Capítulo 68

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Valentina.

Islas Maldivas, Asia del sur.

Respiro profundamente mientras que la brisa del mar me golpea en el rostro y se propaga por mis pulmones. Sonrío ante el aire que refresca mis mejillas a pesar de que estamos en esta época del año, no deja de sentirse un calor agradable a diferencia de la temporada anterior.

Paz y tranquilidad.

Eso es lo que sentía en la casa que Dimitri había ganado hace dos años, en la noche que se retiró de Zar. Nunca había tenido la oportunidad de verla, porque posteriormente se fue a vivir conmigo y falleció, una pequeña nostalgia me recorre en el pecho al saber que hace dos años, una persona importante de mi vida se ha ido.

Te extraño, viejo.

No tienes idea de cuánto.

Te necesito conmigo, para que me des algunos consejos y que conocieras a tus nietos, maldito viejo. Sobre todo, ayudarme con el dolor de perder a la persona que más amas en tu vida, después de tus hijos.

¿Cómo pudo hacerlo? ¿Como pudo vivir sin Svetlana y solamente con sus hijos durante quince años sin poder romperse frente a ellos por su muerte?

Tengo miedo...

Miedo a que el amor que le tengo a mis hijos, no sea suficiente ni siquiera para mí. Aunque sea un buen bálsamo para mi corazón y alma rota, me da miedo que eso tampoco sea suficiente para que la ausencia de Xander, siga doliendo como el primer día y que gracias a ello, les haga un daño irreparable.

No podría soportarlo.

No podría soportar hacerles más daño a mis hijos de lo que les he hecho.

Suspiro pesadamente y sacudo mi cabeza para alejar esos malos pensamientos de mi mente, no hará ningún bien para mí o para los bebés, no lo necesitan pero hay días en que no lo puedo evitar por la simple y sencilla razón de que extraño a su padre.

Tengo derecho a romperme, aún.

El aire fresco me golpea en los brazos y no puedo evitar estremecerme, el estómago me gruñe por lo bajo señal de que los tres, tenemos hambre y las ganas de una pizza con pepinillos junto a la mostaza, se hacen presentes.

Sí...

Los antojos han sido algo raros.

Por no decir asquerosos.

Se ven asquerosos, pero no les miento, son muy ricos.

Acaricio mi abultado vientre donde siento los movimientos de los bebés, sonrío cuando uno de ellos me da una patada, niego divertida por un par de minutos hasta que se detienen, parecen haberse cansado tan pronto de jugar. Respiro nuevamente con profundidad, disfrutando de la brisa marina junto a la tranquilidad del lugar.

Río, cuando siento otro par de movimientos en mi interior.

—Desesperados...iguales a su padre, engendros. No me sorprendería que cuando lleguen al mundo, sean su copia—

Más patadas en respuesta, suspiro divertida.

—Bien, engendros. Iremos a comer, porque hace hambre...otra vez—

Cuando intento ponerme de pie, el peso me juega un poco en contra y termino de nuevo en la misma posición, mis rodillas se clavan suavemente en la manta que he puesto encima del césped del jardín.

Suspiro con frustración antes de bajar mis hombros en derrota, hago un pequeño puchero con mis labios para gritar a como me lo permitan mis pulmones, ligeramente aplastados por los seres que viven dentro de mi cuerpo.

El amor del ZarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora