Capítulo N° 61

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Cuando Misha llegó hacia las terrazas, se encontró con una imagen que no esperaba ver. Lucas estaba de pie y frente a él habían cuerpos de distintos asesinos que habían intentado atacarlo, sin embargo el rubio solo miraba los cuerpos y la sangre en sus manos con su rostro consternado. Tenía salpicaduras de sangre en el rostro y en su ropa.

—Muchacho —dijo Misha y Lucas se puso en guardia, pero el ruso alzó sus manos—. Me envió Wolff, tranquilo.

Lentamente comenzó a acercarse a él, pues Lucas no soltaba sus armas por nada del mundo, y a su lado tenía el rifle. Estaba pálido y con sus ojos bien abiertos.

—¿Es la primera vez que matas frente a frente? —preguntó Misha, daba cada paso con suma lentitud por miedo a un disparo directo—. No es lo mismo de lejos que de cerca, muchacho.

Lucas se dejó caer al suelo de rodillas y se tomó el cabello, con su pecho que se levantaba una y otra vez, estaba hiperventilando y las lágrimas no habían tardado en cubrir sus mejillas, no ocultó tampoco sus gemidos de dolor por estar cubierto de sangre, por haber sido él mismo quien mató a esas personas. Fue en defensa propia, pero le asustó la facilidad y rapidez con que lo hizo.

—Si lo deseas puedo sacarte de aquí —le dijo Misha de pie frente a él—. Estoy encargado de tu seguridad.

—Estoy bien —dijo Lucas con su respiración acelerada—, estoy bien...

—No, no lo estás —Misha miró hacia la puerta y comenzó a hacer danzar sus cuchillos—. Yo me encargo de los enfrentamientos cercanos, tú tranquilízate y ocúpate del rifle, o te dormiré y te sacaré de aquí en contra de tu voluntad.

Los asesinos que se acercaron no tuvieron mucho tiempo a reaccionar, Misha les había lanzado sus cuchillos y derrotado en pocos movimientos, para después recuperar cada uno de sus cuchillos de lanzar, mientras que tras él Lucas intentaba poco a poco tranquilizarse y respirar mejor.

Lucas había sido entrenado por el Loco y por Fosa, tenía la capacidad física para luchar y defenderse, pero pese a ser fuerte mentalmente, ver los ojos del otro al morir era demasiado para él. Con el rifle, pese a que cada disparo traía un muerto, no era cercano, no había olores, no oía los gritos. No era un asesino directo, no como en ese momento.

El Loco y Aaron se miraban el uno a otro en la sala de tiro de Mörder, solo se miraban, alejados lo más posible el uno del otro

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El Loco y Aaron se miraban el uno a otro en la sala de tiro de Mörder, solo se miraban, alejados lo más posible el uno del otro. La mirada de odio que se dirigían parecía congelar el lugar o llenarlo en llamas, pero ninguno hizo ningún movimiento en vano, solo se observaban, como si estuviesen esperando algo del otro, quizás un movimiento en falso, un error o distracción de su rival.

Todo había empezado con ellos dos, justo con ellos dos la primera vez que Aaron vio al Loco matando a su padre y madre en la casa de su infancia, el día en que él le pidió a Gretchen que lo llevaran cuando el Loco propuso matarlo. Él había propuesto matarlo porque la mirada de ese niño, llena de locura y satisfacción ante la muerte frente a él, la forma en que había pateado con una carcajada el cuerpo de su padre, todo eso había sido una señal. El Loco siempre lo supo, que él sería un problema. Nadie nunca había querido escucharlo, ni siquiera Nahuel.

Mörder [ COMPLETA ]Where stories live. Discover now