Capítulo 48.

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Notte pazza.

Madison.

Siento como si me aplastaron la cabeza con un tractor, que puta jaqueca.

Abro mis ojos agradeciendo que las cortinas estén cerradas y no haya tanta luz, no tengo puesto el vestido, ni sé dónde está, solo estoy en ropa interior.

Me siento en la cama viendo a Theo que también está solo en bóxer, me duele la nuca como si me hubiesen pinchado o arañado.

Hago caso omiso a la incomodidad en mi nuca y vuelvo a acostarme, mi novio se gira para abrazarme y me deja helada en la cama.

La jaqueca desaparece. La resaca se elimina.

—¡Theo! —Grito volviendo a sentarme en la cama, se queja sin abrir los ojos—. ¡Theo! ¡Mi nombre!

—Te llamas Madison —trata de abrazarme—. Ya vuélvete a dormir.

—¡Mi nombre! ¡Tienes mi nombre! —Grito y abre los ojos frunciendo el ceño.

—No, me llamo Theo no Madison y no recuerdo haber ido a una notaría a cambiármelo.

—¡Tienes mi maldito nombre tatuado en el brazo! —Grito y se levanta al instante viendo su brazo derecho.

—No me jodas...

—¡¿Qué carajos pasó anoche?! —Ignora mis palabras concentrándose en el tatuaje.

—Yo qué sé, no sé ni cómo llegamos aquí —sigue viéndose el brazo, justo su primer tatuaje resulta ser mi nombre.

—Ay Dios —me levanto de la cama atando el cabello enredado en una cola.

—Madison... —habla sin apartar la vista de mi cabeza— ...no me lo vas a creer.

—¿Qué? —Me siento en la orilla de la cama, quedando frente a él.

—Mi nombre... —como puede me gira en la cama para ver mi nuca— ...tienes mi nombre tatuado en la nuca.

—Mentira.

Toma su celular y saca una foto, me la enseña dejándome atónita. Genial, ahora si seremos como vacas marcadas uno con el nombre del otro.

Masajeo mi cien tratando de calmar la jaqueca que me avasalla, la resaca hace lo suyo cuando siento mi estómago revolverse. Me levanto rápido de la cama corriendo al baño, cierro la puerta detrás de mí y saco todo el alcohol que aún queda en mi sistema.

Las arcadas se detienen dejándome respirar, le doy a la palanca botando todo del escusado y me levanto viendo mi cara. Que puto asco, parece como si me hubiesen matado ayer.

Abro la llave del lavamanos echando el agua en mi cara y boca, tengo las mejillas rojas, labios hinchados y varios chupones en el cuerpo, el rímel está corrido y mi cabello enredado.

Cepillo mis dientes y salgo del baño, mi novio está plácidamente acostado usando su celular, ¿cómo es que siempre luce bien? ¿No le da importancia a que se acaba de tatuar mi nombre?

—¿Por qué te ves tan tranquilo? —Inquiero y aparta el celular viendo mi cuerpo semidesnudo.

Se encoge de hombros.

—Mi amor, es tu nombre, no me afecta, malo hubiese sido si me tatuaba alguna estupidez —se concentra en mis ojos—. ¿Te quieres borrar el mío? Hay sesiones de láser donde te lo pueden quitar.

La verdad no estaba en mis planes andar por ahí con su nombre tatuado, pero no quiero quitármelo.

—No, no me lo quiero borrar —me subo a horcajadas en su regazo—. ¿Cómo es que siempre luces tan bien después de tomar? Yo parezco que me paso un tractor por encima.

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