Capítulo 51.

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MMB.

Madison

16 de diciembre. Un día antes de la boda.

Dios mío.

No puedo creer que voy a casarme mañana.

¿De verdad me casaré mañana?

¡Si!

¡Me casaré mañana!

Hace ya varias semanas, unas cuatro o cinco, a decir verdad, desde que mi amado novio me propuso matrimonio en una avioneta mientras sobrevolábamos el Támesis. Puente que estaba mostrando nuestras iniciales dando a entender al mundo que estábamos juntos y el resto puede joderse.

Y si, tal como lo dije. Salimos en primera plana de los periódicos del todo Reino Unido. Error. De toda Europa. Error. De todo el mundo.

Y es que, aunque no seamos figuras públicas al nivel de las Kardashian, si somos muy conocidos en el mundo porque nuestros padres solían ser socios de hombres y mujeres que por no sonar arrogante me limitaré a decir, importantes.

Digo solían porque ahora soy yo quien me asocio con ellos junto a mi suegro, mamá y Theo que, aunque no quería debió meterse a la empresa, aunque sea asumiendo algunas labores de las mías como CEO.

—¿Puedo saber por qué razón razonablemente lógica le estás echando queso fundido a las fresas? —Pregunta mirando lo que hago.

Está sentado en el comedor trabajando mientras yo me preparo mi segunda ronda de comida, bueno para que mentir, es la cuarta del día y apenas son las dos.

—Porque quiero —me encojo de hombros, tomo el envase lleno de fresas y queso encaminándome al comedor, me siento a su lado y como mientras trabaja—. ¿No irás a tu despedida de soltero?

—No —me confirma—. Mi despedida de soltero será aquí contigo.

—Pero la despedida se trata de disfrutar tu última noche de libertad —le recuerdo—. ¿Por qué no irías?

—¿Iras a la tuya? —Pregunta y niego suavemente con la cabeza—. Ahí está la respuesta, y yo ya soy libre, tampoco es como que me tengas atado o encarcelado. Además, no te has sentido muy bien estas últimas semanas, no saldré de aquí si no te sientes bien.

—Debe ser el estrés por la boda, ¿qué más podría ser?

—Tal vez te enfermaste por andar haciendo tus mezclas raras. —Señala mi comida.

—Escucha, que mezcle el queso con las fresas, no es asqueroso y tampoco que coma mermelada con pizza. Sabe muy bueno, de hecho. Y te recuerdo que tú eres el que ha estado vomitando hasta la hiel cada que prueba bocado.

Las últimas semanas él ha estado peor que yo, todo lo que come lo vomita, las jaquecas ni se diga.

—Lo mío es estrés, tengo muchas cosas en la cabeza.

—Ajá.

Palmeo mi pierna creando sonido para llamar a mi bebé.

—¡Pluto, ven con mami! —Baja las escaleras rápido, está gigante. No sabía que crecen tan rápido.

Pone las patas sobre mí sacando la lengua, limpio una fresa del queso y la meto en su boca.

—Ves a mi Pluto si le gustan mis mezclas.

—Vi cuando le quitaste el queso. —Señala mis manos untadas.

—Anda, amor, pruébalas —insisto. Tomo una y la paseo frente a su boca—. Vamos... —la meto en su boca, mastica y la escupe al instante corriendo al baño.

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