FIFTY-ONE

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ME SENTÉ ALLÍ A OBSERVAR EL ESTOMAGO DE ANDREA MIENTRAS LE HACÍAN SU ÚLTIMO ULTRASONIDO. Estábamos tratando con un muy sano y muy despierto varoncito.

No podía evitar pensar que era meant to be, Andrea era la descripción detallada de una madre de un varón.
Había pasado largas horas en su casa últimamente, su mamá estaba pasando por algunos problemas económicos y lamentablemente no podía pagarse un boleto para venir a verla, no se encontraba en capital. Gracias a eso me había propuesto hacer viajes diarios a su casa tanto como para informar a su madre como para yo misma ver cómo estaba, y lo cierto era que si bien estaba feliz, físicamente no estaba bien.

Las náuseas matutinas la atacaban constantemente y entre que la hinchazón la mataba, su tamaño no ayudaba en nada a la hora de desplazarse, era como un bebé, requería mucho cuidado que lamentablemente yo no podía darle.
Las chicas también la visitaban de vez en cuando, gracias a la velada se habían vuelto cercanas y no habían dudado en ofrecer ayuda para decorar el cuarto del bebé entre otras cosas.

A decir verdad los días pasaban muy lentos, demasiado para mi gusto, parecía que mientras más cercanas las vacaciones menos rápido pasaba el tiempo, a veces sentía como si mi vida no fuese mía y en cambio estuviese viendo una película.
Quizás eso era lo que en realidad estaba pasando.


Los días de compras con Andrea cada vez eran más recientes, cuando nos aburríamos nos gustaba ir a abarrotarnos de ropita de bebé, biberones, chupetes y ropa de maternidad, eso es lo que terminamos haciendo luego de la cita con el médico. Teníamos reservación para ir a cenar entre amigos pero Misho estaba haciendo una campaña de Dios sabe que y debíamos esperar a que terminase para que nos pasara a buscar. Linda fue nuestra sorpresa de ver un centro abierto tan cerca de la clínica, no pudimos evitarlo.

— Vale, mira.— Me mostró un par de zapatos miniatura color verde.— Mira que cuquis.—

— Monisimos.— La imité, ella arrugó el ceño.— No los va a usar amor, los recién nacidos no caminan.—

— Cierto.—

Tendríamos tiempo para comprarle zapatos al niño. Seguí caminando por los pasillos sin buscar algo en específico, simplemente mirando, la fiebre de bebés se me había agotado hacía un mes desde que la fábrica había cerrado por falta de horario, ahora solo miraba la ropa como con esperanzas de algún día poder usarla.

Todo a su tiempo

Una llamada entró en mi teléfono, era Mihail. Atendí y aplasté el celular con mi hombro para tener las manos libres mientras ojeaba la ropa. No me gustaban las llamadas telefónicas, resultaban en una extraña sensación de ansiedad sobre mi, esa especie de latido en la garganta constante y fuerte.

REFLECTIONS | Misho AmoliDonde viven las historias. Descúbrelo ahora