Capítulo 57: Denuncia

910 102 20
                                    

Cassia está dormida en la habitación que antes utilizaba mi hermano y tenemos el monitor encendido para escuchar cuando despierte, estamos tomando desayuno en la cama, un desayuno que ya está frío porque una vez que Diego lo trajo no pude soportar comérmelo a besos por lo atento que es conmigo y bueno, terminamos haciendo el amor como hacemos cada vez que tenemos un espacio y mi hija duerme.

Me levanto y busco mi pijama que descansa cómodamente en el suelo para ir a calentar la leche de Cassia, recuerdo que su biberón está en el auto por lo que miro hacia mi maleta con ropa pensando en qué puedo hacer.

—¿Será muy terrible que bajara hasta mi auto en pijama? —pregunto a mi novio quien me observa con media sonrisa desde la cama, si no fuera necesario que mi hija se alimentara volvería a su lado en este mismo momento—. Está como a una cuadra.

—No, créeme que la vecina lo hace todo el tiempo y no es tan agradable a la vista como verte a ti. Cuidado con enamorar a la mitad del edificio.

—Sí, claro. Enamorarlos con este pelo enredado y cara de sueño.

—Estás igual de hermosa que siempre.

—Eso solo lo dices porque me amas —me acerco para darle un beso y le sonrío— y yo también lo hago.

Salgo con una sonrisa de oreja a oreja y en el ascensor me encuentro con una de las vecinas de Diego, me saluda muy amable como si me conociera de toda la vida y suelta una pequeña risita al notar que estoy con pijama con estampados de corazones.

Salgo del ascensor despidiéndome de la señora Diana y me dirijo alegremente hacia mi auto pero mi alegría no dura mucho cuando llego hasta ahí. Me dan ganas de gritar al verlo, mi auto está rayado con pintura blanca por todos lados, se pueden leer cosas como «Zorra», «Perra» o mejor aún, «Perra roba maridos». Me queda completamente claro quién fue y ardo de rabia, la gente pasa por el lado tomando fotos y no es hasta que noto que alguien rayó con una llave o algo todo el lado derecho que exploto. Tengo ganas de golpear algo o mejor dicho a una rubia despechada.

Intento calmarme y saco el biberón de Cassia primero que todo, no debo dejarme cegar por esto, mi hija necesita alimentarse y eso es lo más importante. Vuelvo casi corriendo al departamento, sintiendo un poco de miedo por lo loca que puede llegar a resultar esta mujer y también una rabia tremenda.

—¿Qué pasó? —pregunta Diego cuando doy un portazo tan fuerte sin darme cuenta que Cassia comienza a llorar.

Voy hacia ella que está en uno de los sillones e intento calmarla pero no puedo hacer, ¿cómo logro tranquilizar a alguien si a mí misma me están temblando las manos?

—Estás temblando, ¿qué pasó? ¿Alguien te hizo algo?

—M-mi auto.

—¿Te lo robaron? —se levanta en dos tiempos del sillón y avanza rápido hacia mí.

—No, tu ex lo rayó.

—¿Qué?

—Está lleno de «Perra roba novios», sin contar que rayó las puertas con una llave.

—¿Me estás tomando el pelo?

—¿Tengo cara de que te esté tomando el pelo? —reacciono mal, él no tiene la culpa pero no puedo controlarme—. Está loca. ¿Quién mierda en su sano juicio hace algo así?

—Quédate aquí —pide antes de tomar las llaves, su teléfono y salir del departamento.

Espero hasta dejar de temblar para ir a calentar la leche y cuando lo hago me doy cuenta que ya está lista para servirla, por primera vez desde que vi lo del auto sonrío. Este chico no puede ser más perfecto.

Cartas a BenjamínWhere stories live. Discover now