Capítulo 53: Ya no soy una niña

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Respiro hondo, paso la mirada de papá hacia Adam pensando exactamente en qué decir. No sé si debería pedir disculpas aunque es ilógico, no sé si debería adoptar una postura firme y defenderme o intentar explicarle todo a papá para que se ponga de mi lado, no sé qué hacer y ni siquiera está mamá aquí para darme apoyo o algo porque ella sí lo haría sin pensarlo.

Decido la segunda opción y me pongo firme, ya nadie tiene derecho a decirme nada. Aunque no lo quieran aceptar, soy adulta y puedo hacer con mi vida lo que se me dé la gana, la única que podría impedirme esta relación es mi hija y se lleva de maravilla con Diego. El resto, se puede ir a la mierda con su opinión y todo.

—No tienes ningún derecho a revisar mi teléfono —intento parecer calmada aunque por dentro estoy que rompo todo.

—Claro que lo tengo, soy tu padre.

—Tal vez lo tenías cuando era una adolescente, no ahora. Crecí, papá. ¿Qué? ¿Ahora hasta Rosie puede tener novio y yo no puedo salir con nadie? Creo que me permitías más cosas cuando tenía dieciséis.

—Y así terminaste con una hija.

—¡Charles! —exclama mamá y se acerca a nosotros, no sé hace cuánto está escuchando.

Eso es un golpe bajo, me duele profundamente que mi padre insinúe que una hija sea algo malo, que mi hija sea algo malo. Sí, no puedo decir que fue planeada porque nadie planea un bebé a los dieciocho años, sola en una nueva ciudad pero jamás podría arrepentirme de haberla tenido.

—No te atrevas a decir que mi hija es una error porque no lo es.

—Sabes que no quise decir eso —se defiende pero yo ya estoy lo suficientemente molesta.

—¿No? Porque así fue como se escuchó.

—Diego es demasiado grande para ti, Elizabeth. No sabes lo que estás haciendo.

—Claro que sabe lo que está haciendo —el idiota de mi hermano no podía quedarse atrás—. Y eso ni siquiera es lo peor, ¿sabías que mantuvieron una relación secreta cuando ella tenía catorce y él diecinueve?

—¡¿Qué?! —papá pareciera que está lanzando fuego por los ojos.

—Eso, el idiota de mi mejor amigo se acostaba con mi hermanita cuando era menor de edad.

—¡Adam, ya basta! —mamá está molesta, no sé si está de mi lado pero al menos algo hace por callar a ese imbécil—. ¿Cómo pretenden mantener paz en la casa si se comportan así? Son hermanos, por el amor de Dios, compórtense como tal.

—No puedo comportarme bien con él, no después de todo lo que sé —le respondo, estoy por llorar pero no quiero darles esa satisfacción—. No puedo fingir que somos una familia feliz después de saber que tu perfecto hijo amenazó a Diego para que me dejara, que lo golpeara como un animal, ni siquiera puedo entender cómo en la cabeza de alguien puede haber tanta mierda. ¿Mandarme a un internado en Estados Unidos para separarme de él? ¿Qué tan bajo puedes llegar a caer, Adam?

Se queda en silencio, sé que lo sorprendí porque no esperaba que yo estuviera al tanto de todo. Maldito idiota.

—¿Me vas a culpar por querer lo mejor par ti? —pongo los ojos en blanco al escuchar esa patética justificación—. Diego es uno de los mayores responsables de tu depresión y aún así lo defienden.

—Ahí te equivocas, el mayor responsable de eso fuiste tú. No me voy a victimizar ni nada de eso, pero todos sabían que siempre he sido una persona muy sensible, que todo me afecta a veces el doble que al resto y que la muerte de la tía Karen me afectó mucho porque era uno de los pilares que afirmaban mi vida. Me dijiste todas las veces que me escuchaste llorar de noche sola en mi habitación pero aun así no te importó decirle a otro de mis pilares que me dejaran sola y sí, estoy hablando de Diego —me limpio con rabia una lágrima que se escapó de mi ojo izquierdo—. Tal vez ahora no se vea tan grave pero en su tiempo lo fue y aunque ustedes lo nieguen, mi depresión existió y aún existe. Sigo con sesiones psiquiátricas y gracias a eso parezco estar bien pero es con esfuerzo y esta mierda sinceramente no ayuda en nada.

Todos se quedan pasmados, supongo que nunca creyeron que empezaría a hablar de ese tema pero no lo soportaba más. Soy de las personas que se guardan todo hasta que explotan y en parte eso es lo que más me hunde. Voy a buscar a mi hija que está en la cocina y subo a mi habitación para hacer un pequeño bolso, hoy no tengo ganas de dormir en esta casa de mierda.

Marco el número de Diego con los dedos temblorosos mientras busco una muda de ropa para mi hija y para mí.

—Hola, hermosa —se me escapa un sollozo y él se preocupa enseguida—. ¿Qué pasa?

—¿Podemos pasar la noche contigo? Mi casa es un infierno ahora mismo.

—Claro que pueden, ¿quieres que las vaya a buscar? Te escuchas demasiado alterada como para conducir.

—No, creo que eso arruinaría las cosas. Te juro que iré con cuidado.

Terminamos de hablar y salgo rápidamente esperando que nadie me vea, llego al auto y como no tengo la silla de bebés, acomodo unos cojines para que mi hija quede a la altura del cinturón de seguridad. Sé que no es lo más recomendable, pero es mejor que nada.

—¿A dónde crees que vas? —pregunta papá saliendo seguido por mamá.

—No quiero que mi hija duerma bajo el mismo techo que tú y Adam. Me cansé del ambiente de mierda y no quiero eso para ella, así que adiós.

Cierro la puerto y hago partir el auto, intento tomar el camino más tranquilo y conducir a una velocidad moderada por Cassia. Cuando estaciono afuera del departamento de Diego suelto todo el aire que llevaba conteniendo y no me había dado cuenta, estamos a salvo. Él nos cuidará, sé que lo hará.

—¿Estás bien? —es lo primero que pregunta cuando abre la puerta y luego nos abraza a ambas.

—Papá supo todo, lo de antes y lo de ahora.

Comienzo a hablar atropelladamente mientras sollozo, él nos hace pasar y me quita a mi dormida Cassia de los brazos antes de que vayamos al sillón. Me pide que lo espere un poco mientras él lleva a mi hija a la habitación y por lo que puedo ver, la deja rodeada de almohadas para que no caiga si se mueve; luego vuelve hacia donde estoy y me abraza.

Le comienzo a contar todo desde el principio mientras él me acaricia el cabello y me dice que todo estará bien, que los tres estaremos bien. Que es una etapa, que en algún momento tendrán que aceptarlo. No sé si convencerme de eso, quiero creerlo con toda mi alma pero conozco muy bien cómo es mi familia, mamá y Rosie lo aceptarán porque saben que es bueno para mí, pero ni papá ni Adam estarán dispuestos a ceder. Si hay algo que heredé de papá es el orgullo y que cuando me entra algo en la cabeza no hay manera de que me lo saquen, es más fácil arrancarme la cabeza que la idea por lo que estoy más que segura que nunca llegaremos a un acuerdo.

Cartas a BenjamínWhere stories live. Discover now