Capítulo 7: Mala suerte

1.9K 212 12
                                    

Mi hermano conduce para llevarnos a Cassia y a mi, a mi restaurant favorito aquí en la ciudad, se llama "Tierra de fuego" y me encanta ya que queda al lado de la playa y tiene una vista maravillosa, sobre todo cuando las olas rompen abajo de este. Mi pequeña va mirando por la ventana y moviendo sus piececitos que cuelgan de su silla para bebes, mientras Adam me pregunta cosas sobre los últimos dos años.

—¿Por qué nunca volviste? —me pregunta cuando ya estamos a punto de llegar— Nuestros padres sufrieron mucho.

—Lo sé, yo...tenía miedo de cómo pudieran reaccionar —digo mirándome los pies—. Tampoco planeaba contárselos hasta que supe que Benj...hasta que supe lo que pasó.

—Lo habrían entendido, eres la favorita —me sonríe y luego se concentra en estacionar el auto.

—No soy la favorita.

Nos bajamos y mi hermano toma en sus brazos a mi hija para llevarla, le empieza a hablar de una forma que se ve ridículo pero ¿quién no ha intentado hablarle como bebe a un niño?

Después del almuerzo, nos quedamos un rato en la playa y conversamos mientras Cassia jugaba a escapar del agua o algo así. Cerca de las cinco de la tarde decidimos que era hora de regresar así que mi hermano nos llevó a su departamento ya que andábamos en mi auto y no tenía otra forma de volver. Había dejado el suyo ya que no tenía sentido que fuéramos en autos separados. Nos despedimos con un abrazo después de que me prometiera que iría pronto a la casa a vernos y conduje hasta mi hogar.

—Hija, hay una amiga tuya que te anda buscando —apenas entro a la casa mi madre apunta hacia el living.

—¿Amiga? ¿Jenn?

—No, en realidad nunca la había visto. Es una chica rubia, alta, tan linda que podría ser modelo; dice que te conoce del colegio pero es como de la edad de tu hermano.

Solo una persona se me viene a la mente con semejante descripción y deseo con todas mis fuerzas que no sea ella; pero como siempre me equivoco, ahí estaba sentada en el sillón de mi antigua casa.

—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunto fríamente y le hago una seña a mi madre para que nos deje solas y se lleve a mi hija.

—Vine a dejarte un par de cosas claras —Catalina se pone de pie y se comienza a acercar.

—¿Sí?¿Cómo qué?

—No te quiero ver cerca de mi novio, no sabes lo que soy capaz de hacer para defender lo mío así que más te vale no acercarte ¿entendiste?

—No puedo creer que hayas venido a mi casa a amenazarme, te voy a pedir educadamente que te vayas.

—No me iré hasta que me quede claro que entendiste lo que estoy diciendo.

—No me interesa tu novio, tampoco me interesa seguir hablando contigo; supéralo lo nuestro fue hace más de cinco años, se fue contigo, ganaste ¿qué más quieres? Ahora tengo otra vida, en la que mi hija es el centro de toda mi atención; no me interesa participar en un triángulo amoroso estúpido así que ¡fuera de mi casa!

Mi madre aparece rápidamente con cara de confusión.

—¿Qué pasa aquí?

—Nada, Catalina ya se iba. Y no volverá más ¿verdad?

Catalina sale de mi casa hecha una furia y mi mamá me mira como esperando que le dé algún tipo de explicación, pero yo me excuso diciendo que estoy cansada después de la mañana agotadora que tuve. Subo a mi cuarto donde hago me mi pequeña duerma su siesta y sin darme cuenta, me quedo dormida con ella.


El resto de la semana estuvo bastante tranquilo, mi hermano vino a la casa varias veces a visitarnos, aunque en el fondo se lo pasaba todo el rato jugando con Cassia, pareciera que no existiera nadie más para él que mi hija. No he vuelto a ver a Diego desde que salí de su departamento y a Catalina por suerte tampoco, y no es que me importe mucho no saber de ellos. Mi madre me despertó cerca de las diez para avisarme que tenía que salir a hacer unos tramites y si es que podía ir a dejarle una carpeta a mi padre, que había olvidado y era muy importante. Pensé que podría ser el primer lunes que podría dormir hasta tarde pero no. Dejo a mi hija con mi hermana y salgo.

Mi padre es uno de los abogados más importantes de Viña del Mar pero también del resto del país, ha trabajado en casos importantes, desde Arica a Punta Arenas. Heredó la empresa de su padre, William Grayson, quien en unos muchos viajes de negocios conoció a mi abuela y se quedó en el país con ella. Mi abuelo dejó Estados Unidos para seguir al amor de su vida y para no perder todo lo que había invertido, abrió una sucursal de su empresa aquí, "Grayson's Company" y ahora que él está jubilado mi padre es el presidente de la compañía. Siempre he admirado lo que hizo William Grayson, abandonar todo por amor; creo que yo no hubiese sido tan valiente como para alejarme de todo por alguien, o tal vez sí ¿quien sabe? Todo parece sacado de un cuento, ya que se jugaron todo sin saber que vendría después y a pesar de todo aún están juntos; lleva más de cincuenta años juntos y puedo asegurar que el amor que se tienen está intacto. Todo esto de tener familia en Estados Unidos nos regaló una de las mejores infancias, a mi y a mis hermanos; todas las vacaciones las pasábamos allá, a veces nos íbamos por dos meses completos y eso nos ayudó mucho a mejorar nuestro inglés, que ahora es casi perfecto.

Voy conduciendo hacia la oficina de mi padre con la radio a todo volumen escuchando Alive de Sia, estoy pegada con esa canción, apenas termina la vuelvo a poner y me envuelvo en la melodía. Es como mi nueva obsesión.

Luego de mostrarle mi cédula de identidad al guardia del estacionamiento ya que no me creía que era la hija de Charles Grayson, me estaciono donde están los autos de los clientes y los trabajadores; el edificio es aún más grande de lo que recordaba y no sé como eso es posible. Subo por el ascensor hasta llegar a la recepción donde me encuentro con Gretta, una señora de mediana edad que lleva trabajando ahí desde que tengo memoria; le sonrío cuando me acerco al mesón y ella abre los ojos como platos.

—¡Oh Dios! Elizabeth, que linda estás —dice saliendo del mostrador para abrazarme.

—Ha pasado mucho tiempo, Gretta —digo devolviéndole el abrazo—, no te imaginas todas las cosas que han cambiado.

—¿Cómo qué?

—S-soy madre —digo y sus ojos se llenan de lagrimas, luego me pide que le muestre alguna foto en mi celular y al hacerlo se emociona aún más y promete que nos irá a visitar pronto para conocerla.

Luego de que me dé un par de abrazos más me dirijo a la oficina de mi padre sola ya que recuerdo perfectamente el camino, cuando voy pasando por una de las oficinas cuyas paredes son vidrios veo a alguien conocido; tengo que mirar dos veces para comprobar que no me estoy volviendo loca. No puede ser posible, no puedo tener tan mala suerte ¡Dios mío! ¿Qué hice para merecer esto? Camino lo más rápido posible y con la mirada al frente con la esperanza de pasar desapercibida.

«Que no me vea, que no me vea, por favor Diosito juro que iré a misa todos los domingos si no me ve»

—¡Effie! —¿se dan cuenta la mala suerte que tengo? Debe ser por todas las cadena que no envié por correo electrónico a quince contactos cuando tenía trece años y ahora la mala suerte me perseguirá para siempre.

—¿Qué haces aquí, Diego? ¿Será posible que ahora me aparezcas hasta en la sopa?

—Trabajo aquí.

—¿Qué?

—Eso, y dado que vivo con tu hermano y trabajo para tu padre al parecer nos veremos bastante seguido mientras estés por aquí —me guiña el ojo el muy maldito y se queda sonriendo como estúpido, esa sonrisa con la que tanto soñaba hace seis años. 


¿Me dejan un votito? :3 y también pueden dejar sus opiniones si quieren :) 

PD: Si alguien quiere que le dedique un capítulo me lo puede pedir :3

Cartas a BenjamínWhere stories live. Discover now