TWENTY-SEVEN

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ODIABA ESTAR ENFERMA, realmente lo odiaba.

No era muy común que me enfermase realmente, era una persona muy sana pero últimamente estaba teniendo una mala racha. Giré sobre mi cuerpo haciéndome bolita en mi cama, hacía dos días que no me podía siquiera poner en pie, abría los ojos de vez en cuando y tenía la iniciativa de ir a la cocina para tomarme algo que aliviase la fiebre, me rendía al dar dos pasos.

Mihail se había ido de viaje, debía volver ayer. Andrea trabajaba y yo no tenía nadie que me cuidara, nunca había necesitado realmente el cuidado de alguien pero en estas situaciones era vital.
Volví a girar sobre mi cuerpo destapándome un poco pero me dió frío así que comencé a temblar, estaba toda sudada. En la lejanía escuché el sonido de mi tono de llamada a todo volumen, estire la mano para alcanzar mi teléfono y atendí sin mirar quién era.

- Buenos días princesa.- Habló Mihail fingiendo la voz.- Ya he llegado a casa, estaba pensando que podríamos salir a cenar.- Tuve que procesar un rato lo que me había terminado de decir.

- ¿Mihail?- La voz me salió rasposa, hacía fácil tres días que no hablaba.- ¿Que día es?-

- ¿Te he despertado?- Preguntó confuso.- Son las cuatro de la tarde.-

- Estoy enferma.- Hubo un silencio breve.- Enferma que no me puedo ni levantar de la cama.-

- ¿Te has tomado algo?- Preguntó, escuché ruido de llaves.

- No, no puedo dar dos pasos sin caerme.- Suspiró.

- Déjame que deje mis maletas, me hago una muda de ropa y voy para allá.- No me negué, realmente lo agradecí, más allá de que realmente necesitaba que alguien me alcanzara una pastilla, lo extrañaba, se había ido a Barcelona unos días a hacer unos trámites.

- No tenés llave.- Le recordé, nunca le había dado una copia.

- Vas a tener que abrirme.- Casi me largo a llorar, abrí un poco más los ojos forzosamente, culpándome a mi misma por atender.

- Ok... Voy a la puerta.- Avisé, destapándome de a poco.

- Voy a tardar al menos quince minutos en ir.- Me avisó.

- Y yo puede que tarde veinte en llegar.-

Colgó con la promesa que llegaría lo antes posible, me puse mis pantuflas y agarrándome de las paredes comencé mi travesía, tarde relativamente poco en llegar a la escalera pero bajarla se convirtió en un verdadero reto, cada que bajaba un escalón se me debilitaban las piernas y me quedaba poco a poco sin aire, era impresionantes lo débil que traía el cuerpo, la fiebre me estaba matando.
Para cuando llegué a la puerta sentía que me estaba muriendo, me senté en el suelo a esperar que llegara mi ser amado, intentando no dormirme en el proceso, aunque era complicado.

REFLECTIONS | Misho AmoliWhere stories live. Discover now