TWENTY-THREE

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TERMINÉ DE SECARME EL PELO CON EL DIFUSOR Y LO APAGUÉ PARA GUARDARLO EN EL CAJÓN DE MI BAÑO, Andrea a mi lado se terminaba de aplicar un labial, el tercero de la noche, antes de sacárselo con rabia

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TERMINÉ DE SECARME EL PELO CON EL DIFUSOR Y LO APAGUÉ PARA GUARDARLO EN EL CAJÓN DE MI BAÑO, Andrea a mi lado se terminaba de aplicar un labial, el tercero de la noche, antes de sacárselo con rabia.

Me acerqué a ella rodeándole la cintura con una mano, tomé el labial cereza que siempre me había gustado en ella y se lo pasé junto a un corrector para que tapase lo rojo de la irritación.
Antes de alejarme de ella le dejé un besito en el cachete.

Bajé las escaleras a pasito seguro, traía sandalias de taconcito viejas, casi no tenían agarre en la suela, la novia de Lucio me ofreció la mano y la agarré con gusto.

- Gracias...- Murmuré tímidamente, ella me regaló una sonrisa de boca cerrada antes de irse a la cocina, dejándome sola frente al grupo de mis amigos, allí se encontraba él, obviamente, había intentado hablarme en varias ocasiones pero lo había ignorado, no porque no quisiera arreglarlo o estuviera muy enojada, en cierta parte me daba gracia su torpeza pero por sobre todo me daba mucha satisfacción su frustración al no poder enmendar aquél error tan estúpido.

Me paseé ante su muy atenta mirada, tenía los ojos azules hoy, no celestes. Caminando con mucha cadera, me acerqué a él y me incliné para recoger mi bolso del suelo, le bailaron los ojos, parecía entretenido.
Me incorporé y así como llegué me dispuse a abandonarlo.
Fuí una ilusa al creer que me dejaría irme  con facilidad, supuse que no se atrevería a tocarme teniendo tan mala cara, me equivoqué.

Una mano gigante me rodeó la cintura y me vi pegada a su cuerpo, me dió la vuelta, aguanté el aire por acto reflejo, su nariz, se enterró en mi pelo mientras me lo apartaba delicadamente, aquella mano con la que me sostenía bajó más allá de lo que se podía llamar espalda.
Me sacó de onda, y no sabía si era por el conocerlo hacía tantos años o tal vez el hecho que jamás había pensando seriamente en él de esa forma, había tenido pensamientos románticos sobre él, seguro, ¿sexuales? eso si que no lo recordaba.

Me maldije a mi misma y a mi continuo anhelo por el contacto físico, porque tardé más tiempo de lo debido en apartarme cuando comenzó a dejar besos justo debajo de mi oreja, mi pecho subía y bajaba con dificultad y no sabía bien que hacer con las manos.
Dando dos pasos torpes me alejé de la calidez de su cuerpo, hirviendo y con un nuevo brillito en los ojos.

Ni siquiera quise mirarlo, su mano me acarició el brazo, los hombros y justo cuando pensé que iba a seguir, se separó de mí como si hubiese tenido el mismo pensamiento que yo hacía unos minutos.
Sin decir nada caminé con mi bolso en mano, bajándome un poco el vestido, gracias a dios no traía labial puesto.
¿Qué carajos estaba haciendo? ¿Yo no estaba enojada con él? Era una tibia de mierda.

Mis tacones resonaron por toda la madera, sus pasos detrás mío la hacían rechinar.— ¿Estamos todos listos?— Preguntó Álvaro, asentí en silencio y me removí un poco, Mihail no tuvo mejor idea que pararse detrás mío, me miraba desde arriba, jugaba conmigo ahora que había hecho el ligero descubrimiento que nuestra diferencia de tamaño no se podía decir que me incomodara sino todo lo contrario.

Iríamos en auto, no me preocupaba conducir, me molestaba más bien el hecho de no poder tomar nada de alcohol por hacerme cargo de llevarlos a todos, me dije a mi misma que no necesitaba la bebida para disfrutar la cena pero se me hacía agua la boca por un gin tonic con rodajita de limón.

Raspé el piso con la punta de mi tacón, aplastando las arrugas de mi vestido con el dedo, era un strapless negro hasta mitad de muslo. Hacía un día hermoso afuera.

— Te veo tensa.— Me habló un demonio al oído.—

— No te proyectés.— Y tampoco te me acerqués porque tengo poca fuerza de voluntad.

—¿Vas a seguir castigándome mucho tiempo?— Dejó un besito en mi hombro descubierto que envío escalofríos por toda mi espalda, sentía el cuerpo caliente de forma agradable, quería cerrar los ojos y dejarme abrazar.— Eres cruel cuando quieres.—

— No te castigo, te trato como debo.— Miré atentamente al resto de personas en la habitación, ninguno parecía darse cuenta de la situación, lo dejé continuar.— Me dejaste plantada una hora y veinte.— Mi voz salió ronca, apagada, me delataba.

— Y no he parado de pedirte perdón.— Sus pulgares acariciaron mi cintura con cariño.— ¿No hay nada que pueda hacer para compensarlo?— Las insinuaciones en su voz eran quizá demasiado para mi pobre alma.

No hablarme en el cuello, por ejemplo.— El tiempo me dirá si vale la pena perdonarte.— Rió en mi nuca.

— Si ya me has perdonado, solo quieres que aprenda la lección.— Su aliento chocó en mi oído, cálido, mentolado.— La he aprendido, déjame demostrártelo.— El hijo de puta me conocía bien, jugaba con mis límites a la vez que los respetaba, me acariciaba la piel y me endulzaba el oído.

Rodeé los ojos, no podía concentrarme en pensarlo teniéndolo tan cerca, me acomodé el pelo con una mano, hechándoselo en la cara para apartarlo. Para nada molesto, se incorporó y me dejó un beso en la cabeza.

— ¿Eso es un si?— Indagó.

— Eso es un "mostrame que si aprendiste"— Fue directo a darme un beso pero le hice la cobra.— Y para que sepas, no, no estás perdonado.— Me miró a los ojos unos segundos, apreté la mandíbula intentando sacar fuerzas que no tenía, él me volvía estúpida, siempre lo había hecho.
Llevó una mano a mi cara y la acarició con el pulgar, trazando una línea desde mi mejilla hasta acariciarme levemente la comisura de la boca, antes de yo poder reaccionar me robó un piquito, le aparté la cara con una mano.

Su sonrisa se hizo aún más grande, mostrándome un linda hilera de dientes, me abstuve de compartirle algún comentario acerca de lo guapo que era, la cámara no le hacía justicia alguna, o quizá era que yo estuve, estaba y siempre estaré muy enamorada de él.
Con esa nueva idea en la cabeza lo volví a mirar y tomándolo del cuello de la camisa le planté un beso brusco que no reflejaba en lo más mínimo todo lo que estaba sintiendo más allá del enojo, me tomó del cuello solo para obligarme a mantenerme de puntitas.

Nuevamente me separé de él y me limpié la boca con el dorso de la mano, el se chupó los labios antes de volver a poner esa sonrisa maquiavélica que tanto me gustaba.
Caminé en dirección a los autos con su presencia siguiéndome de cerca, me permití sonreír un poquito ahora que no me veía, me subí a la camioneta de Andrea con cuidado puesto que era alta, debía comprarme una propia, Mihail se sentó de copiloto como siempre, no lo miré mientras encendía el motor pero él si me miraba, con los ojos azules brillantes, era como un perrito al cual yo le había prometido un premio.

maldito hombre guapo.










NOTA DE LA AUTORA:

Dos capítulos en un solo día? que es esto, navidad?

No, es un secreto a voces.



REFLECTIONS | Misho AmoliWhere stories live. Discover now