Epilogo.

37.8K 2K 869
                                    


5 años después.

Madison.

—¡Mamá, dile a este cerillo que me deje quieto! —Se queja mi hijo menor.

—Cerillo tu madrina —contesta mi hija—. Si vuelves a llamarme cerillo te lanzaré por el balcón mientras duermes. —Lo amenaza.

—No es mi culpa que tengas la cabeza roja como cerillo. —La burla.

—Mami, dile a la bestia esta que me deje tranquila.

—A ver, cálmense los dos, arruinarán la sorpresa de cumpleaños de su padre si siguen gritando —susurro.

Hoy es veintisiete de octubre, día de cumpleaños de mi esposo. Según estamos tratando de hacer una sorpresa, pero este par de terremotos lo despertarán antes.

—Ves, cállate. —Contrarresta Aitara, mi hija mayor.

Aitara y Zaid Maxwell Blake son los polos más opuestos jamás vistos. Ambos tienen el azul marino de su padre en los ojos, pero a diferencia de Zaid que tiene el negro azabache de su padre en el cabello, Aitara tiene la cabellera pelirroja de su abuela. Mi hijo tiene un carácter más asemejado al mío; gracioso, conversador, extrovertido y alegre. Mientras que mi hija tiene más el carácter de su padre; silenciosa, no congenia con todo mundo, se molesta rápido, tiene un humor raro y el ego hasta el cielo.

Aunque Zaid también tiene ese ego latente en cada oración que dice, apenas tienen cinco años y ya tienen personalidades muy marcadas.

Aunque Zaid tenga mi carácter, tiene los rasgos de su padre, con apenas cinco años se puede percibir muchísimo el parecido que tiene a su padre, es como ver a Theo cuando estaba pequeño. Y no solo tiene mi carácter, también tiene mi inteligencia y el don de molestarse rápido como su padre.

Aitara, por otro lado, tiene más mis rasgos, delicados y definidos. Tiene una melena pelirroja que le llega hasta la mitad de la espalda, y tiene un cabello tan perfecto que puede estar lacio o rizado y lucir hermoso.

Heredaron el aura llamativa de los Maxwell Blake, siendo tan pequeños solo tienen que llegar a un lugar y la atención se centra en ellos.

Aunque también ayuda el hecho de que su padre sea uno de los pianistas más famosos y conocidos del mundo. Así es, mi esposo al fin logro ese hermoso sueño que siempre quiso, ha hecho dos giras alrededor del mundo siendo sold out. Cumplidos los dos años se salió de la ópera y decidió iniciar como solista, con tropiezos y caídas, pero logró levantarse y hoy a los veintisiete años es uno de los pianistas más conocidos y cotizados mundialmente.

Yo, por otro lado, llevo la batuta del patinaje.

Siendo conocida mundialmente como la soberana del patinaje mis clubes son de los más visitados del mundo, y a los tres años decidí expandirme alrededor del mundo. En total hoy son más de veinticuatro clubes en todo el mundo. Tengo una pared de la casa llena de medallas, diplomas, premios y reconocimientos que he recibido en campeonatos, fundaciones y premiaciones.

De hecho, la casa tiene cinco habitaciones; una de Aitara, una de Zaid, la principal que es la nuestra, la de huéspedes y tenemos una especial. Esa es para nuestros premios, está llena, tanto la pared como los estantes. Mi esposo no se queda atrás sumando más de veinte premios incluyendo diplomas y reconocimientos.

Nuestros hijos son los más orgullos, a donde van presumen que su madre es una soberana del hielo y su padre es un pianista famoso.

—Mami, ya está —avisa mi hija. Era la encargada de las frutas.

Yo ya terminé el pastel y Zaid termina de colocar el jugo sobre la bandeja

—Listo, mamá.

—Muy bien, ahora están encargados de tomar a Pluto y correr allá arriba cantando feliz cumpleaños —aviso—. Se lanzan en la cama y brincan —les digo con complicidad.

Nuestro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora