FORTY-FOUR

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— Das pena ajena hermana

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— Das pena ajena hermana.— Le dije al salir de la sala, sonreí antes de caminar hasta mis dos amigas quienes miraban la escena aburridas.

— Esta tía es tonta.— Me dijo Sara aguantando la risa.— No me lo puedo creer.—

— Mira que pedir reunión con Recursos Humanos por esta estupidez.— Lexi se dejó caer en su silla giratoria mientras yo me ataba el cabello, hacía calor.

— Dejá que ahora no le podemos ni decir el nombre a la ridícula esta.— Más que un problema serio esto parecía una escena salida de Modern Family.

Paula, una compañera de trabajo se me agarró del brazo apenas me vió, era una lleva y trae por lo que decidí llamarme al silencio.— ¿Es cierto lo que dijo la tía esta?—

— Quién y que se supone que dijo.— Preguntó Sara terminando de levantarse de la silla, se nos hacía tarde para ir a merendar como todos los viernes.

— Nada.— Nos miramos entre las tres antes que Paula se fuera por donde vino, las agarré a las dos de la mano y saludamos al aire antes de salir de la agencia.

— Que tía rara.—

— Déjala debe de tener desorden de personalidad múltiple.—

Los días pasaban rápido cuando las tenía a mi lado, sin campañas nuevas para hacer y sin actividades me la pasaba de lado a lado con mis dos nuevas amigas, tiempo de calidad lo llamábamos.
Salidas al shopping, merendar, ir a librerías y tiendas de música, estábamos viviendo nuestra adolescencia en la adultez.

Terminabamos siendo tres señoras haciendo pelotudeces por Madrid pero me gustaba esa rutina. Ahora nos estábamos yendo a merendar a una cafetería Vintage que le gustaba mucho a Alexia, Sara estaba en una llamada ejecutiva y yo conducía tranquila, era horario de siesta por lo que no había muchísima gente en la calle, era raro de ver en Madrid.

— Quiero ir a la playa.— Mencioné en una de las pausas de mi colorada.

— En Madrid no hay playa.— Me recordó Lexi.

— Pero en Alicante sí.— La cabeza pelirroja de mi esposita apareció en medio de ambos asientos.— Road Trip las tres, Vale pone auto.—

— Acepto.— Habló la gringa abriendo mi compartimiento de bebidas y sacándose una fanta.

— Iba a decir que yo no tengo opción pero la verdad es que si me pinta.— Dije doblando la esquina buscando un lugar donde estacionar.

Estuvimos bastante rato sacando el cuero en aquella cafetería, la verdad es que amaba poder hablar de lo que sea con ellas, nunca había sido una persona con facilidad para hacer amigos, tenía muchos conocidos eso sí, pero soy una persona demasiado selectiva en cuanto a amistades, tengo límites muy marcados y cuando una persona los cruza ya no hay vuelta atrás.

— ¿Y Misho que tal?— Preguntó mi gringa, ella era la más joven de las tres, no me extrañaba que conociera a mi novio.

— Entrenando, como siempre.— Hice un ademán con la mano.— Sostiene que quiere dedicarme la pelea y se está exigiendo demasiado.—

— Suena como algo que el haría.— Dijo Sara algo distraída, movía el sorbete de su batido de un lado a otro.
agarré un mechón de su pelo y lo hice rulito para definirlo, ella me apartó la mano.— Déjalo, hoy está rebelde, no me quiere.—

— ¿Estás enfadada?—

— Solo algo cansada.— Explicó antes de apartar su batido.— No dormir siesta me hace mal.—

Las tres reímos antes de hecharnos en las sillas, nos habíamos comido tartas de queso y entre los batidos me había bajado el sueño.— La semana que viene tengo que ir a Italia a ver a mamá.— Recordé.

— ¿Mihail va contigo?— Me preguntó la pelirroja, negué con la cabeza.— Adivino, tiene que entrenar.—

— Se ha convertido en el chaval este que canta "Fútbol, Fútbol, Fútbol, siempre Fútbol".— Dijo Alexia rascándose los ojos.— Quizá deberías adoptar un perro.—

— Con Mierdón me basta y me sobra.— Dije recordando al tronquito que esperaba en casa, para estas alturas Mihail ya estaría en casa.— Creo que ya es mi hora de volver.—

— Yo me puedo ir caminando, mi casa queda por aquí.— Dijo la gringa, ambas miramos a Sara.

— Tengo que ir a comprar unas cosas, luego me tomo un uber o algo.— Saludé a mis niñas antes de manejar a mi casa, para cuando llegué pude ver las luces de la casa prendidas.

La casa de sentía viva solo cuando estaba él, era un problema serio lo mío, entre su sonrisa boba y su necesidad por el contacto físico, se había convertido en mi lugar seguro. No pude evitar contarle mi día ya que él no tenía mucho para hablar, se le veía cansadito.

— A veces todo lo que necesito es esto.— Estábamos esperando a que los fideos se terminen de hacer, el descansaba su cabeza en mi pecho mientras yo estaba sentada en la encimera.—

— ¿Recostarte en mis tetas?— Él bufó, se ponía chinchudo a la noche.

— Estar contigo abrazadito.— Le acaricié la espalda antes de hacerle piojito, relajó los músculos de la espalda.— Sigue haciendo eso y me corro.—

Le pegué en la espalda con la palma abierta, él pegó una risotada antes de separarse de mi.— Que pajero.— Me agarró de la cara, apretando hasta que se me abrieron los labios.

— Te he extrañado mucho.— Y me dió un pico.

Al final mi vida se sentía completa, un novio atento y dulce, amigas divertidas y confiables, una carrera estable y una dosis de drama.



Algo debía de salir mal si o si.







NOTA DE LA AUTORA:

Me hice una crema blanqueadora que se parece más al resultado de la paja de Misho luego de 21 días sin tiqui tiqui.

Capítulos cortos porque tengo mi reserva de 3 caps, necesito escribir o me van a venir a buscar mis wachas.

REFLECTIONS | Misho AmoliDonde viven las historias. Descúbrelo ahora