THIRTY

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TERMINÉ DE ARMAR LOS SANGUCHITOS DE MIGA Y LOS CORTÉ EN CUADRADITOS, unas manos me rodearon la cintura y Mihail apoyó su mentón en mi hombro, encorvandose

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TERMINÉ DE ARMAR LOS SANGUCHITOS DE MIGA Y LOS CORTÉ EN CUADRADITOS, unas manos me rodearon la cintura y Mihail apoyó su mentón en mi hombro, encorvandose.

— Ya casi termino y nos vamos.— Le comuniqué, apoyando mi cabeza sobre la suya, respiró fuerte.

— Me encanta tu perfume, ¿Sabías?— Claro que lo sabía, no era la primera vez que me lo decía, me había comprado dos cajitas más del mismo en caso de que se me terminase.

— Estás muy cariñoso hoy, ¿Me extrañaste?— Comenzó a balancearse levemente conmigo brazos, como si bailara con los ojitos cerrados.

— No te imaginas cuánto.— Me estrechó más fuerte.— Toda mi casa tiene algo tuyo, no he podido dejar de pensar en tí.— Había tenido que hacer un pequeño viaje a París de emergencia para arreglar algo de una sesión de fotos y decidí quedarme unos días hasta que estuviera listo, fue menos de una semana.

— Sos un pollerudo...— Alargué, el se resfregó contra mi mientras yo guardaba los sanguches en un tupper.

— Consíganse una habitación.— Gritó Nicolás desde la sala, me volteé levemente hacia Mihail y levanté las cejas en insinuación, me dejó un beso tosco en el cuello antes de separarse.

— Pillina.— Murmuró agarrando los tuppers de sanguchitos, me giré a mirarlo con horror.— Qué...—

— No vuelvas a decir eso.— Me llevé una mano al pecho.— Yo entiendo que estás gallegonizado o lo que sea, pero me haces doler el alma.

Rodeó los ojos mientras caminaba en dirección a la puerta de la cocina de casa de Andrea.— Como sufres eh.— Se burló de mí.

— Me da bronca.— Lo jodí, le rodeé la cintura de atrás, llevaba una camisa suelta color crema que me combinaba con el vestido.— Sos de afuera, sabés el potencial que tenías, podrías haber aprendido cualquier español y aprendiste el de España.— Caminó sujetándome la mano.

— ¿Preferirías que te hable en Argentino, boluda?— Exageró un acento que era de cualquier lado menos de Argentina.

— Me gustas así.— Tuve que tirar de él para dejarle un beso en la mejilla.— Solo no digas cosas como pillina y hostia puta.—

— Hostia puta tío, joder, coño.— Tuve un ataque de risa al escucharlo decir coño, debí agarrarme de la pared para no caerme de culo.— Flipo chaval, por qué te hace tanta gracia la palabra coño.— Volví a escupir de la risa, estaba rojísima.

— No sé.— Hice el intento de hablar pero me quedaba sin aire, se creó un silencio entre los dos dónde solo se escuchaba mi risa, Andrea salió del baño y miró la escena confundida.

REFLECTIONS | Misho AmoliWhere stories live. Discover now