Capítulo N° 21

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Había pasado una semana desde la fallida misión donde Aaron murió salvándole la vida a su amada princesa. Una pérdida demasiado grande para Mörder por ya no tener a su mejor profesional, pero una pérdida aún más grande para ella.

Erica no había hablado con nadie desde entonces, tuvo que ser sedada el primer día y se enteró, unos días después, que alguien se había quedado a su lado, supuso que se trataba de su hermana.

Con su brazo aún vendado se había entretenido golpeando con fuerza una bolsa. Gretchen le había ordenado entrenar, casi sin descanso, pero a Erica no le importaba. Ya se había cansado de llorar, solo se sentía llena de ira y la descargaba contra esa inofensiva pero dura bolsa frente a ella.

«Te prometo algo, princesa, para el fin de semana voy a tratar de tener todo listo para desaparecer juntos. Nada nos va a separar, te lo prometo»

Golpeó con más fuerza la bolsa, sintiendo el océano en sus ojos a punto de delatar su dolor.

«Vas a ser la madre de mis hijos»

Las lágrimas que estaba intentando retener no se resistieron más y una una comenzaron a caer por sus mejillas, sentía una enredadera espinosa que se enrollaba en su pecho hasta hacerla sangrar, una que se enredaba en su cuello para quitarle la voz y solo dejaba el dolor. Eso explicaría todo el dolor que estaba sintiendo y esa molestia en su garganta.

Decidió ir al comedor para poder cenar, era hora de hacerse fuerte y demostrar que la princesa podía mantenerse firme ante la adversidad, pero continuaba sintiéndose como un robot.

—Fui una ingenua —se dijo en la mente.

Cuando entró al comedor todos alzaron la vista para verla, los murmullos comenzaron a sonar con sus intensas y juzgantes miradas. Buscó un lugar apartado, lejos de todos, lejos de su hermana, sus amigos y de la intensa mirada de fuego que le lanzaba Gretchen.

Comió ahí, sola como los días anteriores, sin pronunciar palabra alguna, con su mirada baja y sus hombros encogidos.

Sintió a alguien tras ella.

—Quiero estar sola, sea quien sea, déjenme en paz —dijo Erica muy desganada, sin fuerza alguna en su tono de voz.

—En momentos de crisis la familia debe estar unida... —oyó la voz de Celeste tras ella, la abrazó con fuerza desde atrás—. Y esta familia jamás te va a abandonar...

—Por favor, Cele, solo... quiero estar sola... —susurró con la angustia en su tono de voz.

—Siempre voy a estar para vos, Eri —insistió su hermana y le besó una mejilla—, te voy a dar el espacio que necesites, pero sabés que siempre voy a estar para vos.

Así como llegó, así se fue. Erica volvió a quedarse ahí, sin una pizca de apetito, pero se obligó a sí misma a comer. Sentía que cada bocado era un pequeño paso, una pequeña victoria.

Volvió a sentir a alguien atrás.

—¡¿Por qué no me dejan en paz?!

Giró para poder encontrar allí a ese chico de piel aceitunada y nariz aguileña, de rasgados ojos oscuros y su clásico sombrero negro.

—Erica... —Chris la miró con tristeza—. Yo... lo siento mucho.

Erica solo lo miró con sus ojos bien abiertos que volvían a llenarse de lágrimas, con todo el miedo y la angustia en cada rasgo de su rostro.

—Pegame todo lo que quieras —dijo él con seriedad—, si eso evita que te dejes morir...

Erica comenzó a llorar ahí frente a él y se lanzó contra a su pecho. Chris no tardó ni dudó un solo instante en abrazarla, la envolvió con sus brazos de forma cariñosa y protectora. Quería reconfortarla, quería hacerle sentir que no estaba sola. Ningún obligado lo estaba, todos sabían lo que era perder a un ser querido.

Mörder [ COMPLETA ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora