Extra: Beach, drink and love.

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Madison.

Apenas abren la puerta del jet y nos asomamos, el calor se hace presente. Un calor digno del caribe y digno de Republica dominicana.

El cabello de mi pequeña, a la cual tengo en brazos, se mueve con el viento, aun no cumple dos años y tiene una melena de envidiar. Es hermosa de pies a cabeza.

Mi hijo y esposo salen detrás de nosotros, ambos muy guapos con bermudas y camisas blancas de lino. Mi hija y yo también vamos de blanco, ella lleva unos mini pantalones que cubren lo expuesto del pequeño traje de baño blanco de una pieza, mientras yo llevo un bikini blanco.

El gorro que llevo puesto me cubre los ojos del sol, mientras Zaid pelea por quitarse los lentes de sol y su papá cede a quitárselos.

—Te dejas gobernar de un bebé de un año. —Lo burlo, risueña.

—Ya me resigné.

Echo a reír y tras darme un corto beso en los labios subimos a las camionetas que nos llevaran al hotel. Pensé que por estar en diciembre no haría tanto calor, pero comparado a Londres, aquí parece como si estuviesen en pleno verano y no en épocas de invierno.

Nos quedaremos en el hotel Hyatt Zilara Cap Cana, es un hotel solo para adultos, pero mi hermana, Camila, nos ayudó moviendo algunos contactos y logro que permitieran el acceso de los mellizos.

Hoy es 16 de diciembre y mañana cumplimos nuestro segundo aniversario de bodas, planee cada detalle de este viaje junto a Cami, mi esposo cree que solo es un viaje más, pero no tiene idea de la noche que nos espera.

Tras legar al hotel, los mellizos, bueno, a decir verdad, los cuatro estamos embobados con la belleza y la calidez de este país, el mar se ve tan hermoso y la gente resulta ser muy agradable.

—¿Quién quiere ir a la playa? —Le pregunto a mis hijos, emocionada, mientras ellos están más entretenidos en pelearse por el control remoto.

Tienen un año de vida y de ese año han pasado la mitad peleando, creo que debe de ser su lenguaje del amor privado. Luego de poner paz y que Theo me ayude a prepararlos bajamos a la playa.

El hotel es gigante y lujoso. La brisa caribeña trae consigo un olor a comidas deliciosas y entiendo por qué al ver como muchos degustan el pescado frito.

—Nena, ¿qué haremos primero? —Pregunta Theo—. Este es tu viaje y no quiero interferir en tus sorpresas... aunque si quieres contarme yo no me molesto.

—No, no, no —tras cada no le planto un beso en los labios—. Te encantará, pero si te cuento pierde el chiste, así que aguántese, señor Maxwell.

Suspira resignado y le paso por delante ganándome una nalgada que me hace sonreír. Al ver mi sonrisa me toma por la cintura mientras avanzamos a la orilla de la playa. El agua esta calientita y toda la tarde se nos va en jugar en la playa y probar toda la comida que cabe en nuestros cuerpos.

Mi par de terremotos acaban por quedarse dormidos a las seis de la tarde, hora local. Mucho aguantaron tras nueve horas de viaje.

Aitara duerme sobre el pecho de su papá que se mantiene en la tumbona a mi lado mientras que Zaid duerme junto a mí. Mi esposo mantiene la vista perdida en el golpear de las olas y en un total silencio los observo a los tres.

Son mis personas favoritas en el mundo, mi pequeñito descansa a mi lado y observo sus facciones perfectas, tiene unas pestañitas hermosas, cejas pobladas y para mí siempre será igual de perfecto.

Es muy parecido a su papá desde el cabello negro azabache hasta esos ojos hermosos que tanto adoro.

Mi hija, por otro lado, es hermosa y su carácter es una mezcla de ambos, desde bebé ha sido más cascarrabias y enojona que su mellizo, pero eso no la hace menos perfecta. Tiene un pelo hermoso, ojos hermosos, ella es hermosa y sé que lo será tanto por dentro como por fuera.

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