Capítulo 2: Noticias desgarradoras

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No pasé muy buena noche, partiendo por no poder quedarme dormida sintiéndome culpable por dejar a Cassia. Cuando por fin logré sumergirme en los sueños aparecieron las malditas pesadillas; desperté varias veces en la noche y el sueño se repetía una y otra vez. Benjamín estaba ahí, se acercaba a mi y me pedía que fuera donde él, que me extrañaba y que lo ayudara a salir de donde estaba ya que él no podía encontrar la salida. Abrí los ojos asustada y con mi corazón palpitando a mil por hora; me bajé de la cama y tomé uno de los peluches de Benjamín que estaba en la caja, lo abracé muy fuerte y así fue como pude volver a dormir, pero el sueño se volvió a repetir.

Aun despierta esos sueños me siguen atormentando así que luego de desayunar decido ir a la casa de mi ex novio. Conduzco aproximadamente quince minutos ya que él vive en Valparaiso a unos ocho kilómetros de Viña del mar.

La casa está pintada de otro color y por un momento dudo si entrar o no, tal vez se mudaron. Aun así, me bajo del auto para dirigirme a la puerta de vidrio y tocar el timbre; suelto el aire cuando su madre me abre la puerta.

—¿Elizabeth? —pregunta confundida y con los ojos brillosos antes de envolverme en un abrazo. 

Me invita a pasar y me pregunta sobre lo que ha sido de mi vida mientras me sirve una taza de té. Unos momentos después recuerdo el propósito de mi visita y me armo de todo el valor que puedo para preguntar por él.

—¿Benjamín sigue viviendo aquí? —sus ojos se llenan de lagrimas en cuanto hago la pregunta y un nudo se comienza a formar en mi garganta, esto no puede ser nada bueno.

—No lo sabes ¿verdad? —dice no aguantando sus lagrimas.

—¿Saber qué? —me comienzo a desesperar ¿por qué no me dicen de una vez por todas qué es lo que está pasando?

—Benjamín ya no está con nosotros.

—¿Qué quiere decir con eso? —no puede ser lo que estoy pensando, por favor no.

—Él...—comienza a decir, y puedo notar lo mucho que le cuesta completar la frase— Él se suicidó hace un mes —niego con la cabeza mientras las lagrimas comienzan a quemar mis mejillas—, estaba con una depresión desde hace dos años; no lo pudimos evitar.

—No puede ser cierto —sigo negando y apoyo la cabeza entre mis manos mientras lloro desconsoladamente—. Fue mi culpa. ¡Lo siento tanto! Por favor perdóneme.

—Tú no eres culpable de nada, Effie. Tu partida le afectó mucho pero él te dejo ir en primer lugar, tu solo seguiste tus sueños y él debería haberlo entendido.

—Si tan solo hubiese venido antes, tal vez podría haberlo evitado.

—Hay cosas que simplemente no se pueden cambiar —dice ella llorando también y luego se pone de pie para dirigirse a una habitación, vuelve unos segundos después con un sobre en la mano y me lo tiende—. Dejo esto para ti, él estaba seguro que algún día volverías.

—Gracias, yo...creo que debo irme.

—Está bien— dice abrazándome—. No olvides que esta nunca dejará de ser tu casa y me haría muy feliz que volvieras.

Le prometo que volveré y me dirijo al auto, necesito alejarme de ese lugar lo más rápido posible. Salgo a la carretera y lloro aún más, creo que nada se compara con el dolor que siento en el pecho, es un dolor tres veces más fuerte que el que sentía cuando intenté suicidarme hace cuatro años.

Detengo el auto y me dirijo a la playa, aún está un poco vacía por lo temprano que es así que camino por la orilla hasta llegar a ese lugar especial que teníamos ambos donde decido sentarme en la arena y abrir el sobre. Saco la hoja y veo su desprolija letra, rompo a llorar otra vez al leer las primeras palabras.

"Querida Elizabeth:

Sabía que volverías, estaba seguro de eso y me alegro de haber tenido razón aunque no alcancé a verte otra vez, hubiese deseado saber como estás ahora, debes estar aún más hermosa que hace dos años. No tengo ni una maldita idea de como escribir una carta, tu sabes que nunca fui muy bueno con las palabras, ni escribiendo (lo que podrás recordar viendo mi letra de niño de kínder). Volviendo al tema, solo me queda pedirte perdón por todos los errores que cometí, sé que fueron mucho y que ya no puedo hacer nada para compensarte; lo único que puedo hacer es pedirte perdón.

Amor, lo siento tanto, me arrepiento cada día por haberte dejado ir tan fácil; sé que debería haber ido tras de ti pero ambos sabemos que soy un imbécil orgulloso y la frase "nunca sabes lo que tienes hasta que lo pierdes" encaja a la perfección conmigo. Quiero que sepas que todo lo que te dije era mentira, no sentía ninguna de esas cosas horribles; la única verdad es que no me imagino la vida sin ti y que daría cualquier cosa por estar contigo en estos momentos. Sé que muchas veces perdonaste mis errores y yo me aproveché de eso, creyendo que siempre estarías aquí para mi.

Siempre pensé que serías el amor de mi vida y puedo ver que no me equivoqué. Nunca debí haberte dicho que te fueras lejos porque no merecías que nadie te tratara así. ¡Mierda! No sabes como me arrepiento y como duele  irme a dormir sabiendo que al día siguiente al despertar, tu no estarás a mi lado. Sé que nunca te lo dije pero esos casi dos años de relación fueron los más maravillosos, no sabes como le agradezco a la vida que me pusiera en tu camino evitando que cometieras un  terrible error. Siempre quise formar una familia contigo, eres la mujer perfecta; pero mis planes se acabaron cuando te fuiste lejos, cada día yo me dirigía a la playa, a nuestro lugar especial donde seguramente hoy estás sentada leyendo esta carta (Te conozco más de lo que piensas ¿no?), me sentaba ahí a esperar que volvieras, pero nunca lo hiciste. Dos años esperando que volvieras hasta que por fin entendí que eso no iba a pasar y que yo no iba a poder vivir más tiempo sin ti.

Estoy a punto de iniciar un viaje hacia lo desconocido, me causa curiosidad pero a la vez estoy aterrado y sé que tu me entiendes más que nadie porque si yo no hubiese interrumpido tu habrías saltado; pero la decisión ya está tomada, la tomé el día es que supe que lo nuestro de verdad se acabó para siempre. Aunque ya no podamos estar juntos me alegro que hayas vuelto, no dudes que en donde quiera que yo esté te cuidaré y te guiaré para que puedas ser feliz; por favor no te cierres a encontrar el amor ya que estoy seguro de que va a haber alguien que te sepa hacer feliz como te lo mereces y como yo no lo supe hacer.

Te amo hoy y siempre

Benjamín Gilbert."

Al terminar de leer la carta ya no puedo controlar mi respiración, me ahogo entre mis propias lagrimas y tengo miedo de no poder dejar de llorar nunca.

—¡Maldita sea! —grito a la nada— ¿Por qué lo hiciste? Eres un maldito egoísta, Benjamín. Tu mismo me enseñaste que las cosas no se solucionan así, las cosas se enfrentan y terminaste haciendo la misma tontería que esa chica estúpida de dieciséis años que salvaste. Eres un cobarde —limpio mis lagrimas con mi manga pero mis mejillas se humedecen nuevamente, sé que debo parecer una loca —, un cobarde al que no puedo dejar de amar. 


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Cartas a BenjamínWhere stories live. Discover now