58 - Los ojos más bonitos

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Jimin se encontraba sentado en una de las bancas... completamente solo. No tenía a Dudu con él y fue muy claro cuando les pidió a Changbin y a Félix que se alejaran, estos obedecieron como pudieron, sin embargo, no podían dejarlo desprotegido y menos a medianoche en un parque público.

Jimin quería sentir la soledad, la verdadera soledad. La misma en la que estuvo sumergido por varios años en su niñez, una muy oscura, silenciosa...

Quería recordar la soledad, quería recordar cómo se sentía la vida antes de Yunho, casi no la recordaba.

Era terrible.

Antes de que Yunho y él se hicieran amigos en primaria, Jimin experimentó lo que era la soledad. Es decir, tenía a sus hermanos y también a Yoongi y sus padres lo consentían mucho. Pero, de todos modos, Jimin se sintió solo hasta que él y Yunho se hicieron mejores amigos.

Al principio, Yunho no sabía cómo jugar con Jimin, ni cómo hablarle porque pensaba que todo lo que dijera podría ser ofensivo de alguna manera. Así que Yunho dejó de intentar tratar a Jimin como pensaba que debía y empezó a tratarlo como quería; como lo que era; un niño más.

Y Yunho fue el primer niño de su edad que lo hizo sentir niño, que lo hizo sentir que formaba parte de algo. Yunho fue su primer vinculo cercano con el que no tenía relación familiar. El primero que lo hizo sentir cómplice. El primero que lo hizo sentir que su ausencia se notaría, que su existencia importaba.

Jimin movió la mano en la banca, tocando la cuerda que le había pedido a Changbin que le consiguiera. Sonrió de inmediato, porque solo ellos lograban conseguir una cuerda para saltar un lunes siendo casi la una de la mañana.

No quería ni siquiera preguntar de dónde la habían sacado, solo estaba feliz de tenerla con él.

La apretó con la mano, sintiendo un revoltijo en el estómago.

Jimin podía recordar como si fuera ayer, el día en el que Yunho llegó a la escuela con una cuerda para saltar, todos querían jungar con ella, sin embargo, él solo quería jugar con Jimin.

—Yuyu... —era el apodo que le había puesto unas semanas atrás, cuando empezaron a salir juntos al recreo—. Yo no puedo saltar a la cuerda...

—¿Por qué no? —Jimin no respondió enseguida—. Eres ciego, no inválido, te enseñaré a saltar la cuerda.

—No veré la cuerda, no sabré cuándo saltar, me haré daño...

—No necesitas verla, necesitas escucharme —dijo entonces—. Tú no necesitas ver, yo veré siempre por ti, yo seré tus ojos para siempre, así que ahora saltaremos a la cuerda.

Yunho ató un extremo de la cuerda a un tronco, ellos se sentaban bajo ese árbol casi todos los días desde que iniciaron su amistad, lo aseguró lo más fuerte que pudo y luego se colocó en cuclillas frente al niño para colocarle sus rodilleras, sabía que Jimin no conseguiría saltar a la cuerda desde el primer intento y que se lastimaría, así que se aseguró de llevar a la escuela las rodilleras y coderas que utilizaba para andar en patines.

—Saltarás cuando yo te lo diga, ¿de acuerdo?

—Es que tengo miedo y... sé que nuestros compañeros nos miran.

—Nos miran porque nosotros tenemos cuerda para saltar y ellos no —dijo, haciéndolo reír—. Contaré hasta tres para que sepas cuándo voy a empezarar y saltarás cuando yo te lo diga —Jimin asintió, temblando un poco—. Uno, dos, tres... ¡salta!

Y Jimin lo hizo...

Jimin, esa mañana, había sido un niño como todos los demás, por primera vez en sus ocho años de vida.

Look at me || KOOKMINWhere stories live. Discover now