Capítulo 58: Secretos

790 107 11
                                    

Casi un mes llevamos en Santiago y ha sido increíble, salimos a pasear todas las tardes los tres, a veces Diego nos saca a comer y otras la abuela nos invita. Hace ya varios días que entré a la universidad y estamos en clases intensivas de ocho de la mañana a cinco de la tarde por lo que no es mucho el tiempo que paso con mi hija ni con mi novio.

Todavía no encuentro una guardería decente para dejar a Cassia por lo que se está quedando con Diego, aunque por lo general ambos se pasan el día en casa de mi abuela. Ella está encantada ya que se siente muy sola y ama que la vayan a visitar, sobre todo su bisnieta y además, también conoce a Diego desde que era un niño, siempre lo quiere consentir.

Una de las mejores cosas de todo esto es que después de un día agotador, llegó al departamento y me encuentro con mis dos amores esperándome, con comida preparada y todo ordenado. Nunca me había pasado, siempre llegaba y no había nada para comer, la casa estaba helada y era horrible tener que ponerse a ordenar después de un día horrible. Por primera vez este departamento parece un hogar. Todo esto me está facilitando las cosas e intento no pensar en que no durará para siempre, no me refiero a lo de Diego haciendo mis cosas porque eso es solo un detalle, me refiero a su compañía, su aura, su todo. Aunque igual todo esto me pone un poco triste al pensar en que en algún momento acabará, por más que quiera vivir con él, sé que su vida está en Viña y no puedo pedirle que deje todo por mí; sería demasiado egoísta.

Hoy llego a casa, enojada cerca de las ocho de la noche ya que tuve que quedarme tres horas extra para terminar un maldito trabajo y todavía no llevamos ni la mitad con el grupo que odio por lo irresponsables que son. Apenas entro siento ese olor maravilloso de mi comida favorita y veo que la mesa está muy linda, con velas y todo. Le regalo la primera sonrisa que aparece en mi cara en el día —fue uno bastante malo— y me acerco para saludarlo con un gran beso.

—Cassia se quedó dormida —comenta mientras me abraza con ternura—, supongo que vamos a tener una cena romántica.

—Siempre sabes cómo alegrar mis días.

—¿Estuvo muy malo?

—Bastante, pero nada que un novio atento no pueda alegrar —lo beso otra vez—. Iré a ver a Cassia y luego cenamos, ¿sí?

—Claro.

Hago lo que digo y me dirijo hasta la habitación de mi hija, vuelvo a sonreír cuando veo que está destapada. Siempre es lo mismo, por más que uno la abrigue ella encuentra la forma de destaparse y podría jurar que no fue un descuido de Diego ya que él es aún más protector con el frío que pueda tener que yo. Le doy el beso de las buenas noches y salgo a encontrarme con mi novio.

Los platos ya están servidos y me ayuda a acomodarme en la silla, su puesto está al lado mío y no al frente y sé que es porque le gusta tomarme la mano, abrazarme o apoyar una de sus manos en mi pierna mientras cenamos. Es increíble cómo cada conducta ya se vuelve conocida, cómo ya sé por qué hace las cosas y espero que las haga.

En mitad de la comida, abre una botella de espumante y yo lo quedo mirando todavía más sorprendida, me estoy perdiendo de algo.

Hace chocar nuestras copas.

—Está bien, ahora si que estoy segura de que olvidé algo importante —me quedo pensando pero no se me ocurre—,no sé ni siquiera en qué fecha estamos pero tu cumpleaños es en noviembre, el mío tampoco es hoy ni el de Cassia. ¿Encontraste trabajo?

—Sé que estás demasiado ocupada con la universidad y un poco estresada, quería quitarte el estrés de alguna forma y de paso celebrar que llevo un mes de novio que la mujer más linda del mundo.

Cartas a BenjamínWhere stories live. Discover now