Extra: 12 de julio.

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Dulce realidad.

Madison.

Los llantos de fondo me hacen suspirar. Solo quiero dormir cinco minutos más. Me muevo en la cama y aun esta tibio, pero vacío. Abro los ojos de golpe al notar que mi esposo ya está despierto.

Los llantos cesan y salgo al pasillo, me apoyo en las barandas de la escalera mientras lo veo haciendo circo, maroma y teatro para que los mellizos que están en la alfombra sentados paren de llorar. Sonrío como tonta al ver que estaba por lograrlo, pero luego se alteran volviendo a llorar.

Hoy cumplen dos años, y ya entraron a esa edad donde están rebeldes, incomodos, descubriendo todo lo que los rodea y sus dientecitos están saliendo.

—Vamos a ver, ¿qué es lo que tienen par de terremotos?

Me siento en la alfombra junto a Theo que suspira aliviado al verme.

—Llevo dos horas aquí y no logro descifrar que tienen, cambie sus pañales, les di agua, leche, fruta, jugué, salte, cante y hasta les toque el piano. ¿Qué tienen? —Pregunta ofuscado.

Los llantos aumentan y yo no puedo evitar reír, se ve tan tierno intentando lidiar con nuestro propio par de terremotos.

—¿Probaste con dormirlos?

Me ve indignado.

—¿Parezco tonto?

—Pues... —su indignación aumenta—. Estoy bromeando, a lo mejor están acalorados.

Tomo a Aitara y él a Zaid y me sigue al jardín. Sin importarme nada, ni que estoy en pijama, empiezo a bajar las escaleras para entrar a la piscina. Por ahora solo quiero que mis pequeños dejen de llorar.

Theo hace lo mismo y tras sumergirlos en el agua y el paso de unos pocos minutos sus llantos cesan poco a poco.

—¿Cómo lo haces? Dos años y yo aún no logro comprenderlos del todo.

—No es comprenderlos, es aprender a ser padres y para esto no hay manual o universidad, cometeremos errores, muchos, es cuestión de aprender de ellos.

—Tienes razón. —Sumerge a mi pequeño en el agua y lo saca otra vez, él se ríe a carcajadas tras la acción de su papá. Y Theo le sonríe.

—¿Te arrepientes de haberlos tenido tan jóvenes? —Pregunto y me observa en silencio, y como si tuviera la respuesta en la punta de la lengua, contesta.

—Me hubiese esperado algunos años más, pero ellos ya están aquí y yo los amo desde que me contaste de su existencia. No imagino un futuro o una vida en la que no los tuviéramos con nosotros.

—Estoy de acuerdo.

Sonrío y le doy un beso corto en los labios. Tras jugar un rato con los mellizos salimos a vestirnos.

Hoy es su cumpleaños número dos y decidimos no hacer una fiesta gigante, fue el mayor error cuando cumplieron el primer año. Ellos lo disfrutaron, pero no tanto, fue más una fiesta para los invitados y los medios que para ellos. Así que para el segundo decidimos hacer una fiesta pequeña solo con nuestros familiares y amigos cercanos.

Una hora más tarde estamos desayunando juntos en el comedor, mientras yo doy de comer a Zaid, Theo lo hace con mi pelirroja. Devoran el desayuno como si llevaran años sin comer, y yo debo controlar que no se ahoguen.

No hay cosa más fuerte que un bebé y no lo descubrí hasta ser mamá.

Es más fácil pelear con un elefante que quitarles algo del puño.

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