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Cupidos y Anticupidos, les traemos las cuatro historias seleccionadas del desafío anterior. ¿Quién ganó ésta batalla? Mientras leen estos relatos, aprovechamos para invitarlos a la gran batalla entre Cupidos y Anticupidos en el perfil de Embajadores que ocurrirá mañana, en el día de San Valentín.
No podía entender por qué la gente odiaba tanto el amor, según muchos, el amor solo era un sentimiento inventado por la gente estúpidamente atraída hacia otra persona.
¡Falso!.
El amor era un sentimiento real, algo puro y algo que solo podía demostrarte una persona muy especial en tu vida.
—Te amo—Decía él, cada noche.
Y es que no podia odiar al Amor cuando yo estaba recibiendo tanto de el.
—Debo confesarte algo— susurró en mi oído mientras deslizaba su mano por mi abdomen.
—Ya se que me amas— bromeé y reí mientras acariciaba su mejilla.
—Es...— titubeó y bajó de encima de mi para acomodarse en el borde de la cama— Solo no me odies.
Me alarmé un poco por su extraño comentario y me senté justo destrás de él para besar su espalda.
El amor consistía en eso. Apoyar a la persona en las buenas y las malas. Amor significaba entrega, confianza y lealtad.
—Suéltalo, amor— le animé con dulzura.
—Nunca te amé.
Y por un momento no supe en que idioma me hablaba. Pareció un completo desconocido frente a mis ojos.
—Durante estos tres años he estado junto a ti para que me ayudaras a dejar de ser un pobretón— continuó— Ahora que conseguí ser una clase social mas alta...no te necesito— finalizó mirándome directo a los ojos.
Esa mirada se sintió peor que un balde de agua fría. Peor que golpearse el dedo chiquito. Peor que no tener nada para comer en la madrugada.
Y allí me di cuenta de que en verdad no existía el amor. Sin embargo, no podía odiarlo.
El amor no era más que un sentimiento inventado por una persona cegada de atracción.
¿Quién había sido el desgraciado o la idiota que había inventado el amor?
Quién sea que lo haya inventado, era la peor persona del mundo. Una persona que solo le puso nombre a lo que en verdad se llamaba atracción, para que la gente se encariñara con la tontería que sentía y así romperse en pedazos cuando abriera los ojos.
