Capítulo 35.

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Sosiego.

Madison.

2 semanas después.

Al fin voy a salir de este hospital, odio los hospitales.

Dos semanas han pasado entre estudios, gasas, alcohol, y sangre. Ya estaba deseando salir de aquí. Los recuerdos de mi secuestro aún perturban mi mente, no tanto como el primer día después de que desperté, pero aún están presente causando estragos en mí.

Los moretones de mi rostro y cuerpo han ido desapareciendo, aunque aún quedan marcas amarillentas, los pequeños partidos en mi pómulo han ido cerrando y curándose, aunque no del todo y según el doctor no dejaran cicatriz.

El disparo en mi pierna está mejor, puedo moverla, pero aún no cierra por completo interiormente, el doctor dice que tarda al menos veintiún días y yo llevo al menos dieciséis o eso creo.

Mis costillas aún duelen. La que se fracturó tardará otras cuatro semanas en estar completamente bien y es un martirio no poder tener la misma movilidad de antes.

Lo único bueno son los mimos de Theo.

No se ha apartado de mí ningún día, de hecho, pienso que hasta hay más ropa de él aquí que en su departamento.

Insiste en bañarme, ponerme la bata de hospital y darme de comer, aunque puedo hacerlo.

No sé qué ha sido de la vida de Ethan y Michael, le pregunto e insiste en que lo que importa es que están vivos, que no me preocupe por eso hasta estar bien.

Termino de ponerme la sudadera mientras él pone nuestras cosas en una maleta, era en serio cuando les dije que parece que se mudó al hospital. Tenemos una habitación bastante grande, creo que la más grande del hospital.

—¿Lista? —Pregunta con el asa de la maleta en la mano.

—Si —camino despacio a su lado y me engancho a su brazo, me agacho a recoger la pulsera que se rompe cayendo al suelo —Auch... —me quejo levantándome al instante.

Él se agacha a recogerla.

—¿Te cargo? —Se para delante a mí y detengo el amago—. Puedo cargarte y llevar la maleta, beneficios de hacer deporte.

—No. —Sonrío. Me trata como niña pequeña—. Puedo sola, es que me olvide de la herida y me agache a lo bruto.

—Bien. —Dice resignado, me engancho a su brazo y salimos a la recepción de la clínica. Solo estamos nosotros dos, ni idea de donde estén mis amigos y mi mamá.

—Me permiten sus nombres, por favor —pide una enfermera amablemente.

—Madison Blake y Theo Maxwell. —contesto y me entrega los papeles del alta, firmados.

—Señorita Blake, debe volver en una semana para chequeos de rutina.

—Claro —miro la cuenta, digna de esta clínica. Es un pastal de libras que, aunque para mí sean un pellizco a la fortuna Blake, para cualquiera es un ojo de la cara—. ¿Me dice el número de cuenta donde se puede pagar? Por favor.

—Oh, ya está todo pago —giro a ver a Theo que se hace el idiota viéndose las mangas de la sudadera, le dije que yo pagaría la cuenta y no me hizo caso.

—¿Qué? Esta clínica lo construyó mi padre, es nuestra.

Suspiro recordando que no debo alterarme.

—Gracias, señorita —me despido de la enfermera y camino a la salida enganchada al brazo de Theo.

Veo que no trajo el Lamborghini sino el Jeep que es más amplio, me ayuda a subir en el asiento de copiloto y sube la maleta al baúl.

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