Capítulo 52: Desastre

1K 129 23
                                    

Llevo unos cinco minutos parada en frente de mi hermano sin decir una palabra, él tampoco lo hace. Es como si estuviéramos teniendo una maldita competencia de miradas, el que pestañea pierde y a mi nunca me ha gustado perder; el problema está, en que a él tampoco.

—No sé de qué me estás hablando —suelto con la mayor convicción que logro, aunque sé que no es suficiente.

—No pensarás que me creí el cuento de que estuviste la semana en Santiago por algo de la universidad cuando misteriosamente Diego también desapareció.

—¿Así que ahora porque el idiota de tu amigo desaparece, significa que yo me escapé con él? ¡Qué buen razonamiento, Adam! Mereces un premio.

—Deja tu sarcasmo barato para otro, Elizabeth —me apunta con el dedo, me quiero ir. Mi hija no tiene por qué estar escuchando estupideces—. Sabes muy bien por qué lo asoció.

—¿Y si me fui con él, qué? —suelto molesta—. Hemos tenido esta conversación mil veces, no puedes amenazarme con nada para alejarme de él o del quién sea que yo quiera estar, ya no tengo catorce, Adam. Tengo veinte años y una hija, es tiempo que entiendas que no soy una niña y que hace tiempo vengo arreglándomelas sola.

—Que tengas veinte años y una hija de casi dos, solo demuestra una cosa.

—¿Ah, sí? ¿Y qué cosa sería?

—Que te convertiste en una cualquiera, que te da igual con quién te acuestas, que te importa una mierda romper relaciones. En pocas palabras, que eres una suelta.

—¿Perdón?

—Escuchaste muy bien lo que dije, ¿crees que Diego se hubiese ido contigo si no te hubieses acostado con él? ¿O me vas a decir que nunca lo han hecho?

—No tengo por qué discutir mi vida sexual contigo —intento no perder los estribos solo porque llevo a mi hija en brazos.

—¿Vida sexual? —lanza una carcajada como si fuera lo más divertido del mundo—. Por favor, Elizabeth. No me hagas reír.

—¿Y qué si me acosté con él? ¿No puedo hacerlo? —suelto ya cuando mi paciencia desaparece del todo—. Sí, tal vez deberías saber que tu mejor amigo me ha dado los mejores polvos de mi vida, algo que no creo que muchas chicas puedan decir de ti.

Se queda en silencio y sé que gané esta ronda, eso definitivamente lo tomó por sorpresa. Supongo que creyó que lo seguiría negando.

—¿Ves lo que digo? Eres una perra.

—¿Por qué? He tenido dos novios en mis veinte años y me he acostado con ellos, ¿realmente eso me hace una perra? ¿En qué siglo vives?

—Diego no es tu novio, hermanita. Es tiempo de que lo entiendas.

—Tal vez ahora no lo es —no tengo por qué aclararle lo equivocado que está, porque con la persona que menos me interesa hablar de mi nueva relación con Diego es él—, pero ambos sabemos que lo fuimos hace años por lo que no hice nada malo.

—Debí haberlo denunciado cuando tuve oportunidad.

—¿Te estás escuchando? Estás enfermo, Adam. ¿Tan aburrida es tu vida que tienes que estar constantemente intentando arruinar la mía?

Me doy la vuelta para salir de ahí pero él se pone de pie y me toma del brazo con fuerza para que no me aleje.

—¡Suéltame! Me estás lastimando.

—No me dejarás hablando sol...

—¿Qué está pasando aquí? —papá alza la voz cuando ve la situación, se ve bastante molesto.

Adam me suelta con brusquedad haciendo que yo casi pierda el equilibrio y con mi hija encima, al ver eso mamá suelta una exclamación horrorizada y papá se pone de mi lado, como siempre ha hecho. Le dice que no va a permitir que me trate de esa forma y menos ahora, que habíamos vuelto a «vivir» todos juntos, que más le vale comportarse y sé que eso también va para mí pero no puedo evitar dejarle una cosa clara antes de irme. Estoy roja de rabia.

—No vuelvas a ponerme un dedo encima, ni a mí ni a mi hija, ¿escuchaste? —Cassia se pone a llorar, este ambiente de mierda no le hace bien—. Es una suerte que solo me quede una semana aquí y no tenga que volverte a ver la cara en todo el resto año.

Salgo hecha una furia ante la mirada sorprendida de todos, mi madre le pregunta a mi hermano qué fue lo que me hizo, pero como siempre él es demasiado cobarde para admitirlo. Llego a mi habitación y cierro la puerta detrás de mí, no doy el portazo que hubiese deseado porque no quiero que Cassia se altere más.

—Ya pasó, preciosa, ya pasó —intento calmar a mi hija pero no lo logro, no si no puedo calmarme yo primero.

Las lágrimas me salen sin que quiera y lo peor es que no puedo detenerlas. Creí que todas estas discusiones habían quedado en el pasado, ¿qué pasó con el tiempo en que dábamos la vida el uno por el otro? ¿Es normal que esto pase al crecer?

Siempre tuvimos nuestros problemas, ¿quién no los tiene? Pero dos años separados creí que eran suficiente para que se arreglaran las cosas, sobretodo después del reencuentro. De lo que ahora sí estoy segura, es de que no voy a perdonar nunca a Adam, ni por todo lo que me dijo ni por todo lo que hizo para que Diego se apartara de mí.

Es increíble, pero Cassia deja de llorar antes que yo ya que encuentra algo en lo que entretenerse, mis llaves. En cambio yo, no puedo dejar de sollozar y lanzar hipidos, me estoy ahogando y lo único que pido es que no me dé un ataque de pánico; no en frente de ella.

Mamá entra en la habitación con una taza en la mano, creo que me trae un agua de melisa. Dicen que es el mejor remedio para los nervios, tanto en aquellas situaciones de desasosiego personal como cuando esta inquietud tiene su reflejo en alguna parte del organismo, produciendo reacciones desagradables. Definitivamente la necesitaba y después de un rato siento que comienza a surgir efecto.

Estoy mucho más tranquila y me acuesto para dormir un rato mientras mamá cuida de Cassia, supongo que no hay nada mejor que dormir para aliviar cualquier cosa. Solo desearía que al despertar no estuvieran las cosas cómo están pero bueno, no todo se puede en esta vida.

Lo primero que hago al despertar es querer llamar a Diego, necesito a alguien que me escuche, necesito desahogarme y sé que no hay nadie mejor que él para eso. Miro hacia el velador y me parece extraño, debo haberlo dejado en la mesita de la entrada.

Me levanto y ni siquiera me molesto en ponerme zapatos, bajo la escalera casi corriendo pero cuando llego mi papá tiene el teléfono en la mano. Estoy tranquila hasta que recuerdo el fondo de pantalla que cambié justo hoy, me quedo quieta sintiendo como si volviese a tener dieciséis años y me descubrieran en algo malo.

—¿Me puedes explicar esta foto —me muestra el teléfono y yo me quiero golpear ¡Estúpida!—, y por qué Diego te envía ese tipo de mensajes?

Le quito el teléfono y me paralizo al ver el último mensaje que me envió Diego hace unos minutos:

«Te vi hace un par de horas pero ya te extraño... A las dos, en verdad. Me acostumbré a verlas desde que despertaba hasta que me dormía. Te amo y espero que podamos volver a repetir todo esto pronto.»

En cualquier otro momento hubiese muerto de amor, pero no ahora, no en frente de papá, quién parece estar a punto de echar fuego por los ojos. Noto la sonrisa disimulada de mi hermano desde el living y sé lo que significa, ahora por primera vez papá está de su lado.

Feliz navidad atrasada <3 Espero hayan pasado un muy buen momento con sus seres queridos :3 Un beso, nos leemos pronto <3

Cartas a BenjamínWhere stories live. Discover now