Epílogo

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El viento soplaba de forma suave, con los rayos del sol iluminando con su claridad. A pesar de que había varias personas yendo y viniendo, cada uno respetaba el espacio del otro. Nadie juzgaba a nadie.

La falda de Erica danzaba entre hojas a causa del fuerte viento de la primavera que aún se sentía fría, acompañaba a su largo cabello que también danzaba con el viento.

A pesar de ir seguido a visitarlo, encontrarse frente a esa puerta siempre era un reto. Ver el gran mausoleo de los Wolff, la inmensidad de esa puerta negra, siempre la intimidaba.

—Los demás dicen que irán a casa más tarde, quieren darte tu espacio.

Erica no le respondió a su esposo, solo miraba esa puerta que no se animaba a atravesar, se sentía tan pequeña allí, tan frágil frente a la puerta donde descansaban esos tres grandes y temidos asesinos.

Veía a sus hijos ir y venir, ellos ya habían entrado a contarle sobre sus gustos, sus vidas y cualquier cosa que deseaban decirle a quien llamaban, con todo su amor, «papá Jack». Sin embargo Erica no podía entrar, tenía miedo de hacerlo.

Un niño rubio de ocho años se acercó a ella y la abrazó con cariño, Erica le acarició la cabeza con una dulce sonrisa, para luego depositar en la coronilla de su cabeza un tierno beso. Se sentía sola, pero Jack se esforzaba por reconfortarla, por demostrarle que no solo él estaba ahí, sino que él recordaba. Jack recordaba todo, a su padre, a Sveta, él recordaba todo.

—Mamá, ¿no querés ver a papá?

La dulce voz de una niña la obligó a bajar la mirada, allí Sveta, de cinco años, estaba sonriéndole. Su cabello castaño claro lo llevaba corto por los hombros, su rostro era ovalado, tan similar al que ella heredó de su padre, pero sus ojos, sus ojos eran lo más especial. Celestes y de mirada profunda, como los tenía Jack Wolff. Ella era la perfecta fusión de sus padres.

Erica le sonrió y le acarició la cabeza con cariño. Momentos atrás había estado enojada con ambos, con Jack y Sveta, porque a pesar de estar en un cementerio no se comportaban como correspondía. Ella no solía regañarlos mucho, era conocida por ser una mamá dulce, cariñosa y muy comprensiva, pero en ese momento Jack había estado escuchando música en su reproductor sin prestarle atención y eso había colmado su paciencia. Por respeto se vio obligada a arrebatárselo, por lo que ella lo llevaba en su pequeña cartera.

—¿Querés hacerlo sola o preferís que entre con vos?

Una mano fuerte se posó en su hombro y se trasladó de forma delicada a su espalda, y de ahí a su cintura en una suave caricia, en un abrazo, y él le besó una mejilla con cariño. Esa caricia la hacía feliz, la reconfortaba un poco, porque a su lado jamás se sentía sola, ni juzgada, ni tenía miedo.

—Quiero hacerlo sola, tengo un par de cosas que contarle... —dijo con una pequeña sonrisa y giró para verlo con cariño, viendo sus rasgos cuadrados y una barba prolija que rodeaba sus mejillas—, llevá a los chicos a comer algo, ¿sí?

—Uff, decile de mi parte que extraño mucho sus besuqueos y que debí haber aceptado ese trío —dijo Lucas con una sonrisa pícara.

Erica le dio un empujón con un siseo, para que se callara y no dijera semejantes cosas en un cementerio, pero luego terminó por reírse, pues sabía que en realidad a Jack le habría causado mucha gracia.

—Voy a llevarlos al auto, avisame cuando vengo a buscarte, ¿sí? Omar y Nahuel ya deben estar en casa, volviendo locos a Chris —dijo con una risita—. ¿Habrá ido con Anto?

—No creo, Chris dice que solo están conociéndose —se rió Erica—. Llevan cinco años conociéndose, desde mi despedida de soltera. Creo que el que está asustado es él.

Mörder [ COMPLETA ]Where stories live. Discover now