Capítulo 25: Navidad

1.3K 142 2
                                    

La casa es un caos, mamá corre por todos lados, papá aún no llega de la oficina lo que la pone aún más histérica, la abuela llegó está mañana a ayudarla y mis otros abuelos llegarán en cualquier momento. Hoy es noche buena, y como siempre la «gran» cena sería en mi casa; los dos últimos años me excuse de las fiestas diciendo que tenía muchas cosas que estudiar y los últimos exámenes, siendo que debido a mis buenas notas, mis vacaciones comenzaban a fines de noviembre.

—¿En qué te ayudo, mamá? —le pregunto y ella me mira casi fulminándome, no sé por qué razón odia que le ofrezcamos ayuda cuando más la necesita.

—Puedes ir a buscar a tu hermana a casa de su amiga.

—¿Amiga? —pregunto enarcando una ceja.

—Sé que es el novio, las madres nos damos cuenta de todo pero estoy esperando que ella sea quien me lo diga —me guiña el ojo—. No le digas a tu padre.

—¿Tienes la dirección?

—La dejó anotada por ahí —apunta al refrigerador y veo una pequeña nota afirmada con un magneto—. ¡Ah! Y podrías llamar a tu hermano para recordarle que sea puntual este año y preguntarle si vendrá con Stephanie o solo.

—Prefiero no hacerlo, no estamos en un buen momento.

—No sé qué diablos pasó entre ustedes, pero es Navidad y no pueden estar peleados, no después de pasar dos años sin verse. Y prepárate, porque los obligaré a abrazarse hasta que se vuelvan a querer.

—No lo abrazaré hasta que deje de ser tan idiota.

—¡Elizabeth!

—Lo siento, mamá. Adam ni siquiera analizó lo que le dije, sigue siendo el mismo egocéntrico de siempre, no me pidió disculpas por lo que me dijo ni intentó arreglar nada y yo tampoco lo haré porque me hirió con sus palabras y no daré el primer paso.

—¿Qué fue eso tan terrible que te dijo?

—No quiero hablar de eso, mamá. Voy a buscar a Rosie.

Salgo de la cocina lo más rápido que puedo, sé que si me quedo un segundo más mi mamá me sacará toda la información porque es experta en eso y si aún no le he contado lo de Benjamín es porque ella lo decidió así, debe notar lo mucho que me afecta y que no quiero hablarlo pero en algún momento volverá a preguntar.

Voy al segundo piso a buscar a Cassia quien está viendo «My Little Pony» en el televisor, concentrada como siempre que lo veía aunque dudo que pueda entender mucho.

—¿Vamos a buscar a la tía Rosie? —le pregunto y ella estira los brazos para que la eleve como si me entendiera a la perfección.

La abrigo un poco ya que a pesar de que no hace tanto frío, se nota la diferencia de temperatura entre la casa y el exterior y no quiero que se resfríe. Salimos y la acomodo en su silla antes de hacer partir el auto.

Llamo a mi hermana para avisarle que estoy en camino antes de salir y conduzco con cuidado hacia la casa de su novio, ya que el día de hoy no faltan los conductores apresurados que van a comprar tarde los regalos y provocan accidentes, al momento en que se me pasa esa idea por la cabeza me arrepiento de haber traído a Cassia, no es un buen día para sacarla a pasear.

Tardo quince minutos en llegar y debo preocuparme por mi hija que no ha dejado de llorar desde que unos cuantos imbéciles comenzaron a tocarnos la bocina, le pido a Rosie que se vaya en el asiento trasero con ella para que deje de llorar y yo pueda conducir a casa. Tomo un camino más largo pero mucho más vacío, prefiero eso a los ruidos que asustan a mi hija.

Mágicamente cuando llegamos la casa está en paz, perfectamente ordenada y decorada, justo como le gusta a mamá; ya no la veo estresada si no que satisfecha con su trabajo y el de la abuela.

—Al fin llegaron —dice mamá apenas nos ve—, deben comenzar a arreglarse porque tardan años y no queda mucho tiempo.

—Está bien —digo y acaricio la pequeña cabeza de mi hija que está apoyada en mi hombro, ya mucho más tranquila—. El tráfico estaba asqueroso.

—Me imagino.

Subimos y dejo a Cassia viendo televisión mientras me doy una ducha, la dejo rodeada de muchas almohadas para que no se cayera, y en caso de que pasará en el piso igual puse algunos cojines. Incluso así, me doy la ducha más rápida de la vida; es mejor prevenir que lamentar. Antes de salir me cubro con mi bata y comienzo a elegir la ropa con la que vestiré a mi hija y la que usaré yo; hace unos días mamá nos llevo de compras y bueno, tenemos mucho por donde elegir.

Me voy por el lado recatado y elijo el vestido negro, hasta un poco más arriba de la rodilla, el cabello liso recogido con un medio moño y tacones; a mi hija la visto con uno rosado y zapatos a juego, en el cabello le pongo un cintillo ya que aún no tiene mucho para hacer un peinado más original.

Al llegar al primer piso vemos que toda la familia excepto mi hermano está reunida en el living, los saludo uno por uno y cuando llega Adam nos acomodamos en la mesa. Es una cena bastante tranquila, como la de todos los años, la verdad es una de las cosas que más extrañé ya que amaba ver a la familia reunida y feliz, y las fiestas de fin de año eran una instancia perfecta para eso.

Cerca de las diez de la noche mi hija ya no soporta el sueño así que la voy a hacer dormir y luego vuelvo a la mesa donde todos siguen hablando y riendo con anécdotas. Llevo conmigo el pequeño monitor que mi madre también compró para escuchar cuando Cassia despierte. En mi departamento de Santiago nunca lo necesité ya que se escuchaba todo al ser pequeño pero esta casa es muy grande y del primer piso no se escucha nada.

Las horas pasan volando y ni nos damos cuenta cuando llegan las doce de la noche; igual que siempre, nos sentamos alrededor del árbol de Navidad y entregamos los regalos correspondientes a cada persona.

—¡Effie! —grita mi hermana—. Tu teléfono está sonando en la cocina.

—¿Mi teléfono?

La abuela y mi mamá se dan una mirada cómplice y yo solo pongo los ojos en blanco antes de correr al teléfono solo en pensando en una persona que podría ser. Veo que es un número desconocido y me decepciono un poco, soy tan estúpida.

—¿Hola?

—Feliz Navidad,amiga.     

Cartas a BenjamínWhere stories live. Discover now