Capítulo 19: Sorpresa

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Cuando comienza a oscurecer decidimos entrar para que se despida de mamá y luego ir a dejarlo a su casa. Al llegar al living no esperaba y creo que él tampoco, ver a mi hermano sentado en el sillón junto con mi papá.

—¡Diego! Que sorpresa —dice mi padre alegremente mientras se levanta para saludarlo.

—Sí, que sorpresa —repite mi hermano, claramente enojado.

—¿Qué? ¿No puedo invitar a un viejo amigo a pasar la tarde conmigo?

—¿Un viejo amigo? —pregunta enarcando una ceja.

—Sí —me paro desafiante y sé lo que eso lo molesta—. ¿Algún problema?

—¿Por qué tendría algún problema con mi mejor amigo?

—¿Te quieres quedar a cenar? —pregunta mi padre, totalmente externo a la tensión que hay en el aire.

—No, gracias. Ya he estado suficiente tiempo aquí y no quiero seguir molestando.

—Sabes que no es ninguna molestia.

Lo veo en apuros, sé que hubiese aceptado cenar sin dudarlo si Adam no estuviera aquí, pero ahora está muy incomodo y como soy un ángel enviado del cielo decido ayudarlo.

—Diego tiene muchas cosas que hacer, será mejor que lo lleve pronto a su casa.

—¿Por qué lo llevas tú?

—Porque su auto está malo, deberías saberlo.

—Claro que lo sé, y no es necesario; vivimos juntos así que yo lo llevaré.

—Pero si acabas de llegar.

—Sí, pero solo venía a saludar. Además le prometía Steph que la pasaría a ver.

—Es una lastima —dice mi padre—, deberían pasarse para cenar otro día.

—Sí, claro. Algún día.

Mi hermano le da una mirada asesina a su amigo antes de dirigirse a la puerta. Diego antes de salir, se depide de mi padre con un apretón de manos y luego deposita un pequeño beso en mi mejilla.

Mentiría si dijera que ese insignificante contacto no provoca nada en mí, porque me quedo de pie mirando hacia la nada, sin reaccionar y creo que papá me habla varias veces para que salga de mi extraño trance.

—¡Lizzie! ¿Estás bien?

—¿Qué? Umm... Sí, yo... subiré un rato.

Me sigue mirando extrañado y yo subo a toda velocidad por la escalera. Escucho las risas de mi hermana y mi hija en mi habitación pero necesito estar sola por lo menos un momento. Llego a la sala de estar del tercer piso y me encierro. Haber aceptado ser su amiga, puede que sea una de las decisiones más estúpidas que he tomado; en vez de alejarme del peligro estoy entrando a la boca del lobo y por voluntad propia.

Me siento en uno de los sillones y saco mi celular, me debato entre hacerlo o no hasta que decido que sí.

«¿Muchos problemas con el señor gruñón, amigo?»

Dudo en si enviarlo o no, pero bueno es solo un mensaje y no dice nada del otro mundo. Su respuesta no tarda en llegar.

«Ja ja, se aburrió de gritarme y ahora no me habla, me ignora, amiga»

«Siento haber provocado una pelea innecesaria entre ustedes. ¡Ah! Y dile a mi hermano que madure, tiene veinticinco como para hacerte la ley del hielo por esta estupidez.»

Cartas a BenjamínWhere stories live. Discover now