abrazados haya malinterpretado las cosas. Aunque si fue mi culpa, que ella le haya ocasionado ese accidente en el cuál ahora él está en el hospital en este momento.
—No pudiste esperarte al menos hasta después de unos años más —reclamó Carla—, ¿Por qué te esmeras en hacerte daño?; Él jamás te demostró un cariño especial en la preparatoria, y ahora que te manda un maldito mensaje diciendo: "Me he equivocado estos años, te necesito"; ¡regresas como estúpida y le ocasionas un accidente que atenta con su vida!
—Deja de acosar al chico, no te va a leer la mente y pedirte una cita...—advertí a la chica de cabello castaño, que es mi amiga, sin despegar la vista de mi móvil.
Seguí su mirada para comprobar a quién estaba observando y, cómo no, no le quitaba ojo al camarero que nos había atendido hacía unos minutos. Era muy guapo. Y si lo digo yo, que me gustan las mujeres, créanme.
Mientras ella seguía en las mismas, intenté hacerle una foto a mi magdalena y al café para luego publicarlas en una historia de Instagram.
—¿Le quedará mejor este efecto o este otro?—murmuré para mí misma. Pasé indecisa el dedo sobre la pantalla cambiando el filtro de la foto.
Cuando por fin lo elegí dejé el móvil sobre la mesa y oteé a mi amiga, que por fin se estaba bebiendo su café. Sin dejar de acosar visualmente a su objetivo, el chico de ojos verdes y cabello azabache. Me compadecía de él, iba acabar con mal de ojo.
La puerta de la cafetería se abrió y ambas miramos automáticamente hacia allí. Entró un chico rubio de complexión fuerte y sonrisa contagiosa, el camarero le saludó y se acercó a él. Mucho. Tanto que se besaron, apasionadamente.
Y este fue el día en que mi amiga casi se muere por atragantarse bebiendo café. Lo echó hasta por la nariz.
Así conoció al amor de su vida. El joven limpiador de la cafetería, que tampoco estaba mal.
