Capítulo N° 28

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El cielo nocturno se oscurecía por la tormenta próxima, truenos se oían fuertemente, los rayos llenaban los cielos. Un cielo que mostraba el estado de ánimo del Loco, que recorría las calles en su camioneta todo terreno, en busca de ese bebé llamado Jack, acompañado de su ovejero belga, Hund. Y al llegar a lo de Moira nuevamente, viendo el desastroso estado en el que se encontraba todo, se dedicó a investigar un poco, buscaba datos de los posibles causantes. Tenía sus sospechas, pero no podía comprobarla sin quedar como loco.

Vio una foto de Moira abrazando a Jack, sintió mucha angustia en la garganta, entonces la tomó en sus manos y abrazó el cuadro con cariño, luego divisó en el suelo algo de plata, se agachó para tomarlo, reconociendo el collar con dije de libélula con una piedra lila, esa que él le regaló. Estaba manchado con sangre, por lo que apretó el collar en su mano para luego darle un beso y se lo colocó en el cuello.

Juntó en una caja algunas pertenencias que no quería dejar, la foto que quitó del cuadro, al igual que otra donde ella le besaba una mejilla a él. Tomó una carpeta con las documentaciones de Jack y sus estudios médicos, lo guardó también en la caja, al igual que la ropa del pequeño y algunos juguetes. Acomodó todo con cuidado, y tomó los paquetes de pañales que estaban en un mueble.

No tardó mucho en salir de la casa, le hacía daño estar ahí con todo en ese estado, por ello se subió a la camioneta, no encontró rastro alguno de Jack y Hund.

Recorrió el barrio a ver si podía verlos, pero no los pudo encontrar. Tenía miedo de que el bebé estuviera herido, o de que ambos estuvieran muertos. Debió frenar un instante y se cubrió el rostro con las manos, había comenzado a llorar ante la posibilidad de perder también a Jack y Hund.

El Loco se detuvo en su casa, sentía un gran vacío en él, y cuando estaba por abrir la puerta del garage para estacionar su camioneta, vio una moto roja en el jardín y a alguien en la puerta de su casa, abrazándose las piernas. Y aún cuando no podía verle el rostro por el cabello cubriéndola, reconoció a Erica.

Bajó rápidamente de la camioneta y corrió con desespero hacia ahí, abrió las rejas negras lo más rápido que pudo. La vio cubierta por un abrigo de hombre, su rostro golpeado, sus mejillas cubiertas de lágrimas y sangre. La tomó en sus brazos con mucha delicadeza para no herirla más, y le habló con un suave tono de voz, vio que el suelo entero y la puerta tenían sangre, así que le corrió el abrigo viéndola en ropa interior, su cuerpo herido y lleno de sangre.

—¡Erica! ¡¿Qué te pasó?!

—Loco... perdoname... —sollozó con agua en sus ojos.

Él la miró con tristeza y decidió alzarla en sus brazos.

—Perdoname a mí, no debí dejarte ir...

La metió en la casa con mucho cuidado, con una mezcla de ira y tristeza que se acumulaba en él, por el dolor de ya no tener a Moira y de ver a Erica en ese estado deplorable, y más aún porque ella lloraba murmurando palabras indescifrables en medio de su llanto ahogado. La llevó al baño, donde la sentó en el inodoro cerrado mientras que él llenaba la bañera con agua caliente, la miró de soslayo, la vio refregarse los ojos con dolor.

Con un rechinar de dientes de tanto odio, siguió con su trabajo de llenar la bañadera, porque sabía que no podría quedarse parada en la ducha.

—Vení, engel, necesito lavar las heridas para poder curarte —le dijo con suavidad.

Le quitó el abrigo, pero cuando intentó desabrocharle el sostén, ella comenzó a llorar con más fuerza al cubrirse los pechos, con incluso más dolor en su voz que antes. Parecía asustada de que la tocara, aunque él no estaba seguro de si su miedo era por ser él, o solo era un miedo general a que alguien la toque.

Mörder [ COMPLETA ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora