Capítulo 30

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CAPÍTULO 30

Amber.

Mi mente me traicionaba cada vez que podía desde que me separé de Valerie ayer por la tarde. Estando sola o en compañía, mi cabeza reproducía esa rueda de prensa como un disco rayado.

«Su mujer»

¡Por Dios! No puede decir eso y luego desaparecerse del mapa como si nada, porque sí, desde que se salió de la rueda de prensa donde no dejaron de hablar sobre nosotros, no se ha comunicado conmigo. Rechaza mis llamadas, no lee mis mensajes —o eso creo—, nada. No sé nada. Y no me creí entrar en un estado de desesperación nunca como en el que me encuentro en estos momentos.

En teoría, tiene que llegar hoy. ¿Cuándo? ¿A qué hora? ¿Dónde? No tengo la menor idea.

—¡Amber!

Bajo las escaleras con los pies descalzos y con mi pijama de dos piezas, tan rápido como me es posible ante el grito horrorizado de Scarlett.

Con la rubia creamos una especie de complicidad entre ambas y hasta puedo llegar a pensar que llegaremos a tener una buena amistad, pero mi angustia en estos momentos es saber que desastre acaba de hacer.

Me asomo a la cocina preocupada, y al ver el desastre con el que me encuentro me dan ganas de tirarme de espaldas. La imagen traumatizaría a cualquier compulsivo del orden.

Corro tan deprisa por unos guantes de cocina y abro el horno —de donde sale un humo negro—, lo apago y saco lo que sea que haya sido el invento de la rubia, que, como verán, es irreconocible. 

—Tienes el mismo don que tu hermano —digo irónica mientras me tapo la cara para no toser.

—Lo siento —susurra tosiendo y tratando de hacer que no entre más humo a sus pulmones.

Suelto la bandeja en la basura, para luego apoyarme en los bordes de la encimera y cerrar los ojos. Clemenecia, señor, clemencia.

Harina por todos lados, en la isla, en la encimera, en los muebles. Una caja de huevos tirado en el suelo.  Platos rotos. Sartenes apilados en la lavavajillas. Scarlett con un delantal quemado que también le falta un pedazo. Su rostro está negro y lleno de harina.

—¿Planeabas matarnos aquí dentro? ¿Qué quisiste hacer, Scarlett?

—No tengo idea —tiene la respiración acelerada, se llevó un susto tremendo y como no, casi que casi termina rostizada—. Se suponía que era la cena de James.

—Seguramente hubiese pensado que lo querías envenenar y no comería ni un gramo.

Ella se ríe.

—Tienes razón. Con lo desconfiado que es...

En ese instante, el ruido del elevador le ilumina el rostro y no termina de hablar cuando ya está saliendo disparada como una bala al recibidor.

Me preparo mentalmente para verlo y la sigo, zigzagueando con los trozos rotos de porcelana esparcidos en todos lados.

James camina fuera del elevador, con sus dos maletas en mano. No da ni dos pasos y ya tiene a su hermana prendida de la misma manera que lo hizo conmigo. Ni siquiera lo tambalea.

Mi Jefe +18 © [En Proceso]Where stories live. Discover now