Especial 100k: Aniversrio.

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Este extra es de cinco meses después de la boda. Poco después de que se mudaron a la casa.

Madison.

—Nena, llevas cuatro cambios de ropa. —dice al ver que no me decido.

—Lo sé, pero es que mírame —me señalo y me observa con atención desde la cama, ladea la cabeza, viéndome a detalle.

—¿Qué veo? ¿Qué estás más buena que nunca?

—Es que tus hijos están demasiado grandes, esta panza no es de seis meses —me miro en el espejo—, parece que estoy por dar a luz.

Se levanta parándose detrás de mí y coloca sus manos en mi vientre. Nos vemos perfectos frente al espejo.

—Estás hermosa, pero si no te apuras no llegaremos a tiempo a la cita.

—¡Ya sé! —giro entre sus brazos—. ¡Ya muero por saber que son! Hay que elegir ropita, decorar sus habitaciones, comprar zapatitos...

Sonríe observándome hablar.

—Anda vamos, este vestido te luce bien. —observa mi vestido rojo de tirantes, es holgado, así que no me molesta y es muy fresco.

—Vamos. —él baja las escaleras primero, ya que a mí me toma más tiempo.

Se coloca los lentes de sol y me pasa los míos, Pluto duerme en el jardín aprovechando el sol qué hay hoy. Mi esposo me toma de la mano entrelazando nuestros dedos y caminamos hasta la Range Rover.

No estamos usando los autos de lujo porque es incómodo para mí.

Emprendemos nuestro camino al hospital que nos queda a casi veinte minutos, por suerte. Bajamos tomados de la mano y ya dentro nos quitamos los lentes. Nos acercamos a la enfermera que atiende el consultorio.

—Buenas tardes, tenemos una cita a las 3:30 —mi esposo es quien habla.

—Me permite su nombre, por favor.

—Madison Blake de Maxwell. —contesto.

Busca en la computadora y asiente mirándonos —Los están esperando, adelante.

—Gracias.

Entramos con mi obstetra, luego de unos saludos y ponernos al día me pide que me acueste sobre la camilla. Sube mi vestido y coloca el frío gel en mi vientre.

—Veamos a estas preciosuras. —dice haciéndome sonreír.

Entrelazo mis dedos con los de Theo, estoy ansiosa. La obstetra mueve el pequeño aparato en mi vientre. Los ojos se me iluminaban viendo a mis pequeños.

Los estamos viendo en la mayor resolución posible del hospital y se ven tan claras sus manitas, sus boquitas, uno de ellos tiene la nariz más respingada que el otro y se mueve más que su hermano en la ecografía.

Luego de unos minutos mi obstetra abre sus ojos con sorpresa —Oh, oh.

—¿Qué sucede? —el tono preocupado de Theo sale más rápido de lo normal. Aprieta mi mano acercándose al ecógrafo para ver a los mellizos.

—Ya sé que son...

—¿Qué son?

—Son...

—¡No!

Los dos me miran.

—No se lo diga.

—Sí, dígamelo.

—No.

—Sí.

—No.

—Sí.

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