Capítulo N° 25

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Habían pasado tres días desde que escaparon del incendio de Naemniki, y durante ese tiempo Erica y el Loco se mantuvieron alejados entre sí. Solo compartían la mesa para almorzar y cenar, y el resto de las horas lo pasaban separados cada uno por su lado.

Erica no quería compartir espacios con él, se sentía muy incómoda, pero por respeto las pocas veces que se dirigían la palabra lo trataba con amabilidad, después de todo él le había salvado la vida, y lo menos que podía hacer era ser amable.

Durante las tardes el Loco se encerraba en esa misteriosa puerta de la cocina que Erica no estaba segura de a dónde se dirigía, mientras que ella se quedaba en el inmenso patio trasero, donde habían árboles frutales y flores muy poco cuidadas a las que estaba intentando revivir. Cortó el tupido pasto y regó cada una de las plantas con esmero, incluso quitó las malas hierbas para ver si con ello las plantas mejoraban su aspecto.

Había una hamaca colgada de la rama de un árbol, que según había dicho el Loco lo puso para Moira y Jack.

Con el cielo oscuro ya sobre ella, Erica ingresó en la casa y se dio un baño para poder luego preparar la cena. Estaba agotada, nunca creyó que cuidar un jardín podía ser tan trabajoso.

Aprovechando que el Loco aún seguía tras esa puerta, Erica se envolvió en una toalla para poder salir sin miedo a sus miradas lujuriosas o comentarios indebidos, y con tranquilidad subió las escaleras hacia su habitación. Se secó con cuidado el cuerpo y con pequeños toques sobre sus heridas, que aunque ya no estaban inflamadas seguían moradas. Se colocó la ropa interior, la única realmente decente que tenía –de encaje rosado– y oyó un extraño ruido en el techo. Con lentitud se acercó a su escritorio de donde tomó el cuchillo y se concentró en oír nuevamente.

Como no oyó nada creyó que se trataba, quizás, de un gato sobre el tejado, pero cuando pensaba colocarse su sostén oyó nuevamente ese ruido, que no se oía para nada como si fuera el peso de un gato. Con cuchillo en mano bajó tal cual estaba por las escaleras en busca del Loco, lo vio beber agua en la cocina con su torso desnudo y cubierto de sudor.

—¡Loco! —le dijo para llamar su atención, y cuando él giró abrió los ojos con sorpresa al verla casi desnuda—. ¡Escuché un ruido en el techo! No es un gato, es más pesado.

—¿Qué clase de ruido?

—Como alguien que intenta no hacer ruido pero una teja suelta lo traicionó.

El rostro del Loco se volvió serio de repente y abrió nuevamente la misteriosa puerta de la cocina. Erica lo oyó bajar por unas escaleras y luego subir otra vez, pero al hacerlo lo hizo con dos pistolas y un estuche negro.

—Quedate escondida, yo me encargo.

Erica lo vio cargar las pistolas y colocarse los arneses con cuchillos en piernas y torso, y con un movimiento de mano la instó a acercarse. Ella obedeció y se acercó rápido para poder recibir una pistola cargada en sus manos.

—No te muestres, pero si la cosa empeora, no te dejes morir —le dijo él con seriedad.

—¿Gretchen? —preguntó, con sorpresa.

Él dejó ir un suspiro fastidiado.

—Peor —dijo y chasqueó la lengua—. Tardó tres días en encontrarme, está perdiendo su toque.

No bien terminó de decir eso, se oyó un vidrio romperse en la cocina y seguido de eso comenzó a llenarse todo de humo. El Loco la instó a Erica a agacharse en el suelo tras la isla de la barra de la cocina. Ambos se asomaron solo un poco para ver en el suelo unas botas negras que no hacían sonido alguno en sus pasos, y eso se debía a su capacidad de pasar desapercibido.

Mörder [ COMPLETA ]Where stories live. Discover now