Capítulo N° 33

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Los rayos de sol iluminaban el rostro de Erica, eso la despertó. Parpadeó varias veces hasta lograr ver bien y se sentó despacio, Aaron ya no se encontraba ahí, así que dejó ir un suspiro y tomó su teléfono, trató de ver si él lo había revisado, pero parecía que todo estaba en orden. Volvió a suspirar y se sentó para abrazarse a sí misma con toda su desnudez, las lágrimas no tardaron en llegar, intentó impedir que se derramaran pero fue imposible. Sus gemidos adoloridos también fueron inevitables, se refregaba los ojos y el cuerpo como si quisiera arrancarse la piel.

Cuando se sintió mejor se levantó para poder darse una ducha, la necesitaba con urgencia, había un baño privado allí en la habitación donde pudo quitarse toda muestra, cualquier vestigio, de que Aaron la había tocado. Se tomó su tiempo para enjabonar cada trozo de piel, que fue refregado con furia hasta enrojecer.

Envuelta en una toalla se sentó en una silla cerca de la cama para mirar la nada. Luego llevó su mirada hacia la pulsera en su muñeca, tan bella, tan delicada. Tocó el dije de alas de ángel con sus dedos y dio un suspiro para poder vestirse. Guardó el teléfono en un bolsillo y peinó con cuidado su cabello, para luego recogerlo en una colita alta, la cual trenzó para evitar ser sujetada del cabello.

La gente de Mörder la saludaba con respeto cuando salió de allí, le abrían el paso, pues ella era en ese momento la «señora del lugar». Sintió un escalofrío, se sentía sucia pese a acabarse de bañar. Había tenido que acostarse con él en la noche, y excitarse había sido realmente difícil. Aaron de por sí nunca había sido muy atento sexualmente con ella si lo pensaba demasiado, su amor por él le había impedido notar las señales, estuvieron siempre ahí y no había querido verlas. Cuando tenían relaciones, siempre era besarse y pasar directo a la penetración con algún que otro toqueteo antes, muy diferente a otros encuentros, como Lucas e incluso el Loco, preocupados por los detalles, por ella y no solo por el propio placer.

Dejó ir un suspiro y fue al gimnasio, quería entrenar su cuerpo, estaba enojada y necesitaba descargarse con algo. Al entrar pudo ver a Martín haciendo barra, levantaba su cuerpo una y otra vez con habilidad, lo que marcaba los músculos de sus brazos y espalda.

Decidió acercarse a él y se trepó en la barra a su lado para imitar sus movimientos, sus músculos también se marcaban en ella, demostraba la fuerza que Erica tenía en los brazos, se sorprendió a sí misma, pero luego su hombro que había tenido una fisura comenzó a molestarle. Trató de ignorar el malestar para seguir con su ejercicio.

Martín se tiró de la barra para poder tomar una botella de agua en el suelo, no la miró en ningún momento, pero Erica vio que tenía un moretón grande en un ojo y también en el pómulo, su ojo se veía un poco inflamado. Se bajó de la barra y pudo notar que él apretaba la botella con más fuerza de la necesaria.

—¿Cómo estás...? —susurró Erica sin mirarlo, rotaba su hombro para aliviar el dolor en él.

—¿Cómo carajo creés que estoy? —gruñó él con fastidio.

—¿Cuál es tu problema?

—¿Cómo mierda podés estar con él después de lo que le hizo? ¿Cómo podés besarlo y cogértelo después de que le arrebató la vida? ¡Ella te amaba! ¡Te admiraba! —le gritó lleno de odio.

—¿Y vos qué? Era tu novia y trabajás para él, ¡hacés su guardia y le hacés recaditos! —Lo señaló con el dedo índice, con su rostro enfadado.

—No tengo otra opción, si no obedezco mis abuelos van a tener una muerte horrible luego de una cruel tortura —dijo entre dientes con sus ojos llenos de lágrimas—. ¿Vos entendés que tengo que obedecer en todo? Podría pedirme que me agachara y entregara el culo, y aún así tendría que callarme y hacerlo. ¿Entendés eso?

Mörder [ COMPLETA ]Where stories live. Discover now