Capítulo 43.

29.2K 1.9K 394
                                    


The perfect pianist.

Madison.

Día de la audición.

En Londres todos aman la ópera, la música clásica, el violín y el piano.

Eso es algo que juega a nuestro favor y en nuestra contra hoy, Theo camina de acá para allá revisando por quinta vez las partituras mientras termino de ponerme los tacones.

Todos pensarían «Ah, es una audición, será algo sencillo» pero no. Es en el gran teatro Royal opera House y estará lleno de gente que verá cada audición con cautela.

Estará frente a un jurado exigente que será quien decida si se queda o no. Yo estoy segurísima de que él quedara, pero eso no calma sus nervios. Está desde la mañana ensayando la misma sinfonía una y otra vez.

Creo que ya me la sé de memoria.

—Theo, basta.

Digo, cuando da la quinta vuelta a mi alrededor, me terminará mareando.

—Lo siento, los nervios no me dejan razonar. —Se para frente a mí.

Le quito las partituras y arreglo las solapas de su traje. Lleva un hermoso traje negro con corbata, una camisa azul oscura, tiene chaleco y toda la cosa, está hecho a la medida por la misma costurera que diseñó el que usó en nuestro falso compromiso. Yo, por otro lado, llevo un vestido de tirantes rojo que se ciñe perfecto a mi cuerpo y casi se arrastra en el piso por el largo. Mi cabello está completamente lacio y llevo un maquillaje nada cargado.

Peino su cabello arreglando las hebras rebeldes que caen en su frente.

—Calma, si estás nervioso no te concentras, naciste para esto, solo déjalo fluir.

Asiente dando un beso en mi frente.

—Vamos. —Me toma de la mano saliendo y me detengo, ya íbamos a dejar las partituras.

Vuelvo por ellas corriendo y bajamos al estacionamiento, obviamente nos vamos en mi McLaren, es mi favorito.

—Estoy empezando a creer que amas más a este carro que a mí. —Dice tomando las llaves.

—No, es como un hijo para mí, es mi bebé —digo subiéndome—. Pero tú estás un puesto más arriba, tranquilo.

Me mira serio y sonrío ante su cara.

—Mentira mi amor, estás dos puestos más arriba, después de mí estás tú.

—Eso si lo acepto.

Enciende el auto y salimos de Kensington, estamos como a veinte minutos del teatro.

El estacionamiento está atestado de carros, no quiero ni imaginar cómo está el teatro. Hay algunas personas de la prensa que no sé cómo se enteraron de que estaríamos, pero aquí están.

Luego de pasar varios minutos buscando donde aparcarnos, al fin encontramos lugar, apaga el auto y se queda unos segundos viendo a la nada.

Tomo su mano, está helada.

—Estoy orgullosa de ti, el hecho de estar aquí demuestra que estás superando tu pasado y sé que serás uno de los pianistas más grandes no solo de Europa sino del mundo.

Entrelaza nuestros dedos y besa el dorso de mi mano.

—Gracias, gracias por apoyarme en esto.

—Eres mi otra mitad, los logros de uno son los logros del otro —me quito el cinturón y tomo su cara dándole un beso—. Ahora vamos, no puedes llegar tarde.

Nuestro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora