Capítulo 39

8.6K 716 250
                                    

Xander.

Semanas atrás.

No dejo de reírme ante las muecas que hace Valentina, mientras termino de limpiar la sangre de su pantorrilla, producto de la rozadura de bala en su carrera para despistar a los matones italianos que buscaban su cabeza.

—¡Ay!— gruñe con dolor, río cuando me golpea en la cabeza— deja de reírte, estúpido—

—Todo esto te pasó por tu maldita terquedad de salir sin un guardia, y para variar, dejaste tu arma en el auto— respondo con cierta ironía— brillante idea, solnischko. Brillante idea—

—Déjame en paz...— me espeta, tanteo la profundidad de la herida— ¡Merda! ¡Xander!—

—Te aguantas— culmino— aunque tengo parte de la culpa, tu solita también te metiste en este embrollo—

—Eso...— resopla, no dejo de reírme— ¡Deja de reírte, gusano!—

Me carcajeo cuando me golpea con la almohada, se la quito fácilmente para continuar con su herida, la inspecciono mejor ahora que ya la sangre no está aunque todavía no deja de tener un poco de hemorragia.

—Afortunadamente, si es un rozón y no es una herida más profunda— tanteo de nuevo los bordes— ¿Duele mucho?—

—Arde y mucho— asiento, suspira mientras se deja caer contra la cabecera de su cama— ¿Todos los matones están muertos?—

—Todos— respondo, curando la herida— ninguno podía quedarse vivo—

—Estoy segura que Darío, los mandó—

—¿Por qué lo crees?—

—Una, es que su obsesión por mí haya avanzado a un grado más elevado que ya no puede vivir sin mí y hará lo posible por tenerme de nuevo a su lado, esperando a que pusiera pie en suelo ruso para atraparme— escucho con atención— dos, que los haya mandado a buscar información y por error, me vieron sola como alma en pena—

—¿Cual es la más factible?— inquiero— conoces a Darío, mejor que yo—

—La primera opción— gruñe cuando coloco un poco de antiséptico— los matones no empezaron a abrir fuego hasta que tuvieron más abertura y sus balas, no iban a alguna parte de mi cuerpo...— sisea, mientras aseguro los apósitos— era como si buscaran detenerme—

—¿Cómo explicas esto?— señalo su pantorrilla, agarro una venda para cubrir la herida.

—Lo más probable es que una de las balas haya rebotado—

Asiento sin agregar nada más, comienzo a enrollar la venda alrededor de toda su pantorrilla ajustandola para que los apósitos no se suelen y abran la herida, también para prevenir alguna infección, mis dedos no pierden la oportunidad de tocar la suavidad de su piel, termino un par de segundos después.

—Avísame si está muy ajustada la venda— tanteo la venda, niega— ¿Segura?—

Asiente, guardo las cosas que necesite y tiro aquello que es desechable, tomo de nuevo la almohada para colocarla en su espalda junto a un cojín para ponerlo debajo de su pantorrilla manteniéndola elevada.

Sonrío por lo bajo, cuando Valentina se relaja contra su cama y suelta un suspiro de alivio cerrando sus ojos un momento, niego con cierta diversión.

—Esto está mucho mejor—

No alcanzo a decir nada más, por que la puerta de su habitación se abre y por ella, veo entrar un tumulto de personas, Remy es el primero en acercarse al pequeño solnischko para asegurarse que esté bien, tomo su rostro para inspeccionarlo de un lado a otro a lo que ella ríe.

El amor del ZarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora