Capítulo 23.

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Frukty.

Madison.

Trato de cubrir lo más que puedo las bolsas que se formaron bajo mis ojos por las lágrimas. Cami se quedó a dormir conmigo, aunque no dormimos casi nada. Mínimo una o dos horas.

Se cambió la ropa con la que llego, ya que vino desde el aeropuerto directo a mi departamento y no fue ni a llevar la maleta.

—¿Aún no quieres comer? —pregunta abrazándome mientras me veo en el tocador del espejo—. Ayer ni desayunaste, te me vas a desmayar.

—Vámonos, es tarde —pido tomando mi laptop y todo lo que necesito—. Comeré algo allá.

—Maddie, sabes que tú eres de plaquetas bajas, debes comer.

—No me presiones, ¿sí? —la súplica presente en mis ojos.

—Bien, te daré tu espacio. —bajamos y toma sus cosas. Vino en taxi, entonces se va conmigo en el Bugatti.

La llegada a la universidad es incómoda, en especial cuando lo veo al entrar al salón de clases. Como por un instinto, aparta la mirada del celular cuando entro, me ve y baja la mirada a mi ropa.

Debe ser un tipo de maldición, estamos casi vestidos iguales.

Ambos llevamos sudadera blanca con capucha, y pantalones negros con tenis blancos. Debe ser algún karma que estaré pagando de mi otra vida.

Sube la mirada a mis ojos y al notar mi molestia la aparta. Trato de sentarme lo más lejos posible, antes estábamos a una persona de distancia y ahora estamos a seis.

La segunda clase del día es Marketing, esa es en el primer piso. Sarah trata de sentarse a su lado y él se levanta cambiando de silla. Por suerte respeta mi espacio y no se acerca.

La hora del desayuno llega, en la cafetería Camila llega con Jacob como de costumbre. Nadie trae buena cara, mi cuñado se sienta a mi lado.

—Castaña, quiero disculparme contigo, yo lo sabía, pero no me correspondía decirlo. —baja la cabeza evitando mi mirada.

—Tranquilo, tú eres su mejor amigo y si él te confió algo no puedes andar contándolo. Te entiendo y no tengo nada que disculpar. —acaricio su espalda.

Cami trae desayuno para los cuatro, Theo llega más tarde y se sienta al lado de Camila. La mesa se mantiene en silencio, un silencio bastante incómodo.

Todos comen a excepción de mí, no tengo ganas ni apetito. Theo solo toma café y no entiendo por qué, a pesar de no querer verlo ni en pintura estoy pendiente a lo que hace.

Debo apartarme hasta que me sienta mentalmente estable.

Las horas pasan y como lo dije, trato de no prestarle atención; cosa que es difícil. Cuando quieres a alguien es difícil tratar de ignorarlo.

Me paso toda la mañana con dolor de cabeza por no comer, llevo más de veinticuatro horas sin probar bocado.

A la hora de comida la actitud se repite. Todos comiendo en silencio a excepción de mí, que no pruebo bocado. La Paz se arruina con la llegada de Sarah.

¿Esta mujer no tiene otra cosa que hacer?

—¿A qué se debe tanto silencio?

—Queti —contesta Camila, no soporta a las mujeres que tienen la actitud de Sarah.

Pone la mano en el hombro de Theo y él la aparta.

—Oh, vamos, ella ya no tiene el anillo, terminaron y puedes estar conmigo. —Dios mío, no tiene amor propio.

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